Apostillas sobre los Estados Unidos
Resulta sumamente gratificante cada vez que se constata la independencia de criterio y la capacidad para la crítica y la autocrítica. Acaba de salir a la venta What Happened. Inside the Bush White House and Washington´s Culture of Deception del ex portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, el segundo de cuatro secretarios de prensa que estuvo con G.W. Bush cuando era gobernador de Texas y dos años al frente de la mencionada responsabilidad en la capital estadounidense.
Entre otras cosas, el libro de marras señala que el actual presidente optó por una campaña de propaganda política en lugar de decir la verdad al efecto de justificar la patraña de la llamada invasión preventiva en Irak que McClellan dice que fue a todas luces innecesaria. Esto no hace más que repetir lo dicho por personas responsables desde distintos rincones del planeta, lo cual fue confirmado con una claridad meridiana por Richard Clarke —el ex asesor en temas de seguridad para cuatro presidentes (incluyendo a Bush II)— en su escalofriante libro publicado hace más de cuatro años titulado Against All Enemies: Inside América´s War on Terror.
En éstas líneas quiero traer a colación unas reflexiones del entonces senador Robert A. Taft reproducidas en The New York Times en mayo 21 de 1940 al advertir de los serios peligros de que Estados Unidos se embarque en la Segunda Guerra Mundial: “Hay muchas más posibilidades de peligro de infiltración totalitaria que proviene del New Deal [de Roosevelt] de los círculos de Washington que todo lo que proviene de las actividades de los bandos nazis y comunistas” y que la entrada en la guerra “liquidará más fácilmente la democracia en América [Norteamérica] que la dictadura alemana”.
Taft no hacía más que seguir la tradición estadounidense iniciada por George Washington, quien escribió en 1795 en correspondencia dirigida a Patrick Henry: “Mi ardiente deseo es, y siempre ha sido, cumplir estrictamente con todos nuestros compromisos en el exterior y en lo doméstico; pero mantener a los Estados Unidos fuera de toda conexión política con otros países”. Siendo Secretario de Estado de James Monroe, John Quincy Adams declaró que “América [Norteamérica] no va al extranjero en busca de monstruos para destruir. Desea la libertad y la independencia para todos. Es el campeón solamente de las suyas. Recomienda esa causa general por el contenido de su voz y por la simpatía benigna de su ejemplo. Sabe que alistándose bajo otras banderas que no son la suya, aún tratándose de la causa de la independencia extranjera, se involucrará mas allá de la posibilidad de salir de problemas, en todas las guerras de intrigas e intereses, de la codicia individual, de envidia y de ambición que asume y usurpa los ideales de libertad. Podrá ser la directriz del mundo pero no será mas la directriz de su propio espíritu”.
Y, posteriormente, Henry Clay, en 1852, en la cámara de senadores, manifestó que “Por seguir la política a la que hemos adherido desde los días de Washington hemos tenido un progreso sin precedentes; hemos hecho más por la libertad en el mundo que lo que las armas pudieran hacer, hemos mostrado a las otras naciones el camino de grandeza”. La Primera Guerra hizo famosos a tres personajes desconocidos: Lenin, Hitler y Mussolini, y en la Segunda se entregaron las tres cuartas partes de Europa a Stalin.
Más adelante se intervino en Corea (un problema policial según Truman) y se dejó medio país en manos comunistas, se intervino militarmente en Vietnam para “salvarlos de la amenaza comunista” en una parte de su territorio y quedó todo el país bajo las garras comunistas, se intervino en Somalía para imponer orden y quedó el caos, se invadió Haití para establecer la democracia y quedó la tiranía, se inmiscuyeron en Bosnia y dejaron tras sí una guerra civil, irrumpieron en Kosovo para introducir una democracia multiétnica y comenzó “la limpieza étnica”, se impuso el Sha en Irán y dejó como resultado el fundamentalismo de los ayatholas y sus acólitos, se intervino reiteradamente en Centroámerica con el lamentable resultado de haber fortalecido las izquierdas a raíz de embajadores como James Cheek (Guatemala) que sostuvo que la solución para esos países “es un comunismo moderado” y Robert White (El Salvador) que insistía en su “apoyo incondicional a las políticas socialistas, que son las del futuro”. Norteamérica mantuvo las tiranías de Ferdinand Marcos en Filipinas y de Suharto en Indonesia, 25.000 soldados invadieron Panamá matando 3.000 inocentes porque Noriega ya no respondía a las directivas de Washington y se sigue con la autodestructiva guerra antinarcóticos en Colombia con los mismos efectos que tuvo la Ley Seca en Estados Unidos. Esta nefasta política exterior ha tenido “como broche de oro”, en su momento, la financiación del gobierno de Estados Unidos a Bin Laden y también la financiación a Saddam Hussein.
Actualmente en Estados Unidos —que ha descollado como el baluarte del mundo libre y esperemos que revierta sus políticas de los últimos tiempos y lo siga haciendo— se lesionan gravemente las libertades individuales en nombre de “la seguridad nacional”. En verdad, resulta paradójico que, en su época, los así denominados “aislacionistas” respetuosos de la tradición estadounidenses, han sido más intergracionistas que los autistas modernos liderados por el cowboy de hoy (que hasta camina con los brazos ubicados como si fuera a desenfundar un arma en cualquier momento) que también pone en jaque a la economía de su país debido a los astronómicos aumentos del gasto público y la fenomenal deuda estatal. En medio de esta cuadro patético de situación, la Secretaría de Estado en funciones —Condoleezza Rice— acaba de reclamar al Congreso un aumento del personal de planta para esa repartición...al efecto seguir con la faena “de construir y reconstruir naciones”(sic).
Este artículo fue publicado originalmente en El Economista (España) el 30 de julio de 2008.