México: Normas para violar
Sergio Sarmiento señala como ejemplo la manera en que los partidos quebrantan la norma que obliga a que 30 por ciento de los candidatos a cargos de de elección popular sean mujeres.
Por Sergio Sarmiento
¿Para qué sirven las reglas? En México, para violarlas. Los mismos que las hacen son quienes más abiertamente las quebrantan.
Ahí está como ejemplo el caso de la norma que obliga a que un 30 por ciento de los candidatos a cargos de elección popular en nuestro país sean mujeres. Para empezar es una regla discriminadora y humillante, porque significa que los políticos piensan que las mujeres no tienen capacidad para llegar a esos cargos de elección por méritos propios. Necesitan, según ellos, que se les otorguen cuotas especiales para compensar su condición de mujeres.
Pero una vez que los partidos cumplen aparentemente con esa regla y postulan a un 30 por ciento de candidatas, las obligan a renunciar para que sus sustitutos, casi todos hombres, tomen su lugar.
La lista ahí esta. Al día siguiente de la primera sesión de la LXI legislatura, ya habían “pedido licencia”, o sea, ya habían renunciado, para hablar con claridad, las diputadas del PRI, Ana María Rojas Ruiz y Yulma Rocha Aguilar. El propósito era dejar sus curules a los varones Julián Nazar y Guillermo Ruiz de Teresa.
En el Partido Verde las renunciantes incluyen a Carolina García Cañón, Mariana Ivette Ezeta Salcedo, Laura Elena Ledesma y Katia Garza Romo. Todas ellas serán reemplazadas por hombres. En el PRD ha renunciado Olga Luz Espinosa y en el PT Anel Patricia Nava, también para dejar sus lugares a hombres.
Tenemos, es cierto, un caso a la inversa, el de Rafael Acosta, alias Juanito, quien supuestamente debe renunciar al cargo de jefe delegacional de Iztapalapa para que lo pueda ocupar Clara Brugada, como lo ha ordenado Andrés Manuel López Obrador. Pero el tema viene a ser el mismo. Se pide a los electores que voten por un candidato que no tiene intención de ocupar el puesto ganado. La resistencia de Juanito a renunciar a su puesto, sin embargo, nos demuestra que los títeres a veces no son tan manipulables.
La regla para colocar un mínimo de 30 por ciento de mujeres en las listas de candidatos a cargos de elección popular ha sido, como vemos, un simple engaño de los políticos, como lo ha sido también la pretensión de que la reforma electoral tenía el propósito de disminuir el número de spots políticos o de reducir los costos de los partidos y del sistema electoral del país. Lo único que nos ha demostrado este último proceso es que los políticos hacen reglas simplemente para violarlas ellos mismos.
Éste es un problema muy de fondo en nuestro país. Los legisladores crean impuestos, por ejemplo, que paga toda la población pero que ellos evitan de mil maneras diferentes. Hacen también leyes y castigan a los gobernados por violarlas, pero ellos mismos se dan un “fuero” que les permite desecharlas sin ninguna responsabilidad. Hasta los policías violan constantemente las normas que deben hacer cumplir a los demás.
No sorprende que los políticos tengan tan mala reputación en nuestro país. Quizá la gente común y corriente no pueda hacer nada frente a sus abusos y a sus engaños. Pero sí puede, por lo menos, castigarlos con el látigo del desprecio. Qué otra actitud podemos tener ante unas personas que establecen reglas con el propósito desde un principio de violarlas.
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