¿Matará el coronavirus a la Unión Europea?
Doug Bandow indica que la crisis del coronavirus está acabando con cualquier ilusión de solidaridad entre los países miembros de la Unión Europea.
Por Doug Bandow
COVID-19 tardó varias semanas para emigrar en masa de China hacia Europa, pero el continente ahora está lleno del virus. La pandemia ha llegado con fuerza a Italia y España. Otras naciones esperan la enfermedad, esperando desacelerar su contagio.
Esta enfermedad ha matado y matará a muchos europeos. También podría matar a la Unión Europea (UE), o al menos la idea de la comunidad europea en cualquier sentido significativo.
En nombre de la solidaridad Italia se acercó a sus vecinos para recibir asistencia frente a la crisis del coronavirus que amenazaba con abrumar los recursos de sus sistema de salud. Quedándose sin camas de cuidados intensivos, los doctores recibieron la orden de “procure brindar tratamiento de cuidados intensivos a los pacientes con la mayor probabilidad de sobrevivir”. Aquellos con mayor probabilidad de morir serán abandonados para…morir.
Los europeos puede que no estén sorprendidos de ver lo que eso suceda en el interior menos rico de China. Pero, ¿en el continente industrializado, avanzado, y liberal de Europa? Roma hizo un llamado a sus vecinos, países con los cuales se unió a la UE. Estos son estados que se jactaban de su supuesta superioridad moral frente al “capitalismo anglosajón” resultando de sus economías más socialmente conscientes, las cuales promovían la “solidaridad” hacia otros.
Pero los italianos descubrieron que los números de teléfono de todos los europeos estaban ocupados. Nadie ofreció nada. Austria le cerró la frontera a los italianos que no podían comprobar que estaban libres de la enfermedad. Alemania prohibió la exportación de equipos médicos de protección, como las mascarillas. La empresa 3M señaló dicha prohibición para explicar por qué no podía atender los requerimientos de Italia.
Esto no significa que el pedido de Roma fue totalmente ignorado. China envió un avión conteniendo 31 toneladas de insumos, acompañados de profesionales médicos.
La negativa de sus vecinos de ayudar fue agravada por Christine Lagarde, la presidenta francesa del Banco Central de Europa, quien dijo que no era la responsabilidad de su institución “cerrar el margen” entre los bonos italianos y alemanes. Sus comentarios desataron un incremento masivo en los costos de financiamiento para Roma. Esto, a su vez, desató una caída de 17 por ciento en la bolsa de valores de Italia.
Italia desde hace mucho ha sido uno de los enfermos del continente. Aunque Grecia capturó gran parte de la atención con su casi default, la amenaza que presenta Roma, cuyas operaciones industriales y regulaciones escleróticas estaban por encima de la productividad y la eficiencia, era mucho peor. Italia posee la cuarta economía más grande del continente; el PIB de $2,1 billones (“trillions” en inglés) es más grande que el de Rusia, y más allá de la capacidad de ser rescatada por la UE. Italia podría salir del Euro y hacer caer bancos a lo largo del continente.
Sin embargo, los europeos no tienen interés alguno de subsidiar lo que ellos ven como el despilfarro italiano. Roma muchas veces ha estado en desacuerdo con la UE y sus miembros dominantes, particularmente Alemania y Francia. Durante la crisis del Euro hace una década Berlín trabajó para que saliera del poder el Primer Ministro Silvio Berlusconi, debilitado por una pérdida de su mayoría parlamentaria, que desató quejas porque la nación estaba siendo tratada como una colonia. Ese fue tan solo uno de los conflictos de Roma con Bruselas y sus poderes dominantes, los cuales ayudaron al auge de un poderoso movimiento populista.
El columnista del Financial Times Tony Barber señaló que “De entre los 19 miembros de la eurozona, Italia sobresale como el único que nunca se recuperó totalmente de la crisis de la deuda soberana y de los bancos que afligió a la unión después del 2000. El sector de manufacturas de Italia se encogió en un cuarto durante esa crisis. Muchos de sus bancos, cargados con deuda pública, siguen siendo frágiles”. La pandemia COVID-19 probablemente empujará a Italia del precipicio.
Aún así, opinaba Nathalie Tocci del Instituto de Roma para Asuntos Internacionales: “Esto es volver al futuro, donde Italia se queda sola”. Agregó: “Este fue el caso con la crisis de la Eurozona, luego con la crisis de los inmigrantes en 2015-2016 y ahora con la crisis del coronavirus. Esta es la misma vieja historia y las implicaciones políticas podrían ser masivas”.
En 2018 una coalición populista de izquierda y derecha tomó el poder, siendo Matteo Salvini siendo la figura dominante. Roma discutió con Bruselas acerca de su presupuesto que rompía las reglas y acerca del tratamiento duro hacia los migrantes. El año pasado Salvini rompió la coalición en un intento de catapultar su Liga del Norte hacia el control. Ese esfuerzo fracasó, pero sigue siendo el político más popular del país y es probable que obtenga el puesto del Primer Ministro. De hecho, él ha atacado los esfuerzos inadecuados de contención, fortaleciendo la línea dura de su partido en torno a la migración internacional y la seguridad en las fronteras.
El fracaso de Europa de actuar le proveyó otra causa célebre. Salvini se quejó: “Italia necesitaba ayuda y ha recibido una cachetada en el rostro”. Él dijo que quería una compensación del Banco Central de Europa: “La única ayuda que ha venido de Europa ha sido aquella de provocar el colapso de la bolsa de valores y de hacer que el margen enloquezca”. Incluso el más centrista Primer Ministro y el Presidente criticaron la respuesta del continente. El Presidente Sergio Mattarella dijo que Italia había esperado “iniciativas de solidaridad y no obstáculos a su actuar”.
En lugar de cambiar su comportamiento por las críticas de Roma, los europeos eligieron más aislamiento. Hay que reconocer que Emmanuel Macron de Francia permaneció fiel a su filosofía, haciendo un llamado a una mayor cooperación continental. Sin embargo, la República Checa, Polonia, y Eslovaquia cerraron todos sus fronteras a los extranjeros. Dinamarca prohibió a cualquiera sin un propósito esencial el ingreso. Austria suspendió los viejas aéreos no solo con Italia, sino también con Francia, España, y Suiza. Croacia está realizando pruebas a algunos visitantes mientras insistiendo que otros —provenientes de Italia y otras partes— pasen 14 días en cuarentena oficial del gobierno.
Chipre le hace lo mismo a los italianos mientras que envía residentes de otros países europeos a un monitoreado aislamiento propio. Estonia indica a los residentes de Italia y otros siete países europeos que pasen dos semanas en cuarentena. Alemania en gran medida detuvo visitantes de Austria, Dinamarca, Francia, Luxemburgo, y Suiza. Hungría se niega a dejar entrar italianos y residentes de otras naciones con infecciones severas. Malta requiere que los turistas soporten 14 días de auto-cuarentena y prohíbe ingresos de residentes de Italia, así como también lo hacen Francia, Alemania, España y Suiza. Noruega cerró sus fronteras a todos menos a los residentes de los países escandinavos. Portugal está restringiendo el tráfico desde España. Ucrania prohíbe todos los visitantes. Mas restricciones son probables conforme cada país europeo coloque primero a su gente, como los gobiernos lo han hecho desde siempre.
Todo esto era predecible. La UE empezó como un vehículo limitado para unir económicamente a Alemania y Francia. Luego se convirtió en un “mercado común”, esto es, una zona de libre comercio en expansión. Estas eran medidas cooperativas sensatas que no coartaban la soberanía de cada estado. Sin embargo, la presión era fuerte en Bruselas para que se creara el equivalente a los Estados Unidos de Europa, una nueva nación-estado que compita con EE.UU. Una manada de eurócratas —políticos, burócratas, académicos, periodistas, empresarios, y otras élites cosmopolitas— se volvieron una influyente fuerza promoviendo un gobierno cada vez más consolidado.
Sin embargo, el esfuerzo fue casi totalmente impuesto desde arriba. El Presidente checo Vaclav Klaus, entre otros, advirtió del déficit democrático en la UE. Cuando una constitución fue sometida a la votación en Holanda y Francia, los electores la rechazaron. Entonces los burócratas volvieron con un tratado que solo requería la aprobación de los electores en Irlanda (debido a su constitución), quienes también la rechazaron. Bruselas insistió en otro voto, cuando la medida pasó. Pocos europeos votan por los miembros del Parlamento Europeo basándose en asuntos europeos; gran parte de ellos utilizan su escaño para recompensar o castigar a los partidos según su desempeño doméstico. Nadie en el poder ejecutivo de la UE es elegido por el público de cualquier parte en Europa.
Más allá de algunos residentes desplazados de Bruselas, prácticamente ningún europeo se ve a sí mismo como un europeo. Nadie salud a la bandera de la UE. Nadie canta el himno de la UE. Nadie hace barra por el equipo de fútbol de la UE. En cambio, los eventos deportivos muestran cómo la lealtad es casi totalmente nacional. Y ahora vemos, que nadie muestra solidaridad con sus vecinos cuando hay una crisis sanitaria en casa. Italia está esencialmente sola. Como lo está cada uno de los otros miembros de la UE.
Macron ha trabajado duro para aumentar el respaldo a una UE más fuerte con poderes independientes de presupuesto pero se ha enfrentado a la oposición de Alemania y otros estados. La salida del Reino Unido, la fuente del gobierno parlamentario que nunca renunciaría voluntariamente al control de sus finanzas, se esperaba que diera a la campaña de Macron un estímulo. Sin embargo, resulta que muchos de los europeos todavía quieren tomar sus propias decisiones.
Aunque no parece probable alguna otra salida de la UE, hay poco respaldo para expandir el poder de Bruselas. Además, Macron ha desacelerado el proceso de adhesión de los estado bálticos que parecen no estar listos para ser miembros.
La ira de la respuesta en blanco al pedido de Italia es probable que persista más allá de la crisis sanitaria. Eso por sí solo no romperá a la UE. Pero a nadie sorprendería sí otra crisis financiera europea siguiese a la actual. Italia ya está débil; el costo de tratar a miles de italianos enfermos junto con los costos de cerrar el país para detener las infecciones podría romper la economía.
De hecho, algunos economistas sostienen que Roma debería pedir de manera preventiva pedir asistencia financiera tanto del fondo de rescate de la Eurozona como del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, señaló Barber: “Lo principal en la mente de todos es la idea de que, si Italia llegase a necesitar ayuda, el costo podría llegar a los cientos de miles de millones de euros. Casi con toda seguridad no sería algo sencillo obtener la aprobación de los otros gobiernos europeos, divididos como están frente a una reforma de la eurozona, las políticas para los refugiados, y otros asuntos relacionados con la soberanía nacional”.
La mente se queda pasmada. Las tres economías europeas más grandes, Alemania, Reino Unido, y Francia, también es probable que sufran considerablemente por la crisis del COVID-19. Los estados más pequeños puede que se enfrente a una aniquilación económica, empujándolos también a requerir un rescate. Los gobiernos de Austria, Hungría, Polonia, y otros tienen una tendencia nacionalista y es poco probable que extiendan sus manos, estén o no llenas de euros. Londres está fuera de la UE y siente poca responsabilidad por sus otrora socios. Berlín ha caído en una casi perpetua crisis política conforme el respaldo para los dos partidos gobernantes se ha desvanecido. Retrocediendo a los extremos, el respaldo a Die Linke en la izquierda y a Alternativa por Alemania en la derecha, ha aumentado de manera marcada. La Francia de Macron vio una mayor erosión de su autoridad cuando su partido obtuvo malos resultados en las elecciones municipales a mediados de marzo. Grecia en tiempos económicos relativamente buenos y con estabilidad política era suficientemente difícil. Italia hoy podría ser probablemente imposible. Incluso con un rescate, Italia podría decidir que mejor está fuera de la eurozona.
Las crisis siempre crean consecuencias no intencionadas. La más grande del coronavirus en expansión sería un debilitamiento importante de la autoridad europea. Si algunos europeos creían alguna vez que podían contar con los europeos para que estos se ayudaran entre ellos, esa ilusión ha desaparecido. Italia está sola, al igual que cada otro miembro de la UE.
Este artículo fue publicado originalmente en National Interest (EE.UU.) el 16 de marzo de 2020.