Por última vez: El caso en contra de una guerra en Irak

Por William A. Niskanen

Por última vez, permítanme resumir el caso en contra de una guerra en Irak, esperando que el primer tiro todavía no haya sido disparado. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, ha provisto más documentación sobre algo que ya todos sabíamos desde hace algún tiempo: Saddam Hussein es un tirano embustero que controla un arsenal peligroso. Pero eso no es justificación suficiente para otra guerra contra Irak.

La administración Bush todavía tiene que desafiar cualquiera de las siguientes afirmaciones que tratan sobre si Irak es una amenaza seria a los intereses nacionales de Estados Unidos:

  • Irak no ha atacado a Estados Unidos.
  • La administración Bush no ha provisto evidencia alguna de que Irak apoyó los ataques del 11 de Septiembre.
  • Irak no cuenta con la capacidad de atacar directamente a Estados Unidos, ya que no cuenta con misiles de largo alcance, bombarderos y fuerzas navales.
  • Irak cuenta con una capacidad indirecta de atacar a Estados Unidos únicamente mediante el suministro de armamentos peligrosos a grupos terroristas que podrían penetrar en Estados Unidos. Sin embargo, tres condiciones pesan sobre la relevancia de dicha capacidad indirecta:

1. Irak no posee un historial de apoyar a grupos terroristas de “alcance mundial.”

2. No hay nada que distinga a Irak en su potencial amenaza indirecta hacia Estados Unidos. Una docena o más de gobiernos nacionales que no son amigables hacia Estados Unidos cuentan con programas de armas nucleares, químicos y/o biológicos en desarrollo.

3. Cualquier ataque terrorista que pueda ser claramente atribuible al apoyo de Irak, como fue el caso de los ataques del 11 de Septiembre con el gobierno talibán en Afganistán, provocaría una respuesta militar estadounidense y un cambio de régimen en Bagdad.

Otras situaciones, aún cuando no se haga nada con respecto a ellas, no constituyen una amenaza clara a los intereses nacionales de Estados Unidos. Éstas incluyen las siguientes: El gobierno iraquí representa una amenaza evidente para la población de Irak. El asunto aquí es si los intereses estadounidenses son claramente defendidos al utilizar la fuerza militar para derrocar a un tirano local. Irak también es una amenaza potencial para sus países vecinos. El asunto aquí es si los intereses de Estados Unidos son claramente defendidos mediante una guerra con Irak para prevenir que dicha amenaza regional suceda en algún momento, aún si, como es el caso ahora, los principales gobiernos vecinos no apoyan dicha guerra.

Un conflicto militar, por supuesto, tiene sus costos. En este caso, el principal costo de una guerra con Irak es que minaría la actual y más amenazante guerra contra el terrorismo. Críticos recursos de inteligencia serían desviados para la conducción de una guerra que no es contra el terrorismo. Otros gobiernos, cuyo apoyo no es crítico para un conflicto militar en Irak, podrían reducir su cooperación en el intercambio de inteligencia sobre terroristas y su disposición para arrestar y posiblemente extraditar a los mismos. Además, una guerra con Irak amenaza con enfurecer a militantes musulmanes alrededor del mundo y unirlos contra Estados Unidos. Aquellos que vivimos y trabajamos en Washington D.C. (y en Nueva York) estaremos más amenazados por el terrorismo como consecuencia del ataque de Estados Unidos a Irak.

Otro costo de la guerra con Irak es que la misma estará totalmente opuesta a un principio centenario de derecho internacional contra las guerras preventivas, el principio por el cual los estadounidenses siempre han podido distinguir a los malos de los buenos. Una violación de este principio por parte de Estados Unidos podría invitar a un rompimiento más generalizado del mismo. Un tercer costo de la guerra con Irak será la muerte de personas inocentes, tanto estadounidenses como iraquíes, muertes que muy probablemente sean muchas en las áreas urbanas.

Comparado con estos costos, el precio económico y presupuestario de la guerra—probablemente menos de un uno por ciento del PIB anual de Estados Unidos—parece trivial.

En resumen, la clara presentación dada por el secretario Powell proveyó más detalles sobre los engaños y transgresiones de Saddam Hussein, pero no dio información nueva que represente un caso suficiente para que Estados Unidos declare una guerra preventiva contra Irak.

William A. Niskanen es presidente Emeritus de la junta directiva y Economista Distinguido del Cato Institute.