Incertidumbre al alza
Macario Schettino comenta los incidentes en torno al Silicon Valley Bank y otros bancos regionales en EE.UU.
Seguramente escuchó usted del caso del Silicon Valley Bank (SVB), que quedó en manos de los reguladores el viernes pasado, después de una corrida bancaria. Los detalles de por qué ocurrió esta crisis los explicó muy bien el colega Ernesto O’Farrill (El Financiero, 13 de marzo) en estas mismas páginas, el lunes pasado, léalo.
El gobierno estadounidense (es decir, el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal) hizo caso a una recomendación de la FDIC, y anunció que cubriría todos los depósitos, aunque estuviesen por encima del límite normal de 250 mil dólares. Algunos interpretaron esto como respaldo a decenas de empresas de tecnología que tenían ahí sus recursos, pero me parece que el objetivo era evitar una crisis general de confianza.
Aunque el SVB cometió varios errores, lo que está detrás de sus problemas es el alza de tasas de interés que obliga a que los bonos de largo plazo no se puedan ejecutar antes de tiempo, o colocar en el mercado, porque eso implicaría una pérdida importante. Si un banco tiene necesidad de liquidez, porque sus depositantes exigen su dinero, tendría que vender activos, incluyendo ese tipo de bonos, y se realizaría una pérdida que pondría a la institución en grave riesgo. Si se anuncia, como ocurrió, que no hay riesgo en los depósitos, las personas no tendrán razón para ir al banco por su dinero, y con ello se evita que un desequilibrio en tasas se convierta en una crisis de liquidez que, muy pronto, sería de solvencia.
Como decía O’Farrill el lunes, buena parte de esto se debe a los errores de la Fed, que tardó en iniciar el ciclo alcista a pesar de que la inflación había ya tomado ritmo, argumentando que se trataba de inflación de oferta, resultado de la ruptura de cadenas de suministro y otros desequilibrios provocados por el confinamiento. Recordará usted que el Banco de México elevó primero su tasa. Después, para compensar ese error, las tasas subieron muy rápido, y nos han llevado a esta situación.
Tal vez por eso, muchos inversionistas creen que esto llevará a la Fed a reducir su ritmo de elevación de tasas y el nivel máximo que alcanzarán, y han estado comprando acciones; otros más bien se imaginan que lo de la recesión se ha hecho más probable, y están dejando de comprar commodities. Las acciones de los bancos han caído porque algunos piensan que pueden estar en dificultades, pero no han caído mucho porque otros se han convencido de que la Fed los rescataría si fuese el caso. En pocas palabras, nadie sabe qué está pasando: la incertidumbre ha crecido.
Creo que las autoridades financieras en EE.UU. (y Europa) estarán dedicadas por completo a serenar a los mercados, pero que difícilmente cambiará el curso de la política monetaria. Todavía es posible un incremento en la tasa de referencia de la Fed de entre medio punto y un punto completo en tres servicios. Algo así, pero copeteado, creo que aplicará el Banco de México. Hacia el verano estaremos en el punto más elevado, y tal vez en un año empezarán las reducciones. Por obligación, esto destruirá una riqueza aparente que se creó con tasa cero. Si las autoridades tienen éxito, esta destrucción no se extenderá a proyectos que tienen sentido. Las recesiones eso hacen, limpian el panorama.
Es justo en ese momento cuando es más atractivo para las empresas tomar decisiones de largo plazo, como cambiar la localización de sus plantas. Así ocurrió en 2001, y se fueron todos a China. Así debe ocurrir en 2023, en dirección opuesta. Los países que ofrezcan más certeza podrán cosechar. Sería fabuloso estar en ese grupo, pero todo indica que estaremos ocupados en celebrar el mítico pasado, y no en construir el anhelado futuro.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 15 de marzo de 2023.