Alianza del Pacífico
Juan Carlos Hidalgo dice que la falta de decisión por parte de la administración de Luis Guillermo Solís frente a la adhesión de Costa Rica a la Alianza del Pacífico no le conviene a Costa Rica.
¿A qué es exactamente a lo que va el presidente Solís a Chile la próxima semana? Según él, a “promover al país en materia de comercio e inversión” en el marco de la III Cumbre Empresarial de la Alianza del Pacífico. Pero la mejor promoción se logra con acciones y no simple palabrería. Y los hechos están a la vista: Costa Rica fue convidada a ser el quinto miembro formal de ese exclusivo bloque comercial y a la fecha la administración Solís se ha negado a aceptar la invitación.
Las excusas han estado a la orden del día. Tras rehusarse a adoptar una posición sobre el tema durante la campaña, Solís llegó al poder diciendo que la decisión dependería de una serie de análisis sobre el impacto que tendría para nuestra economía integrarse a ese bloque conformado por Chile, Colombia, México y Perú. Los resultados de dichos diagnósticos, realizados por la Cepal y la Fundación Konrad Adenauer ya trascendieron y apuntan a que el país ganaría con la incorporación.
Acabada la excusa de la falta de estudios, el presidente ha recurrido a un nada disimulado chantaje: no habrá Alianza si antes no le aprueban su paquete de impuestos, aun cuando no haya relación alguna entre uno y otro. La verdad sea dicha: Solís no apoya la Alianza del Pacífico porque siempre ha sido un proteccionista confeso y si ahora, como presidente, dice creer en la importancia del comercio y la inversión extranjera, es en el tanto estos le permiten justificar sus constantes viajes al exterior —como en esta ocasión—.
A diferencia de la Celac, la Asociación de Estados del Caribe, Unasur y otra multitud de foros regionales que le rinden pleitesía a la integración, pero no pasan de hacer cumbres para avanzarla, la Alianza del Pacífico sí va en serio. Recién el 1.° de mayo entró en vigor el protocolo que elimina los aranceles sobre el 92% de los productos intercambiados entre los países miembros. Además, se remueven obstáculos técnicos al comercio —una herramienta que, vale recordar, la administración Solís ha utilizado para entorpecer importaciones agrícolas de Chile y México—.
Existe mucho interés alrededor del mundo por lo que la Alianza del Pacífico representa: un grupo de países latinoamericanos con vocación aperturista que ven en el libre movimiento de bienes, servicios, capital y personas una oportunidad para el desarrollo. Costa Rica debe estar ahí. Darle largas a la invitación es una mala señal que vale más que mil palabras del presidente Solís.
Este artículo fue publicado originalmente en La Nación (Costa Rica) el 20 de junio de 2016.