Argentina: El problema es el modelo K, no el mercado
Adrián Ravier asevera que "Hoy Argentina se da el lujo de ignorar la escasez, porque abundan recursos sojeros, dinero de los futuros jubilados tomados como impuestos y a los cuales muy pronto habrá que agregar el crudo".
Por Adrián Ravier
En este artículo explicaba que Axel Kicillof es un académico serio y que el debate sobre YPF-Repsol es de ideas, no de personas. Mi opinión es que es un error del diario La Nación —el más leído de Argentina junto a Clarín— concentrar la atención en “Kicillof persona”, sea como marxista o sea como keynesiano, y que mejor sería refutar sus ideas, que lamentablemente hoy dominan en la política argentina.
Al respecto quiero poner atención en las palabras del Vice-Ministro de Economía en dos de sus últimas presentaciones.
En el primero de ellos, Kicillof explica —a sólo 48 hs de la nacionalización de YPF— que los empleados de la empresa recibieron muy bien la iniciativa de nacionalización, lo cual él entiende es un fenómeno social que se percibe en toda la Argentina.
Quizás me equivoque, pero mi impresión es que Kicillof entiende que el consenso que él percibe en la sociedad sobre las medidas que se toman, lo avalan a tomar una política inconstitucional. Y digo inconstitucional, no porque ignore que la constitución nacional contempla la posibilidad de expropiar en determinadas circunstancias, sino porque el procedimiento no se ha cumplido como la Carta Magna dicta. En este sentido, este gobierno cae en la democracia ilimitada, no republicana, (donde las mayorías avanzan sobre las minorías) en el que un fin justifica todos los medios, y que tanto daño le hacen a la imagen institucional del país.
Un segundo argumento de Kicillof es señalar que una empresa como Repsol-YPF que opera en varios países al mismo tiempo, pueden —y de hecho lo hicieron— explotar recursos de un país como la Argentina para invertir en otros mercados más atractivos. Al hacer esto, Argentina pierde reservas de petróleo y esto pone en jaque a toda la estructura productiva. Es por ello, que Kicillof entiende que la expropiación está justificada.
Pero lo cierto es que Argentina hace tiempo —bastante antes de la llegada de Kicillof— que practica políticas proteccionistas que buscan aislar al país de los capitales extranjeros. Al hacer esto, ofrecen un claro mensaje a los capitales extranjeros que todavía operan en el país —por herencia del noventismo— que la “fiesta” terminó, y que tarde o temprano se tomarán medidas en contra de sus negocios. Bajo este escenario K, es lógico pensar que los capitales extranjeros deben hacer sus valijas, tomar sus cosas e irse. Así, vemos que la nacionalización de Repsol-YPF es una consecuencia lógica del modelo K, que cambian las reglas de juego sobre las cuales Repsol invirtió en el pais. Y de ahí se deduce la mayor amenaza de este modelo, que a cada paso requiere de profundizar con nuevas medidas que constantemente dañarán las instituciones del país.
Y éste es a su vez, el mayor problema del modelo K, al pensar que la economía argentina puede desarrollarse de forma aislada, sin necesidad de capitales extranjeros, ni inversión, lo que contradice los principios básicos de la economía. Argentina vive una burbuja en la que se supone que no hay escasez, porque abundan recursos tributarios provenientes de la soja y recursos heredados de las “pensiones menemistas”, sin embargo, el modelo estará necesariamente limitado por las restricciones internas del modelo, al cual además, el mundo empieza a cerrarle las puertas.
Como un nuevo argumento hacia el aislamiento de la economía argentina, Kicillof agrega —también en este primer video— que el precio del petróleo es mundialmente “especulativo” y que depende de tantos factores ajenos a la Argentina, que hacen peligrar el futuro económico del modelo K. Kicillof dice abiertamente que el precio del crudo en Argentina tiene que estar aislado de factores externos.
Esto me recuerda a la “fatal arrogancia” y la “ingeniería social” a la cual Friedrich Hayek le dedicó tanta atención. Como primera pregunta: ¿Puede el gobierno aislar el precio del petróleo? ¿Por cuánto tiempo puede hacerlo? Estas son las reglas de juego que el modelo K le quería imponer a Repsol y a las cuales lógicamente la empresa desistió. Durante los últimos años Repsol-YPF se vio limitada en sus exportaciones de crudo para vender en el interior del país este mismo producto a un precio mucho menor que el del mercado internacional. Esto lógicamente cambia los números de la empresa. Repsol invirtió en la explotación de petróleo esperando venderlo a un precio internacional. Cuando el gobierno cambió las reglas de juego, claramente el negocio desapareció. Lo más lógico entonces era vender el crudo ya explotado al precio que el gobierno permite, pagar dividendos a los accionistas para recuperar la inversión realizada y esperar que el gobierno al poco tiempo expropie la compañía. Se dirá que estos capitales sólo miran el negocio y no los intereses productivos del país, pero yo más bien me pregunto cuánto puede durar un modelo de desarrollo productivo que ignora la más elemental lección de la escasez. Dicho en otros términos: ¿Por qué las empresas argentinas necesitan un precio artificial del crudo, en lugar de un precio real de mercado internacional? La respuesta la encontramos en varios años de precios artificiales de combustible que hicieron relativamente productiva a una industria incipiente que se desea sea más productiva que lo que puede ser en condiciones de mercado.
Esto también está sustentado en un mito al cual Kicillof adhiere de que una industria incipiente pueda desarrollarse sin atender a la competencia de mercado. Resumidamente, mi lectura de las experiencias de estas prácticas es que estas industrias sólo se desarrollan en el marco de la protección —en este caso, por ejemplo, bajo un precio de combustible artificialmente más bajo que el que otras empresas tienen en el exterior—, dentro de la economía local, pero que su competitividad desaparece en cuanto se abre la economía y se enfrentan a la competencia mundial. La evidencia empírica representada en numerosos indicadores como el Índice de Libertad Económica muestra que la economía sólo puede desarrollarse en un marco de feroz competencia con el mundo, para lo cual es necesario tener una política abierta al mundo, con reglas de juego claras, seguridad jurídica, lo cual conduce al crédito internacional, a las mejores prácticas de las corporaciones más competitivas del mundo, que bajo otro modelo, se sentirían atraídas por los recursos naturales y humanos de nuestro país. Pero el modelo K claramente mira para otro lado.
Anticipándome a las críticas hay que decir que este modelo de apertura nada tiene que ver con el que se practicó en los noventa, aunque Kicillof y tantos otros se han preocupado por identificar con el neoliberalismo a otro modelo populista-justicialista, como el que él mismo acompaña en este momento.
“Agitar fantasmas” es la frase con la cual cierra Kicillof este primer video y que repite incesantemente. En este caso lo hizo frente a las palabras del presidente español Rajoy, quien se pregunta qué pueden esperar otros capitales españoles o extranjeros que aun operan en el país. Lo que debe quedar claro es que el modelo K tiene un objetivo de desarrollo interno y aislado, al cual todas las empresas deben contribuir.
El segundo video es más claro aun sobre este último punto. Kicillof muestra plena consciencia de que el precio del crudo en Argentina está fijado a un precio más bajo que el que se tiene en el resto del mundo. En su exposición ante el Congreso acusa a Repsol de querer fijar precios “internacionales” del petróleo, cuando debiera entender que tal cosa provocaría un descalabro total de la economía.
Y esta es la pregunta que quiero dejar planteada. ¿Cuánto tiempo más pueden mantenerse los precios artificiales? Y cuando digo “artificiales” quiero significar que estos no son de mercado. Hoy Argentina se da el lujo de ignorar la escasez, porque abundan recursos sojeros, dinero de los futuros jubilados tomados como impuestos y a los cuales muy pronto habrá que agregar el crudo. Pero mi impresión es que este modelo de “sustitución de importaciones” no se sostiene y la historia ya lo ha demostrado.
Decía Ernesto Merimé: “¿Para qué demonio sirve la historia si nadie aprovecha sus enseñanzas?”