México: Impuestos para la pobreza

Sergio Sarmiento argumenta que sumarle 2% al ya existente 15% de impuesto al valor agregado no es preciso justo cuando la economía mexicana intenta salir de la recesión.

Por Sergio Sarmiento

En México es una constante: los políticos cometen los errores pero los ciudadanos pagan por ellos.

El presidente Calderón ha lanzado un presupuesto para el 2010 que se caracteriza por un alza generalizada de impuestos y la creación de gravámenes nuevos. Si la iniciativa fuera aprobada por el Congreso, habría un nuevo impuesto al consumo de 2 por ciento, por arriba del actual 15 por ciento del IVA (Impuesto al valor agregado) y que se aplicaría también a alimentos y medicinas. La tasa máxima del impuesto sobre la renta aumentaría de 28 a 30 por ciento. Se elevarían los impuestos especiales que actualmente se cobran a la cerveza, los cigarrillos y las bebidas alcohólicas. Se aplicaría además un nuevo impuesto de 4 por ciento a las telecomunicaciones, como el internet, la televisión de paga y la telefonía; sumado al 2 por ciento al consumo y al 15 por ciento de IVA llevaría la carga fiscal en este sector a más de 21 por ciento.

La reacción de subir impuestos en momentos de crisis ha sido típica de los gobiernos mexicanos en tiempos de dificultad. En la última gran crisis, la de 1995, el régimen de Ernesto Zedillo elevó el IVA de 10 a 15 por ciento. El gobierno ha encontrado en los momentos de problemas económicos la oportunidad de aumentar sus ingresos sin importar que se deje postrada la economía nacional.

Estas nuevas alzas de impuestos se proponen sólo dos años después de que el gobierno de la república impulsó una “reforma fiscal” que supuestamente sería definitiva y liberaría a la administración pública de la dependencia de los precios del petróleo. La reforma del 2007, que incluyó un nuevo impuesto al ingreso llamado IETU, fue un fracaso. Por eso, hoy el gobierno vuelve a subir los impuestos y a crear otros nuevos.

Homologar el IVA a todos los productos y servicios a una tasa razonable de, por ejemplo, 10 por ciento, sería quizá beneficioso. Pero el nuevo impuesto al consumo de 2 por ciento, por encima del 15 por ciento de IVA, complica aún más el pago de impuestos y no elimina los problemas técnicos de la tasa cero del IVA en alimentos y medicinas.

El aumento a la tasa máxima del ISR (Impuesto sobre la renta) se convierte en un nuevo golpe a la inversión y al trabajo en un momento en que precisamente México necesita inversión y trabajo para salir de la crisis. Los aumentos a los impuestos especiales tienen efectos distorsionantes sobre los mercados. El nuevo gravamen a las telecomunicaciones es un golpe brutal al único segmento de la economía que está creciendo. Con una carga fiscal de más de 21 por ciento será imposible que aumente la difusión del internet, la cual es indispensable para tener una economía más competitiva.

El presidente Calderón afirma que estos impuestos tienen el propósito de combatir la pobreza. La experiencia nos dice, sin embargo, que la única pobreza que ataca el gasto gubernamental en México es la de los burócratas y funcionarios y la de los contratistas que trabajan para el sector público. Mientras tanto, la consecuencia económica de este aumento de impuestos en tiempos de crisis será un empobrecimiento generalizado de los mexicanos.

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