Costa Rica: ¿Libre mercado o mercantilismo?

Por Juan Carlos Hidalgo

Mercantilismo es desigualdad; liberalismo, acceso a los beneficios del libre mercado

Costa Rica ha experimentado en los últimos años un crecimiento económico sostenido, alimentado por exportaciones y flujos de inversión extranjera en constante aumento. Sin embargo, el nivel de pobreza se mantiene incólume, y la desigualdad aumenta con los años. Muchos señalan que este es el resultado de la implementación de políticas de libre mercado por parte del Gobierno, las cuales enriquecen a unos pocos mientras grandes sectores de la población quedan rezagados. ¿Será este el caso?

El diagnóstico es parcialmente acertado. Las políticas de este y otros Gobiernos son las responsables por el aumento en la desigualdad, sin embargo el libre mercado tiene poco que ver con ellas. El mercantilismo es el denominador común en la agenda económica de la administración Arias. Así lo podemos ver en varios ejemplos:

En política cambiaria, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) rehúsa permitir que el colón se aprecie, aun cuando las señales del mercado son inequívocas en cuanto a que el valor del dólar debería caer. Prueba de ello es que el tipo de cambio esté pegado a la banda inferior desde que se introdujera el sistema de bandas, y que el Central haya tenido que intervenir en repetidas ocasiones para evitar que el precio del dólar cayera por debajo de dicho límite. El Índice Big Mac de The Economist confirma que el colón está subvaluado con respecto al dólar, según la revista en un 32%.

¿Por qué entonces el BCCR no permite que nuestra moneda valga más? Evidentemente para no perjudicar a los exportadores, cuyas ventas serían menos competitivas si el colón fuera más caro. Esto, sin embargo, perjudica a cientos de miles de familias que verían aumentar el poder de compra de sus salarios y pensiones si tan solo el BCCR permitiera que sus ingresos en colones valieran más, como sucedería si el tipo de cambio flotara libremente. Así, tenemos a un Banco Central que abiertamente utiliza la política cambiaria para transferir recursos de los asalariados a los exportadores del país.

Pero no solo en política monetaria podemos encontrar este mercantilismo del siglo XXI. Recientemente estuvo en Costa Rica un equipo de investigadores del Banco Mundial para presentar el informe Haciendo Negocios. Los resultados son desalentadores: El país se sitúa en la posición 105 como una de las economías más reguladas del planeta, por detrás de países como Nepal, Etiopía y Bangladesh. Instalar una empresa en Costa Rica toma 77 días, mientras que en otros países del área se puede hacer hasta en 26 días. ¿La consecuencia? Más de un 40% de la población se encuentra en la economía informal, al no poder hacerle frente al mar de regulaciones.

Esta es un área en donde la administración Arias tiene la potestad de hacer la diferencia, dado que mediante decreto se puede desmantelar toda la telaraña de regulaciones sin necesidad de aprobación legislativa. Lamentablemente, ha pasado un año y no hemos tenido avance alguno, todo lo contrario, se han anunciado nuevas regulaciones a negocios como los gimnasios y las salas de bronceado. Y en Costa Rica solo existe una ventanilla única para agilizar los trámites para empezar una empresa, y está reservada para... sí, los exportadores. Además, el ministro de Comercio Exterior anunció hace unos meses la simplificación de trámites, pero solo para las empresas en zonas francas. ¿Por qué no al resto de los costarricenses?

Pero es en la política comercial en donde podemos ver al mercantilismo gubernamental en todo su esplendor. Las autoridades al hablar de libre comercio solo mencionan datos sobre exportaciones, dando la impresión de que únicamente los exportadores se benefician de la apertura comercial. Los consumidores son ignorados. Y la realidad no es muy distinta de la retórica. En el TLC los productos básicos que más benefician a los pobres fueron excluidos o enfrentan períodos de desgravación hasta de 20 años.

Según un estudio del economista Ricardo Monge, desde mediados de los noventa no se han reducido los aranceles a los productos que consumen los pobres, como la leche, el pollo, el arroz y la carne. Más bien el Gobierno ya ha anunciado que buscará la exclusión de algunos de estos bienes en el Acuerdo de Asociación que pronto se negociará con la Unión Europea. Otro estudio de Monge y Julio Rosales demostró que esta “protección” a productos “sensibles” reducía el ingreso de los que menos tienen en un 41%. ¿Alguna duda del por qué muchos pobres no se sienten beneficiados del aumento en el comercio que experimenta el país?

Como podemos ver, las políticas de la actual administración están enfocadas en dejarles la apertura y los mercados a los exportadores, mientras que a los pobres se les encarece la vida a través de aranceles, regulaciones y tipos de cambio manipulados. He aquí la diferencia entre el mercantilismo que aumenta la desigualdad en tiempos de crecimiento económico y el liberalismo que consiste en dar igual acceso a los beneficios del libre mercado a toda la población mediante políticas no discrecionales. Resulta imperativo que los que creemos en el libre mercado tomemos la bandera de la inclusión de los más pobres en la economía globalizada y denunciemos el mercantilismo del actual Gobierno. No hacerlo nos hace cómplices de la exclusión social que vivimos.

Este artículo fue publicado originalmente por La Nación (Costa Rica) el 18 de marzo de 2007.