La amenaza neopopulista
Por Lorenzo Bernaldo de Quirós
El pasado lunes 14 de octubre se presentó en Madrid la Fundación Internacional para la Libertad. Presidida por Mario Vargas Llosa, su objetivo es la defensa y promoción de los principios de la libertad, de la democracia y del Estado de Derecho, con especial atención a Iberoamérica. Cuando se plantea la necesidad de defender algo es porque ese algo está en peligro. La cierto es que la ola neopopulista que comienza a crecer en el continente iberoamericano constituye una seria amenaza para la consolidación de la democracia y el logro de la prosperidad. Desde mediados de la década de los noventa, la situación en esa región se ha deteriorado de manera sustancial y el desengaño ante los incompletos y en muchos casos falsos procesos de reforma ha resucitado fórmulas y propuestas cuya aplicación hundiría a América Latina en un período de crónica inestabilidad política y económica.
¿Por qué la crisis latinoamericana? La respuesta inmediata es la desaceleración de la economía mundial y su impacto sobre esa área. Sin embargo, la realidad es más profunda. En muchos países, las reformas realizadas a principios de los noventa tuvieron aspectos positivos. El rigor monetario acabó con la inflación, se privatizaron empresas públicas ruinosas, se abrieron las fronteras a los flujos comerciales y de capital, etc. Este conjunto de medidas impulsó un intenso crecimiento económico en la región que parecía abandonar los años negros de la "década perdida". Sin embargo, la otra cara de la moneda ofrecía rasgos preocupantes. En muchos casos, las privatizaciones convirtieron monopolios públicos en privados; en otros, el gasto público creció de manera espectacular y, en casi todos, el marco institucional sobre el que reposa en última instancia el desarrollo -la garantía de los derechos de propiedad y el imperio de la ley- era el mismo que el existente con anterioridad a las reformas.
Esta serie de ineficiencias debilitó la extensión de la prosperidad a extensas capas de la población, incubó desequilibrios y fragilidades que hacían muy vulnerables las economías latinoamericanas ante un empeoramiento de la coyuntura y alimentaron lacras clásicas como la corrupción. La mayoría de las políticas liberales aplicadas en los noventa fueron el resultado de la catástrofe socio-económica del continente, pero no obedecieron, con la excepción chilena, a un programa serio y coherente de cambio económico e institucional. Cuando el rigor monetario liquidó el fantasma de la hiperinflación y las privatizaciones salvaron momentáneamente el colapso fiscal del sector público, los gobernantes perdieron cualquier interés en proseguir la senda reformista. Así pues, en América Latina no ha fracasado el liberalismo, sino una aplicación parcial y adulterada de éste puesta en vigor por gobernantes que jamás creyeron en esas ideas. Si alguien piensa que el neopopulismo es una respuesta al desastre "neoliberal", basta contemplar la actual coyuntura de países como Argentina o Venezuela para conocer sus frutos.
La amenaza neopopulista no se limita a Iberoamérica. Forma parte de un movimiento más amplio y de alcance mundial. Desde el hundimiento del imperio soviético y el descrédito final del comunismo, los adversarios del capitalismo democrático, ese sistema de principios articulado alrededor de la libertad económica, de la libertad política y de la libertad cultural, se han organizado de manera muy eficiente a través de muchas ONGs, del denominado Movimiento de Resistencia Global, del Foro de Sao Paulo fundado por el triunvirato Castro-Chávez-Lula del que forman parte las FARC y un sin fin más de organizaciones. Son los mismos perros con distintos collares que antes combatían a la sociedad abierta. Su denuncia de los grandes males de la Humanidad -la pobreza, la opresión, etc.- y sus propuestas para resolverlos resucitan las letanías de la vieja internacional anti-occidental que iba desde el Movimiento de los No Alineados hasta el Comité de Escritores de la Paz y demás grupos criptosoviéticos. Hoy como ayer han mostrado ser unos magníficos usuarios de la tecnología capitalista y del marketing para propagar sus ideas.
A comienzos del siglo XXI se ha iniciado un nuevo y duro combate contra los enemigos de la democracia y de la libertad. Estos no se encuentran sólo fuera de las fronteras de las sociedades abiertas, sino también dentro de ellas. El final de la historia proclamado por Fukuyama ha mostrado ser un fiasco. El nacionalismo, la xenofobia, el proteccionismo, los diversos fundamentalismos rebrotan por doquier y son expresiones de esa secular rebelión contra la razón que a veces parece desaparecer, pero que siempre espera el momento oportuno para emerger de nuevo. Frente a esta amenaza, la única alternativa es luchar por sostener aquellos principios que permiten desarrollar una vida decente y digna y que no son otros que los que informan la cultura de la libertad y de la democracia: la cara y la cruz de una misma moneda. No hay prosperidad fuera del capitalismo y no hay libertad fuera de la democracia.
En este contexto, el nacimiento de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) es un modesto pero ambicioso esfuerzo para defender lo elemental frente a la irracionalidad que parece haberse apoderado de extensas capas de la opinión pública mundial.