México: Planear sin éxito
Sergio Sarmiento afirma que "Tanto los planes quinquenales de los regímenes comunistas como los Planes Nacionales de Desarrollo del gobierno mexicano nos han enseñado que la planificación central simplemente no es eficaz".
Por Sergio Sarmiento
Entiendo que no se puede navegar sin tener un destino definido de antemano. Las empresas hacen por eso planes de largo plazo. Esta visión de futuro les permite hacer inversiones que serán rentables a lo largo de muchos años.
Los gobiernos, sin embargo, han utilizado muchas veces la planificación central económica no como una forma de dar rumbo a la economía sino como un intento de remplazar la operación del mercado. El resultado ha sido provocar un desastre económico tras otro.
Los gobiernos comunistas desde la década de 1920, primero en la Unión Soviética y después en China y otros países que adoptaron esta forma de organización política y económica, empezaron a ofrecer una serie de planes quinquenales de desarrollo. Su propósito era ordenar a los productores lo que debían producir y a los consumidores lo que tenían que consumir. Cuando la testaruda realidad empezó a ofrecer resultados distintos a los ordenados, los burócratas empezaron a modificar las cifras y las estadísticas. Al final los regímenes comunistas se desmoronaron debido a la falta de productividad de su sistema de planificación central.
En México los Planes Nacionales de Desarrollo, inspirados en los quinquenales comunistas, fueron establecidos por el presidente José López Portillo en los años setenta y desde un principio fueron un fracaso. El que promovió López Portillo, y que se basaba en la idea de que México debía aprender a administrar la nueva abundancia petrolera, nunca entendió los resultados de años de exceso de gasto y endeudamiento del gobierno ni las consecuencias de tratar de mantener un precio artificialmente alto para el crudo mexicano de exportación, lo cual llevó a un virtual colapso de las ventas de petróleo en 1981.
Desde entonces, todos los Planes Nacionales de Desarrollo han sido igualmente fracasados. Los políticos mexicanos nunca han entendido que de nada sirve trazar rutas detalladas para la economía si no se generan las condiciones que permitan la inversión y la actividad económica que realmente generarán prosperidad. Los buenos propósitos acumulados por todos los gobiernos se han quedado en eso: simples buenos propósitos.
El presidente Enrique Peña Nieto dio a conocer su propio Plan Nacional de Desarrollo este pasado 20 de mayo. Los funcionarios gubernamentales afirman que en esta ocasión las cosas serán diferentes. Nos dicen que el nuevo PND sí representa una hoja de ruta detallada y realista para llevar al país a un crecimiento más rápido que permita disminuir la pobreza.
Ojalá. Pero la experiencia nos obliga a ser escépticos. Tanto los planes quinquenales de los regímenes comunistas como los Planes Nacionales de Desarrollo del gobierno mexicano nos han enseñado que la planificación central simplemente no es eficaz. Aunque no hay duda de que debemos tener una visión clara del destino al que queremos llegar, de nada sirve hacer planes si el gobierno no tiene la voluntad o la capacidad para tomar las medidas que detonarán el crecimiento y la actividad económica.
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 2 de junio de 2013.