Cuba: Gracias a la revolución...
La Habana, Cuba—Al principio no veía ni entendía nada y por eso era fácil que la palabrería oficialista del gobierno cubano y sus mas acérrimos detractores de la lógica me engañaran.
Y el engaño me lo dio la revolución, no por la que mis abuelos lucharon, sino la que impusieron los hermanos Castro.
Es por eso que hoy, gracias a la revolución, tuve que intentar salir de cuba en una balsa por que sentía que aquí no se respetaban mis derechos. Por la revolución cuando fui devuelto por los guardacostas estadounidenses y pise suelo cubano fui decretado no confiable, quedando así, por siempre relegado.
Gracias a la revolución, mi vida, mi juventud y mis sueños se van muriendo, mis pertenencias por uso sin reposición se van deteriorando, gracias a la revolución no puedo trabajar pues simplemente no soy confiable, según dicen los si confiables, los de la policía, los del departamento de la seguridad del estado, esos que se cansan de mentir y nadie puede cuestionarlos.
Por la revolución existen dos monedas en mi país, la moneda nacional y la libremente convertible. Una para mi y la otra para los jefes de estado y de gobierno, pero gracias a la revolución con la mía nada puedo comprar, pues no me sirve en las tiendas de ropa y artículos de primera necesidad.
En la revolución de dos lideres, un único partido y una sola y única política permitida otros jóvenes como yo se ahogan en el estrecho de la Florida o perecen bajo dudosas circunstancias. Así fue cuando lanchas guardacostas de esta invicta y humanitaria revolución de dos un triste 13 de julio de 1994 hundió a otra embarcación con niños y jóvenes que solo querían vivir como seres humanos.
Gracias a la revolución las cárceles están llenas de jóvenes no confiables como yo, existen casi 300 presos políticos, pero hay mujeres que luchan y eso es bueno, por que esas no son de esa revolución. Mujeres que por ser madres y esposas de personas que sufren. A cualquier hombre se le aprieta el pecho de emoción por ellas porque, gracias a la revolución, y como en el 1956 Fidel castro lo dijo, en un país sin justicia los hombres y mujeres jóvenes estarán siempre muertos o presos.
Gracias a la revolución hubo un mariel por los años 80—gran emigración de cubanos—con gritos de “¡fuera la gusanera!” (epíteto para los que deciden irse de la isla). Después, gracias a la revolución, esos que repudiaron a los “marielitos” de Cuba forzosamente, esos que gritaron “¡fuera!” entraron a la sección de intereses de EE.UU. en la Habana a pedir visas.
A mi no me crean, después de todo según ellos nunca tendré razón, al fin y al cabo solo soy un apatria, un mercenario sin dinero. Para ellos, los confiables, solo soy un contrarrevolucionario y por si eso no era suficiente, amigo de la mafia anticubana y terrorista de Miami—honor que me hacen. Según ellos de quienes yo considero esos hermanos exiliados que luchan por la libertad de Cuba allá en el exilio en el país del susto para la dictadura Fidelista y Raulista.
En fin, a la revolución le debemos mucho, gracias a la revolución.