Autonomía Suiza en riesgo

Por Marian L. Tupy

La entrada de Suiza en octubre al tratado de Schengen, el cual permite el libre movimiento de las personas a través de las fronteras europeas sin necesidad de pasaporte, ha sido descrita como una señal segura de mejores días para las relaciones Suiza-Unión Europea. Pero, la entrada de Suiza estuvo precedida de un resentimiento excepcional. Ha expuesto a la UE como un bravucón destruyendo la competencia impositiva en Europa y forzando a todos los países en su órbita a un régimen de altos impuestos, destructores de empleos. A los suizos se les permitirá libertad de movimiento a través de Europa a cambio de sacrificar su autonomía impositiva. El acuerdo muestra el alcance de la asimetría de poder entre la UE y los países no miembros en Europa, y apunta hacia días difíciles para la independencia de la república helvética.

La relación entre la UE y Suiza ha estado siempre marcada por la ambivalencia. Los suizos reconocen la necesidad de comerciar y cooperar con Europa, pero desean preservar su independencia nacional. Los cantones suizos, que guardan celosamente su autonomía de las intromisiones de Berna, la capital suiza, están reacios a cederla a burócratas en la distante Bruselas. No es de sorprender que en un referendo nacional, tres años atrás, los votantes suizos rechazaron abrumadoramente una moción, respaldada por el Nuevo Movimiento Europeo socialista, para iniciar negociaciones acerca de la entrada de Suiza a la Unión Europea. La moción fue derrotada 77 por ciento a 23 por ciento. La campaña pro UE fracasó en convencer a algún cantón de la federación suiza.

En el pasado, el principal vehículo de interacción entre la naciente UE y Suiza fue la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA por sus siglas en inglés). La EFTA proveyó un medio para aquellos países europeos que querían comerciar con los otros pero deseaban preservar su autonomía política. Por años, la UE y la EFTA compitieron entre si. El equilibrio fue alterado en 1973 cuando Dinamarca, Irlanda y Gran Bretaña se salieron del EFTA y se unieron a la EEC (que después se convirtió en la UE). Las deserciones subsecuentes de Austria, Portugal y Suecia acabaron con el EFTA como un modelo alternativo de integración europea. Hoy en día, el EFTA consiste solo de Islandia, Noruega y Suiza. Esos tres países necesitan de la UE más de lo que la UE necesita de ellos. Tal como Astrid Epinay, profesora de derecho europeo en la Universidad de Fribourg, indica “Es un hecho que Suiza no cuenta con mucho en función de poder cuando se refiere a [negociar con] la UE”.

La deteriorada posición vis-a-vis con la UE se ha vuelto aparente como resultado de la disputa acerca de los impuestos. Suiza ha sido por décadas un refugio para ciudadanos europeos sobre cargados de impuestos. Eso presentó un creciente problema para los políticos de Europa Occidental, cuyas políticas domésticas populistas resultaron en gasto público fuera de control y déficit presupuestarios crecientes. En busca de más ingresos, ellos decidieron hacer más difícil para los contribuyentes europeos resguardar sus ahorros de los altos impuestos. Suiza resistió por 15 años la presión de gravar los ahorros de aquellos europeos que tenían por años cuentas en bancos suizos.

Así que la UE decidió apretar los tornillos a la república helvética. En marzo del 2004, Alemania impuso rígidos controles en su frontera con Suiza, llevando efectivamente a que el tráfico entre los dos países se detenga. Eso fue el fin de la forma casual en la cual los alemanes trataban el tráfico suizo en el pasado. Las autoridades fronterizas alemanas argumentaron ignorancia, pero los suizos sabían las verdaderas razones detrás del bloqueo fronterizo. Tal como Jackes Strahm, quien comandaba las autoridades fronterizas en los cantones galo-parlantes, opinó “Yo creo que es una manera de aplicar presión en Suiza... Podría ser enlazado a tratados bilaterales”. El socialista Primer Ministro de Finanzas Alemán, Hans Eichel, quien recientemente hizo noticia tratando de intimidar a los nuevos miembros de la UE para que eleven sus impuestos corporativos, confirmó la naturaleza política de la medida. De acuerdo con Eichel “Yo asumo que ningún país en Europa quiere vivir en parte convirtiéndose a si mismo en un escondite para los evasores de impuestos de otros países... Yo asumo que eso también es [cierto] en el caso de Suiza”.

Como consecuencia, Suiza ha sido forzada a hacerse para atrás. En el futuro, tendrán que gravar un impuesto de 35 por ciento en los ahorros de los ciudadanos de la UE, de los cuales el 75 por ciento será repatriado al gobierno respectivo de la UE. A cambio, la policía alemana dejará de hostigar a los comerciantes y a los viajeros suizos, al menos por ahora.

Entonces, ¿Cuál es el futuro que se espera de las relaciones entre Suiza y la UE? El profesor David Landes de la Universidad de Harvard escribe que era la “fragmentación [política, económica y cultural europea] que impulsó la competencia, y la competencia favoreció el buen manejo de buenas personas”. En contraste, la UE utiliza la “expansión” como un camino preferible para reprimir la creciente competencia internacional. Consecuentemente, es probable que la UE siga apretando su sofocante circunscripción de la república helvética, siendo seguro que Noruega e Islandia sean los siguientes. Eso es una mala noticia tanto para los contribuyentes de Europa como para las personas amantes de la libertad en Suiza.

Traducido por Nicolás López para Cato Institute.