Calificando a los presidentes

David Boaz recuerda que el Día de los Presidentes, que se celebra a fines de febrero en Estados Unidos, es oficialmente el cumpleaños de Washington, un presidente que dio el ejemplo renunciando al poder en dos ocasiones.

Por David Boaz

Suspiro. Otro año, otra clasificación de presidentes. Y como de costumbre, a los académicos que votan en esas encuestas les gustan especialmente los presidentes que llevaron a cabo guerras y ampliaciones significativas del gobierno federal. También les gustan los demócratas, más que en años anteriores.

Esta vez se trata de la Encuesta de Expertos del Proyecto de Grandeza Presidencial, que encuesta a 154 académicos expertos en ciencias sociales en política presidencial.

A los expertos presidenciales les encantan los presidentes que amplían el tamaño, el alcance y el poder del gobierno federal. Por eso sitúan a los Roosevelt a la cabeza de la lista. Y durante mucho tiempo (en una encuesta diferente, del Siena College) situaron a Woodrow Wilson –el presidente antimadisoniano que nos dio la totalmente innecesaria Primera Guerra Mundial, que condujo al comunismo, al nacionalsocialismo, a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra Fría– en el 6º puesto. Recientemente ha caído al puesto 13, presumiblemente debido a la creciente publicidad sobre su racismo. En esta encuesta cayó del 10º puesto en 2015 al 15º este año. No lo suficientemente lejos, ni mucho menos.

Ronald Reagan, que no volvió a segregar la mano de obra federal ni convirtió una guerra europea en la Primera Guerra Mundial, cayó del 7º puesto en 2018 al 16º este año. El presidente Biden, después de tres años de ampliar enormemente el alcance y el coste del Gobierno federal, ocupa el puesto 14. John F. Kennedy, un tipo carismático cuyo mayor logro sustantivo fue el lanzamiento de la guerra de Vietnam, subió al 10º puesto. Franklin D. Roosevelt, que nunca renunció a su pretensión de poder, ascendió al número 2, superando a George Washington, que renunció al poder en dos ocasiones, asegurando que los nuevos Estados Unidos fueran una república. Lincoln ocupa el primer puesto.

Tal vez no sea sorprendente, escriben los directores de la encuesta,

esta encuesta ha visto surgir una pronunciada dinámica partidista, posiblemente en respuesta a la presidencia de Trump y a la trumpificación de la política presidencial.

Los defensores de la presidencia de Biden tienen argumentos de peso en su arsenal, pero su alta posición entre los 15 primeros sugiere un poderoso factor anti-Trump en el trabajo. Hasta ahora, el historial de Biden no incluye las victorias militares o la expansión institucional [!] que normalmente han impulsado clasificaciones más altas.

Los académicos autodenominados progresistas y conservadores no divergían mucho en sus clasificaciones de la mayoría de los presidentes hasta Reagan. Nuestros presidentes más recientes son más visibles para los participantes, y es difícil resistirse a las preferencias personales de cada uno. Reagan, los dos Bush, Obama y Biden muestran fuertes divisiones partidistas. Pero no Trump, calificado como el peor presidente por los progresistas (¿en serio? ¿peor que Wilson?) y el 3º peor por los conservadores.

En su libro de 2009 Recarving Rushmore: Ranking the Presidents on Peace, Prosperity, and Liberty, Ivan Eland da altas calificaciones a los presidentes que dejaron al pueblo estadounidense en paz para disfrutar de la paz y la prosperidad, como Grover Cleveland, Martin Van Buren y Rutherford B. Hayes. El hecho de que no pueda recordar lo que hizo ninguno de esos presidentes es una ventaja. En la parte inferior coloca a Wilson, Truman, McKinley, Polk y George W. Bush. Si alguna vez te has preguntado si un presidente en particular merece el respeto que parece recibir, podrías echar un vistazo a "Todo mal con los presidentes" de Libertarianism.org.

Últimamente hemos tenido una serie de presidentes que pensaban que su cargo estaba investido de poderes reales. Tanto el presidente George W. Bush como el presidente Barack Obama utilizaron órdenes ejecutivas para otorgarse poderes extraordinarios para hacer frente al terrorismo. La promulgación de leyes por parte del presidente, a través de decretos, es una clara usurpación tanto de los poderes legislativos otorgados al Congreso como de los poderes reservados a los estados. El principal deber del presidente según la Constitución es "velar por el fiel cumplimiento de las leyes", no hacer leyes, como han hecho cada vez más presidentes.

Paul Begala, asesor de Clinton, se jactaba: "Un trazo de la pluma, ley del país. Es genial". El Presidente Barack Obama declaró: "No vamos a quedarnos esperando a la legislación.... Tengo un bolígrafo, y tengo un teléfono, y puedo usar ese bolígrafo para firmar órdenes ejecutivas y tomar acciones ejecutivas y acciones administrativas que hagan avanzar la pelota". El presidente Donald Trump subió la apuesta: "Tengo un Artículo II, en el que tengo derecho a hacer lo que quiera como presidente".

El presidente Biden ha presumido de utilizar el poder ejecutivo para condonar la deuda estudiantil, apoyar las "energías limpias", imponer una moratoria de desahucios y mucho más. Pero eso no es suficiente para sus partidarios "progresistas", que le han instado a imponer una amplia agenda legislativa por orden ejecutiva, actuando una vez más como si la falta de voluntad del Congreso para aprobar la agenda del presidente fuera justificación para la fiat ejecutiva.

Así han despreciado abiertamente los presidentes el proceso legislativo. Deberían echar un vistazo a la propia página web de la Casa Blanca, donde leerían: "Según el Artículo II de la Constitución, el Presidente es responsable de la ejecución y el cumplimiento de las leyes creadas por el Congreso". Exacto. No de hacer las leyes, sino de ejecutarlas y hacerlas cumplir. No importa qué agenda pretenda imponer el presidente por orden ejecutiva, el Congreso debe impedírselo. El órgano en el que la Constitución delega "todos los poderes legislativos aquí concedidos" debe hacer valer su autoridad.

En este Día de los Presidentes –que oficialmente es el cumpleaños de Washington– pensemos en el ejemplo que nos dio George Washington. En dos ocasiones renunció al poder, marcando una pauta para los futuros presidentes. Y, citando de nuevo a WhiteHouse.gov, como presidente "no infringió los poderes de elaboración de políticas que, en su opinión, la Constitución otorgaba al Congreso".

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 20 de febrero de 2024.