Malas ideas, pillaje y saqueo
Víctor Pavón dice que todavía prevalece en América Latina la idea de que el desarrollo se debe a factores ajenos a las instituciones y los gobernantes.
Por Víctor Pavón
En esta parte del mundo latinoamericano se considera como válida la idea de que el subdesarrollo de los países se debe a factores ajenos a las instituciones y conductas de los gobernantes. Se culpa a todos, desde los países desarrollados capitalistas hasta por la falta de recursos en los presupuestos; menos a los verdaderos verdugos de la sociedad.
Y mientras se persista con esa idea divulgada en una educación que sigue desconociendo los fundamentos de la sociedad libre, los funcionarios en los diferentes gobiernos seguirán tan rapaces, ignorantes y carentes de escrúpulos, como antes y ahora.
No fue hace mucho, durante los años cincuenta del siglo pasado, que apareció una teoría denominada del desarrollo, cuyo propósito consistió en fundamentar aquella afirmación y en especial tener una justificación. Se pretendió contar con una línea de pensamiento, acorde con la identidad propia de nuestros pueblos. Fue así que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sostuvo que el desarrollo requería de la promoción de la industrialización nacional mediante el incremento de los aranceles para así sustituir las importaciones por la producción local.
Desde entonces las políticas públicas tuvieron al Estado como su principal protagonista. Los gobiernos fueron considerados como el motor de la economía. Esto no solo afectó el modo de analizar la economía. También se inmiscuyó en la política, la educación, hasta inficionarse en la administración de justicia. Permeó tan profundamente esta idea que los gobiernos con sus ocasionales funcionarios adquirieron tantas atribuciones que se mostraron soberbios y cerrados a los cambios, y de este modo, se consolidó la corrupción sistémica, como en efecto hoy lo padecemos.
Con la aplicación de esta teoría aparecieron los nuevos potentados, funcionarios que de la noche a la mañana se fueron enriqueciendo impunemente desde y con el Estado; sin embargo, no logró el desarrollo de los países ni el bienestar de la población. Pese a este fracaso, políticos e intelectuales cerraron filas, pues todavía se atrevían a seguir culpando a los países ricos y a la falta de presupuesto de los males que ellos mismas creaban.
Y como había que mantener el sistema, apareció luego la Teoría de la dependencia. Esta decía que el subdesarrollo de los países se debía a que estaban en la periferia, como un satélite que dependían y se subordinaban al capitalismo central. Para cambiar esta situación los intelectuales y políticos de la época propusieron destruir al enemigo, el sistema liberal capitalista.
De este modo la revolución encontró a sus referentes en la revolución cubana con Fidel Castro, el Che Guevara y la Teología de la Liberación, además de las guerrillas que fueron apareciendo. Este nuevo intento por justificar las malas ideas con malos gobiernos tuvo, sin embargo, evidencias concretas que comprobaron lo equivocados que estaban sus propiciadores.
El hecho de que un país sea considerado pequeño puede deberse a su extensión geográfica. Suiza y Corea del Sur son, por ejemplo, territorialmente de menor superficie que Paraguay, pero, son mucho más grandes y fuertes en sus instituciones, economía, educación y en la calidad de vida de sus habitantes.
Los países se desarrollan y crecen no porque el subdesarrollo sea un estigma a llevar por siempre o por la falta de recursos. Son grandes y fuertes porque cuentan con un sólido Estado de derecho, economía de mercado, finanzas sanas, educación y salud de calidad, los que elevan la competitividad y la productividad. No hay que dejarse engañar. Los motivos de las lacras sociales que padecemos son provocados por los malos gobiernos con equivocadas ideas que siguen impunes en el pillaje y el insaciable saqueo.