Administración Bush pretende un imperio estadounidense

Por Charles V. Peña

La nueva "Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América" emitida por la administración Bush a finales de septiembre habla sobre la necesidad de "detener a Estados parias y a sus clientes terroristas antes de que éstos posean la capacidad de amenazar o usar armas de destrucción masiva contra Estados Unidos y nuestros aliados y amigos." Una de las respuestas a esta amenaza es el "desarrollo de un sistema balístico de defensa efectivo."

Pero dado que la nueva estrategia también señala que la disuasión podría no funcionar contra los Estados parias y los terroristas, y que por lo tanto Estados Unidos actuará preventivamente-de ser necesario-"contra dichas amenazas emergentes antes de que se constituyan", una pregunta lógica sale a flote: ¿Por qué Estados Unidos necesita un sistema balístico de defensa contra los Estados parias?

Por definición, los Estados parias no poseen actualmente misiles de largo alcance que pudieran tener armas de destrucción masiva capaces de alcanzar a Estados Unidos. Si la nueva estrategia norteamericana es simplemente la de eliminar la amenaza antes de que ésta se constituya, entonces los Estados parias nunca podrían tener la capacidad de atacar a Estados Unidos, ni podrían facilitarle esa capacidad a los grupos terroristas. Si ese fuera el caso, entonces la necesidad de tener un sistema balístico de defensa que podría costar cientos de miles de millones de dólares parecería eludible. Dicho ahorro es particularmente importante dado que el Pentágono ha gastado más de $100.000 millones desde que en 1983 el Presidente Reagan retó a la comunidad técnica a hacer obsoletas a las armas nucleares. Sin embargo, un sistema balístico de defensa operacionalmente efectivo todavía no ha sido logrado.

Por supuesto que la verdadera razón por la cual la administración Bush quiere un sistema balístico de defensa no es tanto para proteger a Estados Unidos per se (aunque así es como los proponentes formulan sus argumentos), sino para proteger a las fuerzas estadounidenses para que éstas puedan intervenir militarmente alrededor del mundo. Dicho planteamiento no está expresado en la nueva Estrategia Nacional de Seguridad, pero está explícito en un documento que muchos consideran como el "anteproyecto" de la nueva estrategia: "Reconstruyendo las Defensas de Estados Unidos", un reporte publicado en septiembre del 2000 por El Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense, y en el cual muchos colaboradores incluyen gente con cargos claves en la administración Bush, tales como el secretario asistente de Defensa Paul Wolfowitz y el subsecretario de Estado John Bolton. Este reporte hace un llamado al desarrollo y despliegue de un sistema balístico de defensa global "para proveer cimientos seguros para la proyección de poder de Estados Unidos alrededor del mundo."

Así que lo que le preocupa a la administración Bush no es verdaderamente el sistema de misiles intercontinentales que los Estados parias actualmente no tienen y que es muy improbable que desarrollen y desplieguen en al menos una década o más. Son los misiles de corto alcance (como los Scuds) que los Estados parias sí tienen hoy en día. ¿Por qué? Por que si se equipan con cabezas nucleares, biológicas o químicas, dichos misiles podrían representar un disuasivo creíble para la intervención militar estadounidense con fuerzas convencionales. Y aunque todo está cubierto con la racional de difundir libertad y democracia alrededor del globo (excepto en Arabia Saudita y Pakistán, por supuesto), la nueva estrategia nacional de seguridad trata en realidad sobre una Pax Americana, llevada a cabo mediante un poder militar dominante y un perímetro de seguridad en constante crecimiento con fuerzas norteamericanas desplegadas alrededor del mundo.

Parece que nunca se les ocurre a aquellos que persiguen esta estrategia que el resultado será un resentimiento y animosidad crecientes hacia lo que es percibido por el resto del mundo como un Estados Unidos imperialista. De hecho, una encuesta reciente muestra que a los árabes les gustan las libertades, valores y cultura norteamericanas, pero desprecian a Estados Unidos por en su política exterior. Este sentimiento encuentra eco en otros sondeos en países alrededor del planeta. Sin embargo, la conclusión no es captada por las autoridades norteamericanas: Estados Unidos debe dejar de inmiscuirse en los asuntos internos de regiones y países a lo largo del globo, especialmente cuando los intereses de seguridad nacional de este país no se ven amenazados; es decir, cuando la integridad territorial, la soberanía nacional o la libertad de Estados Unidos esté en peligro, o cuando se hace necesario prevenir la consolidación de un poder hegemónico expansionista.

Finalmente, el sistema balístico de defensa global que pretende la administración Bush es un escudo para una cruzada quijotesca en donde se utiliza la fuerza militar para construir un mundo mejor y más seguro basado en los intereses y valores estadounidenses. Pero esta estrategia tendrá el perverso efecto de hacer a Estados Unidos un país más inseguro, al sembrar las semillas de odio y de un sentimiento anti-norteamericano vehemente que podrían erupcionar en más violencia terrorista. Y un sistema balístico de defensa, sin importar que tan efectivo, no podrá proteger a los estadounidenses de terroristas que utilizan medios más fáciles y baratos para infligir más pérdidas humanas. Veamos lo que sucedió el 11 de septiembre.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.