5 años después EE.UU. todavía está pagando por su error en el TPP
Colin Grabow indica que el retiro de EE.UU. del Acuerdo Comercial Trans-Pacífico (TPP) durante la administración de Trump es un error que le ha pérdidas no solo económicas sino también geopolíticas.
Por Colin Grabow
El mes pasado –el 23 de enero para ser exactos– marcó el quinto aniversario de la decisión del presidente Trump de retirar a EE.UU. del Acuerdo Comercial Trans-Pacífico (TPP). El país ha estado sufriendo por ello desde entonces.
Compuesto por los EE.UU. y otros once países de la costa del Pacífico –incluyendo al peso pesado en el sentido económico, Japón– un análisis de Cato en el 2016 encontró que el TPP resultó en una liberalización comercial neta. Un estudio realizado por la Comisión de Comercio Internacional de EE.UU. calculó un aumento del PIB real estadounidense de $42,7 mil millones hasta 2032 como resultado de la membresía del TPP, mientras que una publicación del Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE) predijo ganancias en los ingresos reales de EE.UU. de $131 mil millones hasta 2030.
Pero EE.UU. se retiró del TPP y esas ganancias nunca sucedieron.
El TPP, sin embargo, tenía como objetivo algo más que reducir las barreras comerciales. También fue un intento de EE.UU. –junto con aliados de ideas afines– para ayudar a dar forma a las reglas que rigen el comercio en la región de Asia y el Pacífico. Como centro de Asia tanto geográfico como económico, China ya tiene la seguridad de tener una voz importante en estos asuntos. El TPP estaba destinado a garantizar que EE.UU. tuviera un asiento destacado en la mesa cuando se elaboraran tales reglas, antes de que optara por alejarse.
En otras palabras, las pérdidas de EE.UU. por su retiro del TPP no han sido solo económicas sino también geopolíticas. Además, si el TPP se consideró una herramienta útil para contrarrestar la influencia de China durante los años en que se negoció, ahora sería aún más valioso dada la naturaleza cada vez más compleja de la relación bilateral.
Otros países han sido menos miopes en sus políticas comerciales. Luego de la retirada de EE.UU., los miembros restantes del TPP volvieron a la mesa de negociaciones y llegaron a un nuevo acuerdo: la Asociación Transpacífica Integral y Progresista (CPTPP). Como resultado, estos países tienen a menudo un acceso más fácil a los mercados de los demás que el que disfrutan los estadounidenses. Eso es una bendición para los consumidores y las empresas de los países miembros del CPTPP que disfrutan de importaciones más baratas y mayores oportunidades de exportación.
De hecho, el CPTPP ha resultado tan atractivo que tanto China como Taiwán han solicitado unirse, mientras que Corea del Sur ha dado los primeros pasos para convertirse en miembro. Incluso el Reino Unido quiere entrar.
En los últimos años también se han llevado a cabo otras iniciativas notables de liberalización del comercio. A finales de 2020, 15 países de la región de Asia y el Pacífico concluyeron la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). Con entrada en vigor el 1 de enero de este año, la RCEP –que incluye notablemente a China– contiene reducciones arancelarias y medidas de armonización regulatoria destinadas a estimular el comercio entre los países miembros. En 2018, Japón y la Unión Europea firmaron un acuerdo comercial que entró en vigor al año siguiente.
En medio de tal integración comercial, EE.UU. se ha quedado en gran medida desde afuera mirando hacia adentro. Esto significa que el país no solo ha renunciado a los beneficios proyectados del TPP, sino que la competitividad de las empresas estadounidenses se ha visto erosionada debido a la falta de acceso preferencial al mercado del que disfrutan sus contrapartes extranjeras.
Como resultado, un análisis del PIIE de 2017 calculó que el impacto neto del TPP/CPTPP en los EE.UU. había pasado de una ganancia de $131 mil millones a una pérdida de $2 mil millones. Mientras tanto, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo descubrió que la RCEP reducirá las exportaciones de EE.UU. en más de $5 mil millones a medida que el comercio se desvíe de las empresas de EE.UU. hacia competidores extranjeros sujetos a tasas arancelarias más bajas en virtud del acuerdo.
Incluso los líderes de EE.UU. han reconocido implícitamente que la retirada del país del TPP los colocó en desventaja en el comercio. En 2019, el presidente Trump concluyó un “mini-acuerdo” limitado con Japón para recuperar algunas de las ganancias perdidas por la retirada del TPP. Presentado como el preludio de un acuerdo más integral (que nunca se dio), las mejoras de acceso al mercado realizadas a partir del acuerdo –principalmente en la agricultura y los bienes industriales– fueron aún inferiores a lo que se habría obtenido a través del TPP.
El arte del trato, de hecho.
Mientras tanto, en el frente geopolítico, un artículo reciente del Wall Street Journal señala que la inacción de EE.UU. en la liberalización del comercio le ha brindado una posible oportunidad a China:
Los pasos a favor del comercio de Beijing han alimentado las preocupaciones entre las empresas estadounidenses y sus aliados cercanos. Les preocupa que la ausencia de EE.UU. en los acuerdos comerciales regionales le dé a Beijing una oportunidad para establecer su liderazgo en el establecimiento de reglas y estándares para el comercio y la economía, particularmente en tecnologías emergentes como la inteligencia artificial y el comercio digital.
En un intento por reafirmar el liderazgo económico de EE.UU., la administración Biden está preparando una nueva iniciativa llamada Marco Económico del Indo-Pacífico. Aunque se desconocen sus contornos exactos, todo indica que no incluirá medidas de acceso mejorado al mercado como reducciones arancelarias. Eso significa que EE.UU. competirá con una mano efectivamente atada a la espalda. Si bien Beijing ofrece un mejor acceso a su vasto mercado a través de su participación en la RCEP, y posiblemente en CPTPP, Washington tendrá pocos incentivos obvios con los que influir en otros países para que adopten su conjunto preferido de reglas y estándares comerciales.
Todo esto se podría haber evitado. Si EE.UU. hubiera permanecido en el TPP y el Congreso hubiera aprobado el acuerdo, los consumidores y las empresas estadounidenses disfrutarían de importaciones más baratas y mayores exportaciones, mientras que los diplomáticos estadounidenses estarían mejor posicionados para establecer reglas comerciales en la región de Asia y el Pacífico. En cambio, todo lo que Washington tiene que mostrar por sus esfuerzos es un acuerdo comercial menos que completo con Japón y una nueva iniciativa económica cuyo atractivo para los socios comerciales de EE.UU. no está claro. En lugar de buscar esas medias tintas, EE.UU. debería volver al TPP/CPTPP. Sin embargo, eso requerirá tanto visión como liderazgo, dos aspectos básicos que, lamentablemente, faltan en Washington.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 10 de febrero de 2022.