Argentina: El renacer de la libertad
Lorenzo Bernaldo de Quirós destaca la conferencia internacional del Instituto Cato y Fundación Libertad y Progreso, la cual se llevó a cabo entre el 11 y 12 de junio en Buenos Aires.
Por Lorenzo Bernaldo de Quirós
Tras su viaje a la Rusia soviética en 1919, Lincoln Steffens acuñó una frase destinada a hacerse célebre: “He visto el futuro y funciona”. Sin duda el periodista norteamericano no vio lo que realmente funcionaba en la URSS, una espeluznante maquinaria de terror. Esta visión de una distopia confundida con el Paraíso ha de ser traída a colación cuando se analizan los primeros compases de la revolución liberal que se está desarrollando en Argentina y que, por vez primera, convierte a un país hispanoamericano en un referente de la libertad en un mundo sobre el que se ciernen las sombras del colectivismo.
La semana pasada se celebró en Buenos Aires una Conferencia Internacional bajo el título El renacimiento de la libertad en Argentina y más allá. En ella han participado intelectuales liberales de todo el mundo en apoyo y reconocimiento al proceso de cambio liderado por Javier Milei. Y, en este evento, clausurado por el Presidente no ha participado, como es normal e intenta ocultar la izquierda, ningún representante de eso que se ha dado en denominar la derecha alternativa, cuyo ideario no tiene nada que ver, como se ha señalado en otras ocasiones, con el del líder argentino. Después de décadas de decadencia y estatismo, Argentina vuelve a recuperar los principios que la convirtieron en una de las naciones más libres y prósperas del mundo.
Desde algunos-amplios sectores de la progresía se anticipa al fracaso del experimento liberal de Milei. Se dice que el Congreso ha bloqueado la Ley Bases que contiene una parte significativa de sus reformas estructurales y, en consecuencia, su programa no podrá aplicarse. Sin embargo, esta visión olvida algo elemental; a saber no se liquidan casi 100 años de estatismo en un semestre y nadie puede ocultar algunos de los extraordinarios logros alcanzados por el Gobierno Milei en un plazo de tiempo extraordinariamente corto. Y ello a pesar de la feroz oposición de todos aquellos a quienes la política de Milei les está privando y las va a privar del empleo de ese enorme fondo de reptiles y de corrupción en el que se había convertido el Estado argentino.
De entrada, el Gabinete Milei ha desplegado una estrategia de estabilización macroeconómica cuyos resultados a día de hoy se traducen en la consecución de un superávit presupuestario, comercial y de la balanza de pagos por cuenta corriente y en la yugulación de un crecimiento del nivel general de precios que abocada a una hiperinflación, como consecuencia de una contracción de la oferta monetaria de un 40 por 100. Este marco de estabilidad macro es inédito en un país en el que, de manera constante, la política siempre se había impuesto a la economía con un objetivo: satisfacer los intereses de la casta y de sus clientelas. Esto se ha acabado en la República Austral.
La consolidación de un entorno macroeconómico creíble y consistente ha tenido por consecuencia algo considerado imposible por los detractores del Gobierno; esto es, la economía argentina no ha entrado en recesión. El ajuste fiscal y monetario no ha tenido un impacto depresor sobre la economía y está creando las condiciones para que se produzca una reactivación económica antes de lo previsto. Sin duda, la aprobación de la Ley Bases por el Senado, a pesar de su relativa licuación, a acelerar e intensificar la recuperación, pero su no aprobación, caso de haberse producirse, sólo hubiese contribuido a retardar el vigor del crecimiento. En este contexto, la decisión del Gabinete Milei de no alterar el rumbo de su estrategia económica ni de hacer concesiones a los buscadores de rentas ofrece seguridad y genera confianza.
El mantenimiento de un programa de consolidación presupuestaria destinado a mantener una situación de equilibrio-superávit presupuestaria como regla va a permitir en el horizonte del medio plazo reducir la fiscalidad y retrotraer el denominado Impuesto País a la situación previa a su incremento. Esta decisión criticada por los debeladores de Milei fue una medida urgente y coyuntural cuyo único objetivo fue apuntalar la firme decisión gubernamental de lograr cuanto antes un superávit de las cuentas públicas, objetivo considerado inalcanzable por el grueso de los analistas argentinos y extranjeros.
Por otra parte es esencial señalar el enorme soporte de la sociedad argentina al cambio. Las protestas legítimas y, en gran medida, promovidas por aquellos a quienes la política económica de Milei están privando de sus privilegios regulatorios y financieros no han logrado eco sustancial alguno en el grueso de la ciudadanía. Esta voto por la ruptura con el pasado, asumiendo el potencial coste de hacerlo, pero convencida de la necesidad imperiosa de terminar con un modelo que había transformado Argentina en un país del Tercer Mundo. Nadie quiere volver al pasado excepto la nomenclatura que ya no puede usar el poder para repartir prebendas entre sus fieles y llevarse, además de los votos, una comisión a cambio de sus favores.
Sin duda, el camino emprendido por Argentina está cuajado de obstáculos, las fuerzas del statu quo a cuyo fin se asiste intentarán que el tren reformista descarrile. Sin embargo, todo sugiere que la sociedad argentina es consciente de que no hay otra forma de recuperar la libertad y la prosperidad.