México: Un Estado no atrapado

Sergio Sarmiento considera que "El Estado no está atrapado, pero no parece tener la capacidad para detener los homicidios, incluso de niños y jóvenes, que se han vuelto tan comunes en nuestro país".

Por Sergio Sarmiento

Diez jóvenes, entre ellos siete menores de edad, fueron emboscados y masacrados cerca del poblado de El Naranjo en Pueblo Nuevo, Durango, el pasado 28 de marzo. Ya nadie se atrevió a decir que se trataba de pandilleros o sicarios. Esa forma fácil de descalificar los homicidios vinculados con el narco se ha desgastado de manera muy notable, sobre todo porque los familiares, como ocurrió en los casos de los jóvenes de Villas de Salvárcar en Ciudad Juárez, los del restaurante El Ferri de Torreón o los estudiantes del Tec de Monterrey, ya no se quedan callados y salen con valor a los medios de comunicación para denunciar que, después del agravio de la muerte de sus hijos, el gobierno los difama para tratar de escapar de su responsabilidad.

Quizá era demasiado difícil acusar a estos jóvenes de ser sicarios o pandilleros. El más joven contaba con apenas ocho años de edad. Había una niña de 11 y otra de 13 así como dos jóvenes de 15 años.

El presidente de la república, Felipe Calderón ha dicho en varias ocasiones que el problema del país es de comunicación y no realmente de violencia. Los medios de comunicación de México, en su opinión, generan el problema porque hablan mal del país. Nadie en Brasil, ha dicho, habla mal de su país a pesar de que hay también ahí muchos homicidios. Pero yo me pregunto si en algo ayudaríamos los periodistas a nuestro México si empezáramos a callar información sobre matanzas como las de Pueblo Nuevo, Villas de Salvárcar, El Ferri o el Tec de Monterrey.

El secretario de gobernación, Fernando Gómez Mont, declaró poco después de darse a conocer los detalles de la matanza de Pueblo Nuevo que “el Estado mexicano no está atrapado porque eso es inconcebible… Lo que se está consolidando —afirmó— es una confrontación interna y una hipótesis es que los sicarios se están enfrentando a sus jefes tradicionales, en una lucha por el control de las rutas, recursos y fuentes de ingresos, especialmente de los Zetas frente a aquellos que habían sido asociados o habían buscado sus servicios como funcionarios.”

Es muy difícil, por supuesto, imaginar cuál ha sido la ruta, recurso o fuente de ingresos que defendía Juan Francisco Sarabia Mancinas de apenas ocho años de edad. Es bueno saber que este niño sabe que el Estado mexicano no está atrapado y que el secretario de gobernación puede vivir con tranquilidad gracias a la fuerte custodia que lo protege las 24 horas los 365 días del año.

Pero aunque podemos celebrar que el Estado no está atrapado, los ciudadanos mexicanos si nos hemos vuelto rehenes de una violencia que el Estado o no quiere o no puede controlar. El propio ingeniero Daniel Delgado Meraz, presidente municipal de Pueblo Nuevo, me dijo en una entrevista que la zona en que se registró la matanza tiene tal presencia del crimen organizado que los propios funcionarios del ayuntamiento no pueden entrar o lo hacen bajo un enorme riesgo.

El Estado no está atrapado, pero no parece tener la capacidad para detener los homicidios, incluso de niños y jóvenes, que se han vuelto tan comunes en nuestro país. Afortunadamente los funcionarios gubernamentales sí están protegidos por sus escoltas de esta violencia que a tantos mexicanos afecta. Quizá por eso pueden estar tan seguros de sí mismos.

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