México: Una fiesta muy costosa

Sergio Sarmiento opina que "no tiene sentido...gastarse miles de millones de pesos en una fiesta suntuosa en un momento en que el norte del país vive agobiado en el temor por la violencia y el sureste sumido en inundaciones que parecen no tener fin".

Por Sergio Sarmiento

Con justa razón los mexicanos debemos celebrar el bicentenario del inicio de la independencia. Cualquier pretexto para conocer y entender nuestra historia debe ser bienvenido. Esa es la razón fundamental de cualquier aniversario. Entender el pasado para construir un mejor futuro.

Lo que no tiene sentido es gastarse miles de millones de pesos en una fiesta suntuosa en un momento en que el norte del país vive agobiado en el temor por la violencia y el sureste sumido en inundaciones que parecen no tener fin.

No tiene caso gastarse 690 millones de pesos ($53,8 millones), casi el doble de lo presupuestado originalmente, en un monumento como la Estela de Luz, que en lugar de estar listo este 16 de septiembre tendrá que inaugurarse en un año o más tarde todavía.

Es absurdo cerrar el Paseo de la Reforma, una de las principales vialidades de la ciudad de México, y restringir la circulación en toda la zona central durante días a pesar de las pérdidas económicas y molestias que esto ocasiona a las empresas, comercios y residentes de la zona, precisamente a quienes con sus impuestos pagan el festejo. Es insensato gastarse cientos de millones de pesos en un espectáculo de luz y sonido o en fuegos de artificio que se verán sólo una vez y que contaminarán el ambiente.

Ninguno de estos festejos del bicentenario lleva realmente a la reflexión sobre nuestra historia. Peor aún, ninguno promueve la construcción de un mejor país. Son un ejemplo más de la tendencia del mexicano, ya señalada por Octavio Paz en El laberinto de la soledad de 1950, de hacer fiestas como una forma de compensar las carencias materiales y la falta de voluntad para tomar medidas para promover una mayor prosperidad.

Quizá más lamentable es el hecho de que los contribuyentes, quienes estamos pagando el costo de toda la celebración, no sabemos a ciencia cierta cuánto estamos pagando. Tenemos información parcial sobre cada uno de los proyectos, como la Escultura de Luz, pero no una visión que alcance todas las actividades y nos permita conocer realmente el costo acumulado. Hay que añadir que el hecho de que cada gobierno esté haciendo sus propios gastos para el bicentenario hace todavía más difícil tener una idea de la suma total.

Mucho podríamos haber logrado como país con los más de 3.000 o 7.000 millones de pesos (entre $234 millones y $545 millones) que se están gastando en los festejos del bicentenario. Imagine usted becas para estudiantes a cambio de que cada uno escribiera un ensayo sobre el tema de la independencia y la revolución. O un programa para apoyar a las familias más pobres del país.

Es verdad que los políticos, desde los tiempos de la antigua Roma, han recurrido a la fórmula de pan y circo para mantener bajo control a la población, pero quizá el problema es que en México nuestros políticos han sido más capaces de ofrecer circo que pan. Ya Porfirio Díaz lo demostró en las celebraciones del centenario en 1910. Lo triste es que a un siglo de distancia el gobierno no haya aprendido la lección.

Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 14 de septiembre de 2010.

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