Venezuela hoy
Aníbal Romero comenta los resultados del referendo que se dio en Venezuela el 15 de febrero.
Por Aníbal Romero
Si bien es cierto que el abuso de poder y la intimidación caracterizaron la reciente campaña electoral del régimen, sería dañino para la oposición atribuir el triunfo de Chávez exclusivamente a esos factores. Debemos reconocer que Hugo Chávez es un demagogo formidable, con inmensa capacidad de trabajo e innegables dotes de comunicador político. Por otra parte, las divisiones, rencillas y mezquindades continúan plagando a no pocas individualidades y partidos en el campo democrático.
Hemos avanzado de manera gradual y en medio de grandes dificultades en la lucha contra un régimen condenable, pero todavía existen significativos retos.
El primero consiste en comprender que a pesar de su naturaleza autocrática, excluyente y represiva, el régimen continuará buscando su legitimación a través del ejercicio del voto, y la oposición requiere perseverar con su estrategia de paulatina asfixia democrática. Los atajos y otros actos de prestidigitación política deben ser inequívocamente descartados.
En segundo término, la estrategia de asfixia democrática aplicada al régimen chavista, necesita de la unidad y coherencia comunicacional de todos los principales partidos y dirigentes de oposición. Hasta ahora, por duro que sea señalarlo, las principales cabezas visibles del campo democrático proyectan una imagen difusa, en ocasiones contradictoria, y no pocas veces parecieran colocar sus intereses personales y los de sus partidos por encima de lo que exige la lucha común contra un adversario poderoso, hábil, y carente de escrúpulos.
No dudo que las crecientes dificultades económicas y sociales deteriorarán paso a paso a Chávez y su régimen, pero llama la atención que después de una década de incompetencia, corrupción, desatinos y tropelías de todo tipo Chávez preserve todavía el apoyo de tanta gente. En no poca medida ello tiene que ver con las fallas de la oposición y no primordialmente con las destrezas políticas del caudillo “bolivariano”. Pienso que en el campo democrático hemos tenido poca humildad para reconocer nuestras deficiencias, aprender de los errores, concentrar recursos donde más hacen falta, deponer actitudes egoístas, desarrollar un mensaje y una visión convincentes y creíbles para las mayorías, y concretar un mecanismo de coordinación política que permita combatir en el terreno electoral con cohesión y eficacia.
Tengo la impresión de que buen número de figuras políticas y partidos de la oposición democrática, se preocupan más por sus respectivos objetivos y los posibles resultados de sus toldas que por los logros del conjunto, en función del propósito de poner fin, democráticamente, al régimen imperante. Ha sido en lo fundamental el esfuerzo espontáneo de la sociedad civil, ahora encabezada por la vanguardia del movimiento estudiantil, lo que ha permitido que Chávez no termine de cerrar el círculo del poder total, y deba acudir al veredicto popular. Mas insisto: la contribución de la dirigencia política y de los partidos es esencial, y es aquí donde las grietas de la oposición se hacen patentes.
Es tiempo para un cambio real de actitud de parte de los dirigentes políticos de oposición. Me temo que están decepcionando a muchas personas de buena voluntad, que no se han colocado en el plano que las circunstancias demandan, y que ante los desafíos que se avecinan resulta imperativo un supremo esfuerzo de unidad, trabajo común, y coordinación carente de ruindades. El porvenir del país en su conjunto es y siempre será más importante que el futuro de cualquier individuo o partido político.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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