Kosovares: Dejemos que vengan, dejemos que vivan
La administración Clinton ha acordado recibir a unos 20 mil refugiados de la guerra en Kosovo y trasladarlos a Guam o a la base militar de Guantánamo, en Cuba. Las autoridades estadounidenses no parecen tener otra intención que la de almacenar temporalmente a las víctimas de la más reciente tragedia en los Balcanes. Se trata de algo parecido a lo que el gobierno de Clinton hizo con los refugiados haitianos en 1993 y 1994.Washington insiste que los kosovares deben volver eventualmente a casa, seguramente bajo la custodia de tropas de la OTAN.
Esa política es cínica y cruel. Estados Unidos puede y debe hacer algo más por las víctimas de "limpieza étnica" que almacenarlas temporalmente en campamentos de refugiados. Washington le debe permitir a los kosovares que quieran emigrar a Estados Unidos quedarse aquí permanentemente. Nuestro país, fundado y construido por inmigrantes, debe darle acogida a las más recientes víctimas de la locura y de los odios en los Balcanes.
La realidad es que muy pocos kosovares albaneses van a regresar a sus hogares. Usarlos como títeres de la incoherente política de la OTAN contra Serbia significa convertirlos en víctimas por segunda vez. No hay manera de devolverlos a sus hogares sin el respaldo de una fuerza de ocupación de la OTAN en Kosovo, embrollando a Estados Unidos por años o décadas en una peligrosa y frustrante aventura.
Permitirle a los kosovares venir a Estados Unidos los beneficiaría tanto a ellos como a nosotros. En lugar de una tierra devastada por la guerra, estos inmigrantes se establecerían en una tierra de oportunidades, donde podrán desarrollar sus habilidades y alcanzar sus sueños. Y Estados Unidos ganaría con otro contingente de hombres y mujeres trabajadores y capaces. Esta ha sido la experiencia a lo largo de nuestra historia. Estados Unidos se ha beneficiado de brutales persecuciones y de regímenes intolerantes alrededor del mundo, que por fanatismos religiosos, ideológicos o étnicos expulsan a su mejor gente. Podríamos haber enviado cartas dando las gracias a Berlín, Roma, Moscú, Beijing, La Habana, Hanoi, Teherán y tantas otras capitales, por aumentar la dinámica calidad de la mezcla americana. Ahora podemos añadir a Belgrado a esa lista. No se trata de premiar a Serbia por su política de "limpieza étnica". El premio por tal crueldad sería ilusorio. La grandeza de una nación no se mide por el número de siembras de trigo ni de minas de carbón ni de bosques. La verdadera medida es la grandeza de su gente y la diversidad de sus talentos. Al expulsar a cientos de miles de kosovares, Serbia lejos de engrandecerse sale perdiendo.
Lamentablemente, algunos estadounidenses quieren que le demos la espalda a nuestra larga tradición, cerrándole las puertas a inmigrantes y a las víctimas de nuevas opresiones. Pero hasta su argumento favorito, que le quitarían puestos de trabajo a ciudadanos estadounidenses, suena algo tonto hoy en día. Con la tasa de desempleo más baja en tres décadas y la actual incapacidad de obtener suficiente personal a nivel de primer empleo y para las industrias de servicio y de la construcción, el arribo de mano de obra de Kosovo, lejos de debilitar nuestra economía la reforzaría.
Además, las contribuciones de los kosovares adultos serían apenas una pequeña parte del aporte potencial. Es cierto que muchos de esos inmigrantes no tienen mucha educación ni hablan inglés ni conocen nuestras costumbres. Pero sus hijos no tendrán tales deficiencias. Y como lo dijo un experto en política inmigratoria: muchos de los más talentosos inmigrantes llegaron a nuestro país muy chiquitos. La realidad es que abrirles las puertas a los kosovares aumentaría nuestra reserva de talento, no sólo a corto plazo sino por generaciones.
Estados Unidos debe ser fiel a sus tradiciones, invitando a los kosovares y no solamente a esos 20.000 que de mala gana la administración Clinton les ofrece un refugio temporal. Sería más inteligente que empeorar el conflicto devolviéndolos por la fuerza a una región donde volverán a ser víctimas de la próxima sangrienta persecución étnica. Dejemos que vengan. Dejemos que vivan.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a: AIPEnet