Adam Smith sobre la compensación de los profesores
Paul Mueller reseña la crítica que Adam Smith hacía al financiamiento de los profesores, como se había empezado a realizar en destacadas universidades de Europa.
Por Paul Mueller
Adam Smith experimentó la educación superior tanto como un estudiante y como un profesor. Él pensaba que era importante que los profesores le rindan cuentas a los estudiantes, dependiendo monetariamente de ellos.
Aunque Adam Smith fue profesor en la Universidad de Glasgow durante 12 años, no ignoró los defectos de las universidades. El problema más importante que percibió en las prestigiosas universidades europeas de su época no era una falta de financiamiento o escasez de acceso. Él veía los incentivos de los profesores mal alineados. Habló particularmente mal de la facultad de Oxford, con la cual interactuó como un estudiante. Pero las universidades escocesas eran prácticamente libres de este problema, resultando en que Smith escribiera a un amigo que: “En el estado actual de las universidades escocesas, yo sinceramente las considero, a pesar de sus defectos y sin excepción, como los mejores seminarios de enseñanza que se pueden encontrar en cualquier parte de Europa”.
Smith explica que la “degradación y menosprecio” con el cual muchas universidades europeas son tratadas “surge principalmente...de los grandes salarios que en algunas universidades se les concede a los profesores, y los cuales los dejan totalmente independientes de su diligencia y éxito en sus profesiones”. Los incentivos mal alineados eran el resultado de cómo los profesores eran compensados, y por lo tanto, cómo se ejercía su rendición de cuentas. Históricamente, desde los tiempos de los griegos y los romanos, los profesores obtenían su ingreso a partir de tasas que sus estudiantes les pagaban directamente. No había universidades o carreras. Los estudiantes buscaban a profesores que podían enseñarles algo valioso y les pagaban para que lo hicieran. Estas tasas pagadas por los estudiantes todavía eran una fuente importante del financiamiento en la Universidad de Glasgow cuando Smith fue profesor allí. Henry Holme cuenta una historia de cómo Smith intentó devolver pagos a sus estudiantes cuando eligió irse antes de que terminara el año académico para dar clases particulares al Duque de Buccleuch. Sus estudiantes se negaron a aceptar sus devolución porque él ya les había enseñado tanto. Pero Smith dijo:
“‘No deben negarme esta satisfacción. Ni por los cielos, caballeros, no lo harán’; y agarrando a un joven que estaba parado al su lado por su abrigo, forzadamente introdujo el dinero en su bolsillo, y luego lo empujo para que se alejara de él. El resto vio que era en vano intentar disputar la cuestión, y fueron obligados a permitirle hacer las cosas a su manera”.
Smith sentía que era su responsabilidad fiduciaria devolver a sus estudiantes el dinero por no haber cumplido con todo lo que les había prometido. Contraste su compromiso con aquel de la facultad en otras universidades de la época:
“En vez de explicar él mismo a sus alumnos la ciencia en la que se propone instruirlos, puede leerles algún libro; y si este libro está escrito en una lengua extranjera y muerta puede traducirlo a sus alumnos o, lo que le causaría menos problemas, puede hacer que se lo traduzcan ellos... Podrá hacerlo con un mínimo de conocimiento y esfuerzo, y no se expondrá al menosprecio y la mofa, ni a decir nada que sea verdaderamente tonto, absurdo o ridículo. La disciplina del colegio, al mismo tiempo, le permitirá obligar a todos sus alumnos a que asistan regularmente a sus seudolecciones, y a que se comporten con la máxima decencia y respeto mientras dure su actuación”.
Cuando las universidades les pagan directamente a los profesores, los profesores no rinden cuentas a sus estudiantes, creando un problema de agente principal. El arreglo corta el proceso de intercambio de un servicio por dinero:
“Las dotaciones de las escuelas y colegios han disminuido necesariamente en alguna medida la necesidad de aplicación de los profesores. En la medida en que su sustento deriva de su salario, es evidente que deriva de un fondo por completo independiente de su éxito y reputación en sus respectivas profesiones”.
El problema de agente principal de que un profesor sea compensado por la universidad en lugar de serlo por sus estudiantes fija su interés “no puede hallarse más directamente opuesto a su deber. El interés de cualquier persona es vivir lo más cómodamente que pueda”. La gente tiene una tendencia natural a preferir su comodidad y perseguir sus propios intereses. Como resultado, una facultad enseñará de “la forma más descuidada y negligente”.
Incluso si un profesor “es por naturaleza una persona activa y amante del trabajo, su interés será el emplear esa actividad de forma de obtener alguna ventaja y no en cumplir una obligación de la que no obtendrá ninguna”. Sin la rendición de cuentas directa ante los estudiantes, o sin el monitoreo cercano por parte de la administración, los profesores generalmente enseñarán de la forma que sea más fácil para ellos. De esta forma incluso los profesores más energéticos e industriosos dedicarán la mayoría de su esfuerzo a proyectos que les interesan a ellos en lugar de dedicarlos a algo que beneficie a los estudiantes. Como resultado, “En la universidad de Oxford la mayor parte de los profesores oficiales hace mucho que han renunciado incluso a simular que enseñan”. Smith concluyó: “La disciplina de los colegios y universidades es algo que se concibe no para el beneficio sino para el interés, o mejor dicho para la tranquilidad de los profesores”.
Hoy, los profesores son pagados por la institución, no por las tasas directas de los estudiantes. Smith creía que dicho sistema reducía la motivación para que se imparta una buena enseñanza. A pesar de muchas excepciones, en general, Smith tenía razón. En algunas universidades de investigaciones, la facultad ha renunciado incluso a la pretensión de enseñar y ha dejado sus clases a profesores ayudantes o estudiantes de maestría. Los puestos permanentes han desplazado la educación superior todavía más hacia el camino de la indulgencia y la negligencia por parte de la facultad. Muchos profesores con puestos permanentes y que realizan investigaciones, probablemente no podrían subsistir de tasas pagadas por los estudiantes, considerando que solo imparten dos o tres cursos al año.
Smith pensó que la educación primaria creaba beneficios públicos que deberían ser financiados principalmente con tasas pagadas por los estudiantes, en lugar de ser financiados con el ingreso fiscal.
¡Imagínese lo que pensaría de los subsidios masivos a la menos esencial educación superior en las universidades e institutos de hoy! El financiamiento estatal moderno contribuye a los problemas de donaciones y rendición de cuentas que Smith vio en las universidades. Hacer que dichas instituciones sean gratuitas para el estudiante, como lo han pedido Hillary Clinton y Bernie Sanders, ciertamente hubiese aterrorizado a Smith. Esto viola sus principios de finanzas públicas —que aquellos que se beneficien en mayor medida de la provisión estatal de algún bien sean quienes paguen la mayoría del gasto a través de peajes o tasas. Hacer que la universidad sea gratuita para el estudiante elimina la última conexión indirecta entre la compensación de los profesores y los pagos de los estudiantes. ¿Mejorará eso la enseñanza deficiente en los campus universitarios? Smith creería que probablemente no.
Este artículo fue publicado originalmente en Libertarianism.org (EE.UU.) el 1 de diciembre de 2016.