Ecuador: El mismo menú para todos

Gabriela Calderón de Burgos explica que "en la mayoría de los casos la toma de decisiones colectivas a través de la política ofrece opciones absolutas (todo o nada) que dificultan la cooperación social. Es un juego de suma cero, con ganadores y perdedores. En cambio, las decisiones individuales que se toman voluntariamente a través del mercado permiten que los individuos puedan satisfacer mejor sus necesidades individuales sin imponerle sus preferencias a otros.".

Por Gabriela Calderón de Burgos

Normalmente cuando vamos a un restaurante con amigos cada uno pide algo distinto y lo que pedimos revela nuestras preferencias individuales. De un restaurante nos pueden gustar los postres, pero no sus platos de sal o viceversa en el caso de otro restaurante. Ahora imagínense el dolor de cabeza que sería para muchos si al entrar a un restaurante le dijeran que pese a que no le agradan los platos de sal de ese establecimiento, igual se los servirán e igual los tendrá que pagar puesto que una mayoría de los comensales decidieron que ese era el mejor menú para todos. Esto ocurre en el ámbito de la política: se toman decisiones colectivas y se elimina la posibilidad de personalizar las opciones.

El Premio Nobel de Economía James Buchanan y su colega Gordon Tullock explicaban en su obra clásica El cálculo del consentimiento que en el ámbito de la política es imposible la unanimidad pero si se puede llegar a un consenso alrededor de un Estado limitado. Por ejemplo, los judíos y católicos nunca lograrán la unanimidad acerca de cuál debe ser la política estatal en cuanto a la religión, pero si han logrado un consenso en las sociedades más avanzadas de que el Estado no debe intervenir en cuestiones de religión. Limitando el poder del Estado de esta manera es que los feligreses de distintas iglesias pueden lograr vivir en armonía.

De igual forma, se podría lograr un consenso acerca de una diversa gama de problemas creados por el intervencionismo estatal en una amplia gama de aspectos que afectan el diario vivir de los individuos como lo son el matrimonio; el consumo, producción y distribución de drogas; el comercio internacional y local; el acceso a la información y la libertad para expresarse, entre muchos otros.

En otras palabras, en la mayoría de los casos la toma de decisiones colectivas a través de la política ofrece opciones absolutas (todo o nada) que dificultan la cooperación social. Es un juego de suma cero, con ganadores y perdedores. En cambio, las decisiones individuales que se toman voluntariamente a través del mercado permiten que los individuos puedan satisfacer mejor sus necesidades individuales sin imponerle sus preferencias a otros. De esta manera, los vegetarianos, carnívoros, católicos y judíos todos pueden convivir pacíficamente, pues cada uno puede satisfacer sus necesidades y preferencias peculiares sin impedirle a otros hacer lo mismo.

En las democracias directas en países con instituciones históricamente débiles, como Ecuador, es todavía más relevante aquello del “mismo menú para todos” dado que no hay límites a lo que la mayoría de turno pueda hacer en contra de la minoría.

Hago toda esta explicación porque pareciera que muchos “críticos light” del gobierno consideran que es posible perdonar lo malo de este por lo que ellos consideran bueno. Aquí podemos incluir a varios artistas nacionales que se prestaron para salir en cadenas nacionales defendiendo la arcaica Ley de Comunicación, pues ellos consideraban bueno la promoción estatal del talento nacional. No les importó el poder que se le estaba dando al Estado para coartar la libertad de expresión en esa misma ley. Votaron por el menú completo y en este restaurante se les servirán todos los platos y les tocará pagarlos aún cuando les hagan daño.

Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 9 de mayo de 2014.