CAPÍTULO XVII MIS CONTRIBUCIONES A LA TEORÍA ECONÓMICA[55]
Vuestra amable invitación a exponer aquí mis contribuciones a la teoría económica me honra profundamente. No es una tarea sencilla. Considerando mi obra en forma retrospectiva, me doy cuenta de que el aporte de un solo individuo a los logros totales de una época es, por cierto, pequeño; de que está en deuda no solamente con sus predecesores y sus maestros sino también con sus colegas y, no en menor medida, con sus discípulos. Sé cuánto debo a los economistas de esta nación, sobre todo desde el momento, hace ya muchos años, en que mi maestro Böhm-Bawerk dirigió mi atención hacia el estudio de las obras de John Bates Clark, Frank A. Fetter y otros eruditos de este país. Durante todo el tiempo en que desarrollé mis actividades me ha alentado el reconocimiento de los economistas norteamericanos. Tampoco olvido que cuando aún era un estudiante en la Universidad de Viena, publiqué una monografía sobre el desarrollo de la legislación laboral en Austria, y fue un economista norteamericano el primero que demostró interesarse por ella. Más tarde, nuevamente un erudito norteamericano, mi distinguido amigo el profesor B. M. Anderson, fue el primero en apreciar mi T he Theory of Money and Credit (Teoría del dinero y el crédito) en su obra The Value of Money (El valor del dinero), publicada en 1917.
I
Cuando comencé a estudiar los problemas de la teoría monetaria, existía la creencia generalizada de que la moderna economía de la utilidad marginal no podía ocuparse en forma satisfactoria de la teoría monetaria. Helfferich fue el más renombrado de cuantos sustentaron esta opinión. En su Treatise on Money (Tratado sobre la moneda) trató de demostrar que el análisis de la utilidad marginal fracasará necesariamente en sus intentos de crear una teoría del dinero.
Éste fue el incentivo que me movió a utilizar los métodos de la moderna economía de la utilidad marginal para estudiar los problemas monetarios. Para hacerlo tuve que utilizar un enfoque radicalmente diferente del de los economistas matemáticos, quienes trataban de establecer las fórmulas de la denominada ecuación del intercambio. El economista matemático da por supuesto, al ocuparse de esta ecuación, que algo cambia (obviamente, uno de los elementos de la ecuación) y qué deben seguirse necesariamente cambios correspondientes en los otros valores. Como estos elementos de la ecuación no son ítem en la economía del individuo sino categorías del sistema, económico considerado como un todo, los cambios no les ocurren a los individuos sino a todo el sistema, al Volkswirtschaft íntegro. Esta conceptualización no se ajusta en absoluto a la realidad y difiere radicalmente de los procedimientos de la cataláctica moderna.[56] Representa una vuelta a la forma de razonamiento que condenó a la frustración la obra de los antiguos economistas clásicos. Los problemas monetarios son problemas económicos y deben ser tratados de la misma manera que los demás problemas económicos. El economista monetario no tiene que habérselas con entidades universales como el volumen del comercio, considerado como el volumen del comercio total, o la cantidad de dinero, considerada como la totalidad del dinero circulante en el sistema económico integro. Menos aun puede emplear la vaga metáfora "velocidad de circulación". Tiene que darse cuenta de que la demanda de dinero proviene de las preferencias de los individuos dentro de una sociedad regida por una economía de mercado.
Hay demanda de dinero porque todos quieren tener cierta cantidad de dinero en efectivo, a veces más, a veces menos. El dinero nunca está sencillamente en el sistema económico, nunca está simplemente circulando. Todo el dinero disponible se encuentra siempre en forma de efectivo en poder de alguien. Cada unidad monetaria puede en algún momento, y con mayor o menor frecuencia, pasar de unas manos a otras, pero siempre es poseída por alguna persona y forma parte de las disponibilidades de efectivo de alguien. Las decisiones de los individuos con respecto al monto de sus posesiones de dinero en efectivo, sus elecciones entre las ventajas y las desventajas de tener más efectivo en su poder, constituyen el factor fundamental para la formación del poder adquisitivo.
Los cambios en la oferta o en la demanda de dinero nunca se producen al mismo tiempo para todos los individuos; tampoco tienen idéntico alcance para todos; en consecuencia, no influyen en la misma medida sobre sus juicios de valor ni sobre su conducta como compradores y como vendedores. Por lo tanto, los cambios en los precios no afectan a todos los bienes simultáneamente y en el mismo grado. La fórmula excesivamente simple de la primitiva teoría de la cantidad y de los economistas matemáticos contemporáneos según la cual los precios, es decir, todos los precios, se elevan o caen en proporción con el aumento o la disminución en la cantidad de dinero, es absolutamente errónea.Al estudiar los cambios monetarios debemos considerarlos como aquellos que se producen en primer lugar sólo para algunos grupos de individuos y poco a poco se extienden a la totalidad del sistema económico, hasta el punto en que la demanda adicional de los que se han visto beneficiados en primer lugar alcanza a otras clases de individuos. Sólo así lograremos una verdadera comprensión de las consecuencias sociales de los cambios monetarios.
II
A partir de estos conceptos desarrollé una teoría general del dinero y del crédito y traté de explicar la teoría de los ciclos como un fenómeno crediticio. Esta teoría, que hoy se denomina teoría monetaria o, en ocasiones, teoría austríaca de los ciclos, me llevó a realizar ciertas críticas sobre el sistema crediticio continental, especialmente el alemán. Al principio, los lectores se interesaron más en mis opiniones desfavorables sobre las tendencias de la política del Banco Central de Alemania y en mis pronósticos pesimistas, que nadie creía en 1912, hasta que pocos años más tarde se demostró que las cosas eran mucho peores que lo que yo había predicho. El destino del economista es que la gente se interese más en sus conclusiones que en sus explicaciones, y que se muestre renuente a abandonar una política cuyas consecuencias indeseables, pero inevitables, aquél ha demostrado.
III
A partir de mis estudios sobre los problemas monetarios y crediticios, que posteriormente me impulsaron a fundar el Instituto Austriaco para la Investigación de los Ciclos Económicos, comencé a estudiar el problema del cálculo económico en una comunidad socialista. En mi ensayo acerca del cálculo económico en un mundo socialista, publicado por primera vez en 1920, y más tarde en mi libro Socialism( El socialismo), demostré que un sistema económico en el cual no existe la propiedad privada de los medios de producción, no puede hallar ningún criterio para determinar los valores de los factores de la producción, y en consecuencia es incapaz de calcular. Desde que me ocupé por primera vez de este punto, han aparecido docenas de libros y cientos de artículos en idiomas diferentes que han tratado el problema; esta discusión no ha echado por tierra mi tesis. El tratamiento de los temas relacionados con la planificación, por supuesto con la planificación y la socialización totales, ha seguido una dirección completamente nueva al reconocerse éste como el punto fundamental.
IV
Del estudio comparativo de los rasgos esenciales de la economía capitalista y de la economía socialista pasé al problema conexo de si hay, además de estos dos sistemas concebibles de cooperación social, a saber, propiedad privada y propiedad pública de los medios de producción, un tercer sistema social posible. Reiteradamente se ha sugerido la existencia de esta tercera solución, un sistema que, según sus proponentes, no es socialismo ni capitalismo sino un término medio entre ambos que evita las desventajas y conserva las ventajas de cada uno de ellos. He tratado de examinar las implicaciones económicas de estos sistemas de interferencia gubernamental y de demostrar que no pueden alcanzar los objetivos que se desea lograr con su aplicación. Posteriormente he ampliado el campo de mis investigaciones para poder incluir en ellas los problemas del stato corporativo, la panacea recomendada por el fascismo.
V
Al tratar tales asuntos se hace necesaria una aproximación al tema de los valores y de los fines de la actividad humana. El reproche que los sociólogos hacen a los economistas en el sentido de que éstos se ocupan de un "hombre económico" irreal no puede sostenerse por más tiempo. He intentado demostrar que los economistas nunca han sido tan estrechos de miras como suponen sus críticos. Los precios cuya formación tratamos de explicar son una función de la demanda, y no importa qué motivos han animado a quienes tomaron parte en la transacción. Es indiferente si los móviles de los que desean comprar son egoístas o altruistas, morales o inmorales, patrióticos o no patrióticos. La economía se ocupa de los medios escasos para alcanzar fines, independientemente de la calidad de los fines. Aunque éstos se encuentran más allá del alcance de la racionalidad, cada acción consciente orientada hacia una meta específica es necesariamente racional. La actitud de condenar a la economía porque es racional y tiene que ver con la racionalidad, es fútil. La ciencia es siempre racional.
En mi tratado sobre Teoría Económica, publicado en alemán[57 ] hace pocos meses en Ginebra —próximamente aparecerá una edición en inglés[58 ] [fue editada en 1949]— me he ocupado no sólo de los problemas económicos de una sociedad regida por una economía de mercado, sino también de las economías de todos los demás tipos imaginables de cooperación social. Creo que esto resulta indispensable en un mundo en el cual se encuentran comprometidos los principios fundamentales de la organización económica.
En mi tratado he intentado considerar el concepto del equilibrio estático como meramente instrumental, y de emplear esta abstracción puramente hipotética sólo como un medio de acercarse a la comprensión de un mundo en cambio constante. Muchos economistas teóricos han olvidado el propósito subyacente a la introducción de este concepto hipotético en nuestro análisis. Si bien no podemos prescindir de esta noción de un mundo donde no hay cambio alguno, sólo debemos usarla con el propósito de analizar los cambios y sus consecuencias, o sea para el estudio del riesgo y de la incertidumbre y, por lo tanto, de las ganancias y de las pérdidas.
VI
Como consecuencia lógica de este punto de vista, se derrumban algunas interpretaciones míticas acerca de las entidades económicas. Debe evitarse el uso casi metafísico de términos tales como capital. Nada hay en la naturaleza que corresponda a las palabras capital o renta. Hay diferentes bienes, productores de bienes y consumidores de bienes. Lo que hace que algunos bienes se conviertan en capital y otros en rentas es la intención de los individuos o de los grupos actuantes. El mantenimiento del capital o la acumulación de nuevo capital, siempre son el resultado de una acción consciente por parte de los hombres que reducen su consumo hasta límites que no disminuyen el valor del stock disponible. Es un error suponer que la inmutabilidad del stock de capital es algo natural que no requiere atención especial. Con respecto a esto, disiento con las opiniones de uno de los economistas más importantes de nuestro tiempo, el profesor Knight, de Chicago.
VII
El punto débil de la teoría de Böhm-Bawerk [del Capital y del Interés] no es, como cree el profesor Knight, la inútil introducción del concepto del período de producción. Es una deficiencia más seria que Böhm-Bawerk hace remontar hasta los errores de la denominada teoría de la productividad. Como el profesor Fetter, de Princeton, me he propuesto eliminar esta debilidad basando la explicación del interés sólo sobre la preferencia temporal.
La piedra de toque de cualquier teoría económica tiene que ver con un tema que se cita a menudo, el tratamiento de los ciclos. No sólo he intentado reafirmar la teoría monetaria de los ciclos, sino también demostrar que todas las demás explicaciones recurren necesariamente al argumento principal de esta teoría. Por supuesto, la prosperidad repentina significa un movimiento ascendente de los precios o por lo menos una compensación de las tendencias hacia la baja de éstos, y para explicar esto es necesario postular un suministro creciente de crédito o de dinero.
VIII
En cada una de las partes de mi tratado he intentado tomar en consideración el peso relativo que debe asignarse a los diferentes factores institucionales y a los distintos datos económicos. Además, discuto las objeciones hechas no sólo por diversas escuelas teóricas sino también por aquellos que niegan la posibilidad de cualquier ciencia económica. El economista debe responder a quienes creen que no existe una ciencia social de validez universal, a quienes dudan de la unidad de la lógica y de la experiencia humanas y tratan de reemplazar lo que denominan conocimiento internacional (que consideran vano) por doctrinas que representan el peculiar punto de vista de su propia clase, nación o raza. Debemos cuestionar estas pretensiones, aunque para ello tengamos que afirmar verdades que nos parecen evidentes. A veces es necesario repetir verdades, porque también se repiten los viejos errores.
NOTAS AL PIE DE PÁGINA
[55] Conferencia pronunciada ante la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de New York, en el Club de la Facultad, el 20 de noviembre de 1940, pocos meses después de que el Dr. Ludwig von Mises y su esposa llegaran a New jersey, el 2 de agosto de 1940, como refugiados procedentes de la Europa asolada por la guerra. Fue también durante sus primeros meses en los Estados Unidos cuando escribió su autobiografía intelectual; véase Ludwig von Mises, Notes and Recollections, Libertarian Press, South Holland; Illinois, 1978; prólogo de Margit von Mises; traducción y post scriptum de Hans F. Sennholz.
[56] Cataláctica es un nombre dado a la ciencia de los intercambios, aquella "rama del conocimiento que investiga los fenómenos del mercado, es decir, la determinación de las mutuas relaciones de intercambio de los bienes y servicios negociados en el mercado, su origen en la acción humana y sus efectos sobre la acción ulterior". Mises, Human Action, p. 232.
[57] Nationalökonomie, Theorie des Handelns und Wirtschaftens, Éditions Union, Ginebra, Suiza, mayo de 1940, 772 páginas.
[58] Nationalökonomie fue reemplazado por Human Action, cuya edición en inglés apareció por primera vez en 1949: Yale University Press, New Haven, Connecticut, 927 páginas. Mises, en su prólogo a la primera edición, dice de Human Action: "Este volumen no es una traducción de esta obra anterior. Si bien la estructura general casi no ha experimentado cambios, todas las partes han sido reescritas".