Una moneda apreciada no hace inconveniente reducir los aranceles
Lawrence White indica que en una economía dolarizada el circulante está determinado por la demanda de sus habitantes de tener dólares al tipo de cambio actual y que el poder adquisitivo internacional del dólar no puede ser alterado por las políticas ecuatorianas.
Por Lawrence White
Un debate interesante ha surgido en Ecuador durante las últimas semanas en torno a la siguiente idea difundida por autores de un centro de pensamiento en Quito: no es aconsejable para una economía dolarizada reducir su nivel general de aranceles mientras el dólar esté apreciado en relación a las monedas de los socios comerciales regionales porque esto pondría en peligro la balanza de pagos y socavaría la “competitividad” en los mercados de exportaciones. Como varios articulistas han señalado, esto recuerda la visión mercantilista de que un país perderá mucho de su oro si no desalienta las importaciones con aranceles o promueve las exportaciones con subsidios, una visión que David Hume y Adam Smith desacreditaron hace mucho tiempo.
El debate empezó con la publicación de un ensayo en el que José Hidalgo Pallares y Daniel Baquero de Cordes –un importante centro de investigaciones económicas de Quito– sostuvieron que no era “conveniente” reducir el nivel general de los aranceles en este momento, dado que un dólar fuerte ya estaba haciendo a las importaciones más baratas y a las exportaciones más caras (al tipo de cambio actual) para Ecuador y dado que la economía está operando por debajo de su capacidad. Sus preocupaciones también eran macroeconómicas y están relacionadas a la balanza de pagos: “En los últimos años, las importaciones también han crecido más que las exportaciones...la balanza comercial, que es uno de los principales componentes de la cuenta corriente, registra un deterioro: de un superávit de $227 millones en el primer trimestre de 2018 a uno de apenas $2 millones en igual periodo de 2019”. Reducir los aranceles de forma general, argumentan ellos, “favorecería especialmente a los bienes de consumo”, mientras que “Para reactivar la economía ecuatoriana luce más recomendable tomar medidas que realmente permitan recuperar en algo la competitividad externa, a fin de fomentar las exportaciones. Aquí encaja una reforma laboral eficiente, la eliminación de la tramitología excesiva y acuerdos comerciales específicos” que le den a los productos ecuatorianos mejor acceso a los mercados en el extranjero.
La respuesta crítica al ensayo fue rápida. Gabriela Calderón twiteó de manera incrédula diciendo que Cordes, que por años había sido un crítico firme de los aumentos de aranceles impuestos por el entonces presidente Rafael Correa supuestamente para “proteger” la dolarización, ahora estaba adoptando la postura de Correa: “Increíble! Pasar 10 años quejándose de Correa para luego reproducir sus argumentos erróneos a favor de la restricción del comercio”.
Voy a sostener que el argumento de Cordes, principalmente que la conveniencia de una reducción unilateral del nivel general de los aranceles depende de condiciones macroeconómicas, es errónea. En resumen: el stock de dinero y el nivel de precios se auto-regulan en un país pequeño dolarizado. El tamaño de la economía ecuatoriana (su producto doméstico bruto) es comparable a aquel del estado de Mississippi. Ambos están dolarizados. Lo que es cierto para Mississippi, respecto de su balanza de pagos, es también cierto para Ecuador: cuando los precios locales de los bienes transables son demasiado altos para lograr un equilibrio, el arbitraje en los bienes transables hará que estos caigan. Por supuesto que la ausencia de aranceles significa que los precios de los bienes transables serán más cercanamente igualados entre Florida y Mississippi que entre Ecuador y Florida, pero una relación de equilibrio entre los precios de Ecuador y la Florida todavía existe. Esto es, los bienes transables de Florida se pueden vender a un precio más alto en Ecuador que en Mississippi, sin desatar un arbitraje, porque el gobierno de Ecuador le suma aranceles y el de Mississippi no.
El problema de la apreciación que reduce la competitividad de las exportaciones se resolverá por sí solo mediante ajustes internos (se reducirán los precios de los insumos de la producción o se aumentará la productividad) que reduzcan los precios que los productores necesitan cobrar cuando exportan bienes (esto es, aquellos que cubren los costos).
Reducir los aranceles no hace que el dinero sea más o menos abundante, ni tampoco impide el proceso de ajuste de alguna manera apreciable. Los dólares saldrán de Ecuador (una balanza de pagos “negativa”) solo y únicamente si es que el stock actual de dólares excede la demanda de los ecuatorianos de tener dólares dado el poder adquisitivo en el presente del dólar. Las políticas ecuatorianas no pueden alterar el poder adquisitivo internacional del dólar. La demanda ecuatoriana de acumular dólares prácticamente no es afectada por el nivel de sus aranceles. Si alguna relación existe, esta sería que los aranceles más bajos aumentarían ligeramente el ingreso real del país, todo lo cual incrementaría la demanda de dinero real. En general, la balanza de pagos refleja el proceso monetario de auto-corrección y los flujos volverán a la normalidad conforme el proceso haya seguido su curso.
Muchos ecuatorianos que han criticado la posición de Cordes han enfatizado un punto diferente e igual de válido, aunque este es microeconómico: los aranceles más bajos a los bienes importados son convenientes para el bienestar de los consumidores ya sea que el tipo de cambio esté flotando en relación a todas las monedas o aún cuando este esté anclado al dólar estadounidense. Tener una moneda fuerte no elimina la conveniencia de tener aranceles más bajos.
Franklin López, sin embargo, ha enfatizado de manera convincente que el miedo de la postura de Cordes a los excesivos flujos salientes de dólares viola la moderna versión teórica y empírica del análisis de David Hume, conocida como “el enfoque monetario de la balanza de pagos”. Gabriela Calderón ha señalado que la analogía entre el flujo de dólares y precios y el mecanismo Humeano de precios-especie-flujo se aplica en Ecuador, cuyos ciudadanos viven “en lo más parecido al patrón oro en el mundo moderno”, un sistema en el cual “la oferta de circulante la determinan los ecuatorianos”.
En respuesta a un crítico, José Hidalgo Pallares deja claramente establecido que, en lugar de reconocer que la balanza de pagos es una variable endógena para una economía dolarizada, esto es, ver un déficit o un superávit (flujos entrantes o salientes de dólares) como una característica de un proceso que equilibra la oferta y demanda de dinero, persiste en considerarla causal, incluso exógena: “Para un país dolarizado, el resultado de la balanza de pagos es muy relevante ya que determina si la cantidad de ‘dinero primario’ en la economía crece (cuando hay un superávit) o se achica (cuando hay un déficit)”. En lugar de reconocer que un déficit en la balanza de pagos (flujo entrante de dólares) persiste solamente hasta que la demanda de dólares sea satisfecha, luego se detiene, él no reconoce mecanismo de equilibrio alguno: “Pero en un contexto de pérdida de competitividad externa ... reducir unilateralmente los aranceles ... puede ocasionar déficits recurrentes en la balanza de pagos. Estos, al reducir la cantidad de dinero primario podrían producir una contracción crediticia con efectos negativos sobre la actividad y el empleo, poniendo en riesgo la viabilidad de la dolarización incluso socialmente”. [énfasis agregado]
Fundamentalmente, la postura de Cordes se equivoca al considerar que el gobierno de Ecuador necesita seleccionar políticas para administrar los flujos entrantes y salientes de dólares. Como la respuesta de Hidalgo Pallares dice: “La solución deseable [a un flujo saliente de dólares, visto como un problema y no como parte de un mecanismo de corrección] es fomentar un ingreso permanente de dólares, por ejemplo creando un ambiente propicio para la inversión extranjera o consiguiendo mejores condiciones de acceso para los productos ecuatorianos en los mercados externos, lo que además generaría efectos positivos en el empleo”. Esas son propuestas de políticas públicas loables para incrementar el ingreso real del Ecuador, pero no son necesarias para asegurar que los ecuatorianos retengan suficientes dólares. El stock de dólares en Ecuador, como en Mississippi, se auto-regulará.