Argentina: ¿Qué dirían Adam Smith y Milton Friedman sobre la "Ley de talles"?
Yamila Feccia y Garret Edwards explican que "Vale aclarar que una de las más comunes segmentaciones para obtener el perfil conveniente del comprador ya se lleva a cabo a través de los precios".
Por Yamila Feccia y Garret Edwards
La polémica está servida en el mundo de la moda desde hace varios años. La “Ley de Talles” busca democratizar el mercado e incluir diversidad de talles en el perchero. Asimismo, los comercios se resisten a cumplirla y prefieren costear la infracción. En este contexto, ¿estarían de acuerdo Adam Smith y Milton Friedman con esta imposición que está ganando cada vez más terreno en varias provincias argentinas?
Esta ley (Ley Nº 3.330) se aprobó en Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el año 2009, se reglamentó al año siguiente, y obliga a comercios, fabricantes e importadores de ropa a ofrecer ocho talles diferentes basados en normas IRAM. Este debate lleva más de diez años en el país pero aún no se logra garantizar su cumplimiento. Hoy por hoy, está haciendo eco en varias ciudades y provincias argentinas, tales como Córdoba Capital y las provincias de Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y Santa Cruz.
Empresarios del sector argumentaron que invertir para las minorías a través de la apertura de talles implica una descapitalización que vuelve menos rentable el negocio. Este es el punto más importante y no puede dejarse de lado. Según Milton Friedman, para que un negocio pueda sobrevivir el foco central debe estar en generar ganancias. Por lo tanto, si los gobiernos forzosamente obligan a fabricar y ofrecer talles más grandes, la rentabilidad de la empresa se ve amenazada. No obstante, obtendríamos el mismo resultado si se forzara a fabricar y ofrecer talles muchos más pequeños, ya que no es el tamaño la cuestión de fondo.
Las compañías son libres de segmentar el mercado como lo consideren adecuado. Estamos de acuerdo en que la segmentación, como su nombre lo indica, implica dividir y discriminar, como también es importante comprender que forma parte del procedimiento que compete a las reglas de juego del mercado. Vale aclarar que una de las más comunes segmentaciones para obtener el perfil conveniente del comprador ya se lleva a cabo a través de los precios.
Sin embargo, profesionales de la psicología advierten que la presión social de querer entrar en talles más pequeños y accesibles puede llevar a que una persona desarrolle trastornos en la conducta alimentaria. Siendo así, desde nuestra óptica consideramos que el individuo afectado no debe desviar sus responsabilidades en el mercado, ya que parte de ésta recae en su esfera interna y en sus familias, al jugar también un rol primordial en la transmisión de valores socio-corporales y culturales.
Por otro lado, recientemente, un diputado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires presentó un proyecto para prohibir la exposición de modelos anoréxicas en desfiles y publicidades. Apunta a aquellas modelos que no cumplan con el índice de masa corporal que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se quiere así evitar que el ánimo de la persona quede supeditado a un elenco de imágenes con mensajes indirectos que concretan y potencian un estereotipo estético alejado de parámetros de salud normales.
Es fundamental convenir que la comunicación y la publicidad son agentes divulgativos de valores socioculturales. Por este motivo, quienes estén a cargo de la comunicación —en este caso las empresas vinculadas a la moda— deben ser responsables de aquello que divulgan. Como sostiene la Dra. Elena Scherb, Directora de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), es muy valioso tener grados de libertad siempre y cuando se vinculen a una mayor responsabilidad, ya que no hay libertad sin responsabilidad, y no hay responsabilidad si no se asumen las consecuencias de las propias elecciones.
Probablemente Adam Smith y Milton Friedman tendrían mucho para decir de todo esto. Es más, de alguna forma, ambos economistas ya lo habrían expresado sin hacerlo de manera directa. El 13 de septiembre de 1970, Friedman hacía conocer un breve artículo suyo en The New York Times Magazine, titulado “La responsabilidad social de las empresas es incrementar sus ganancias”. Friedman no rehuía de ser claro en sus conceptualizaciones, y explicaba lo siguiente: “Hay una y sólo una responsabilidad social de las empresas: usar sus recursos e involucrarse en actividades diseñadas para incrementar sus ganancias, siempre y cuando respeten las reglas del juego, lo que quiere decir que se involucren en una abierta y libre competición sin engaños ni fraudes”.
Friedman creía que aceptar otra visión de las responsabilidades y obligaciones de las empresas era aceptar los presupuestos socialistas: en términos simples, es confundir responsabilidades del Estado con responsabilidades empresarias. Es poner en cabeza de los individuos particulares la responsabilidad y el peso de llevar a cabo y concretar políticas públicas (que pueden ser buenas o malas, dependiendo de cómo se las juzgue axiológicamente), sin el goce de sus correspondientes beneficios.
La conexión entre estos dos pensadores, y la hipotética respuesta que darían a la pregunta antes planteada, puede encontrarse en una de las máximas creaciones de Adam Smith: la mano invisible. Esta mano invisible ya promueve fines que no son de su intención original –de esa intención de obtener ganancias o beneficios—, fines que no fueron buscados pero que reverberan en satisfacciones para todos los demás. En definitiva, la idea de Friedman de que la única responsabilidad y obligación de una empresa es la de incrementar sus ganancias se conecta con la idea de Smith de que si cada uno hace lo que le redunda en su propio beneficio, redundará en beneficios para otros, aunque así no lo haya planeado originalmente. El carnicero y el panadero siempre vuelven a aparecer.
La discusión sobre lo impuesto y lo auto-determinado sigue estando en el centro de la mesa: uno no debería tener por qué hacer forzosamente algo que igualmente haría de manera voluntaria si así quisiera. No modifica en nada el hecho de que el acto en sí, aislado, podría ser bueno. Friedman y Smith supieron verlo, con siglos de distancia el uno del otro. Quizás para ellos no se trate de poner más tela sino, por el contrario, de hacer cada uno lo que le compete a su fin.