Lecciones aprendidas (o por aprender)
Alfredo Bullard señala las tres lecciones que se pueden aprender del llamado Vacunagate en el Perú: el Perú es el país de “saltarse la cola”; cuando hay escasez de algo necesitamos destinar más recursos a su producción; y cuando se prohíbe o limita el comercio privado surgen mercados negros.
Por Alfredo Bullard
¿Cuál es la oportunidad en su vida en que aprendió más? No fue cuando leyó un texto de particular claridad intelectual o un profesor terminó una lección brillante. Fue cuando usted se equivocó, posiblemente cuando desaprobó un examen. Nunca olvidará la respuesta correcta. El error es la fuente principal del conocimiento.
¿Qué nos enseñan las historias de las vacunas? Mucho. Traen errores profundos que tienen, además, el mérito de tocar emociones y sentimientos: el temor a sufrir, a morir, a perderlo todo. Nada contribuye más a aprender que las emociones que rodean al aprendizaje: el miedo, la indignación y la frustración graban las cosas de manera inolvidable. Aquí algunas lecciones.
La primera, la indignación por el Vacunagate. Perderíamos la oportunidad de aprender que ese hecho no es aislado. Es una mera repetición de lo que pasa todos los días, en todos los lugares y en virtualmente todas las circunstancias. El Perú es el país de “saltarse la cola”. Y se la saltan todos, desde el presidente y su familia hasta el dueño de un chifa o el chofer de una combi. Se usan poderes otorgados para otros fines: la licitación ganada por coimas, la licencia de funcionamiento dada al amigo y negada al que no lo es, la circulina que permite pasarse la luz roja al funcionario, los 20 soles entregados al policía para no pagar la multa, el mediocre contratado para culturizar a funcionarios del Ministerio de Cultura. El Vacunagate indigna porque estamos en pandemia. Pero hay pandemias peores e inadvertidas que enterramos con desinterés.
Segunda, una lección de economía básica. Si algo es escaso, necesitamos que se destinen más recursos a generarlo. Si hay hambre, necesitamos alimentos; si hay frío, abrigo; si hay contagios, vacunas. Decir que no se puede abrir la adquisición de vacunas por privados porque son escasas es como decir que no debemos comercializar privadamente alimentos porque hay desnutrición. Incluso asumiendo que los laboratorios no están vendiendo vacunas a los Estados (lo que no es cierto porque ya hay en el mundo recursos de privados canalizados a través del Estado u otros mecanismos), es olvidar que activar más demanda activará más oferta no solo en el presente, sino en el futuro. El viejo dogma de que alguien obtiene algo porque se lo quitó a otro parte de no entender que la economía no es un juego de suma cero, sino un juego “win win”. Es un error bastante infantil. El aumento privado de una demanda que se sume a la estatal generará en el mediano plazo más producción, lo que significa más vacunas en menos tiempo.
Tercera lección, entender los mercados negros. Por supuesto que van a aparecer vacunas falsificadas. No se extrañen que esas falsificaciones aparezcan en las vacunas distribuidas por el Estado cuando funcionarios inescrupulosos las sustraigan para venderlas y las sustituyan por falsas (estamos en el país de saltarse colas). Los mercados negros aparecen cuando se prohíbe o limita el comercio privado. Atienden una demanda insatisfecha. Se producen en la oscuridad de mercados fuera de la ley. La prohibición aumenta los mercados negros, no los disminuye.
Ojalá aprendamos algo para que el dolor de la pandemia nos deje, finalmente, algo bueno para el futuro.
Este artículo fue publicado originalmente en Perú 21 (Perú) el 7 de marzo de 2021.