Argentina: La cultura del saqueo

Por Roberto Cachanosky

El empleo de la coacción, la violencia y la fuerza como métodos para obtener aquello que se desea, por más justo o merecido que sea, es una de las causas de la decadencia argentina.

Si alguien dudaba de que Argentina se dirigía de cabeza a una crisis, lo que hoy estamos viviendo debería terminar de convencerlo. Las luchas por el poder sindical llegan hasta el límite de comportamientos mafiosos. Los piqueteros están nuevamente en las calles cortando el tránsito y tomando reparticiones públicas, la calle es un caos por ausencia de autoridad, los precios se siguen disparando y el gobierno acaba de anunciar un plan de emergencia energética que refleja la improvisación con que se manejó este tema todos estos años.

En el fondo, la crisis es solo el emergente de valores totalmente subvertidos del cual el gobierno parece no haberse enterado, por el contrario, sigue dando vuelta los hechos al punto que la presidente (y digo presidente y no presidenta porque presidente es el cargo que figura en la Constitución) acaba de afirmar: “en este programa estamos yendo al tercer eslabón de la responsabilidad, que es la responsabilidad social, porque se puede tener muy buen gobierno pero si no se tienen buenas instituciones en lo privado y en la sociedad, es muy difícil abordar la transformación de un país". Con esta afirmación pareciera ser que Cristina Kirchner considera que el suyo y el de su marido han sido dos muy buenos gobiernos y que si las cosas no marchan mejor es por culpa de culpa de los empresarios y de la gente. Algo similar sostenía, Hitler cuando estaba por caer Berlín en manos de los rusos. Decía el dictador, en su delirio, que su pueblo iba a sufrir porque no lo había acompañado en el sacrificio.

Pero volvamos al caso argentino. Lo que uno ve desde décadas, y más acentuado ahora, es que al revés de lo que marca la presidente, es que justamente ha sido el Estado el que ha subvertido los valores de la sociedad y no se le puede pedir a la gente que tenga comportamientos diferentes si desde lo más alto del poder se actúa con impunidad, mentira y desprecio por el orden jurídico.

¿Qué valores puede exigirle Cristina Kirchner al resto de la sociedad si a sólo 48 horas de instalada en la casa de Gobierno se ha destapado un caso de corrupción que la involucra como candidata presidencial y compromete seriamente a su marido, que es el mentor de su candidatura?

Cuando Cristina Kirchner les exige seriedad a los empresarios y a la sociedad tiene que tener presente que las reglas de juego que hoy imperan en la Argentina fueron impulsadas por gobiernos con pensamiento populista como el de su marido y el de ella. ¿Qué valores impusieron? El de usar al Estado como instrumento de coacción para beneficio propio y de unos pocos amigos del poder. La cultura del trabajo, del esfuerzo personal fueron dejadas de lado para dar paso a la cultura de la prebenda y de la demostración de fuerza. Basta ver como facciones sindicales se enfrentan por cuotas de poder utilizando la calle como forma de manifestar su poder basado en la fuerza bruta. Aquí no hay razones, hay demostraciones de fuerza. Unos haciendo piquetes en 39 lugares diferentes de la ciudad violando el derecho de la gente a transitar libremente ante la pasividad de la autoridad pública, y otros amenazando con sacar los camiones a la calle como si fueran el séptimo de caballería.

Grupos piqueteros, que dicen ser partidarios del kirchnerismo, se dan el lujo de tomar por la fuerza bruta un edificio público en la ciudad de La Plata, lesionando gravemente a dos policías y los responsables son liberados casi inmediatamente.

Al mismo tiempo tenemos a algunos dirigentes empresariales que le chupan la media al gobierno de turno para mantener sus privilegios o los beneficios del eufemismo del tipo de cambio competitivo.

Argentina tiene reglas en las cuales el saqueo está a la orden del día. El saqueo como regla impuesta por el Estado por la cual se pervierte la ley para quitarle el fruto de su trabajo a quienes lo generaron para transferírselo a quienes no les corresponde. En nuestro país la ley está prostituida. No se la usa para establecer reglas de convivencia sino para saquear “legalmente” a diferentes sectores de la sociedad y para destruir el sistema republicano. Le ley no le pone límites al Estado, se los amplía generando océanos de corrupción.

La banda piquetera que tomó el edificio en La Plata se siente con derecho a exigir que le entreguen más dinero, canastas navideñas y no sé cuantas cosas más. ¿Quién tiene la obligación de pagar todos esos “beneficios” y por qué? ¿Qué estímulos puede tener el hombre o la mujer que se levanta temprano para ir a su trabajo a ganarse honestamente su sustento si ve que una banda de forajidos toma impunemente el edificio, es liberada y encima exige que ese señor o señora le de el fruto de su trabajo, luego de treparse viajar en condiciones infrahumanas en un colectivo, soportar los paros de subtes y aguantar los piquetes de Quebracho o la UOCRA (Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina)?

Del lado empresarial, hay sectores que, cual ladrones de guantes blancos, estimulan el tipo de cambio competitivo que no es otra cosa que cobrarle el impuesto inflacionario a la gente para transferirle a ellos los beneficios de un dólar caro, cuando no piden créditos subsidiados sin aclarar quién y por qué tienen que financiarles tal petición.

Todos piden y nadie dice por qué el que paga tiene la obligación de pagar la cuenta. Se crea así, una cultura del saqueo impulsada desde el mismo Estado, cuando no es que los mismos funcionarios del Estado forman parte del saqueo.

Ya no queda gran margen para esconder este uso desvergonzado del poder, de la mentira, para disimular la inflación, la crisis energética y la caída del salario real.

Argentina está nuevamente en la pendiente descendente porque no se han cambiado las reglas del saqueo, solo se han cambiado las personas. Y las mismas reglas con diferentes personas igual dan los mismos resultados.

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