Aumentar el número de jueces en la Corte Suprema sería malo para el derecho
Walter Olson considera que aumentar el número de jueces en la Corte Suprema de EE.UU. sería algo malo para el derecho dado que perjudicaría la eficiencia y la calidad del trabajo de la corte.
Por Walter Olson
“Nueve parece ser un buen número. Ha sido así desde hace mucho tiempo…Creo que fue una mala idea cuando el Presidente Franklin Roosevelt trató de aumentar el número de jueces en la corte”.
Esas fueron las palabras de la recientemente difunta juez Ruth Bader Ginsburg en una entrevista de NPR el año pasado para señalar algo importante. Lo que sea que usted piense acerca de la política, aumentar el número de jueces en la Corte Suprema sería algo malo para el mismo derecho —malo para la eficiencia y la calidad del trabajo de la corte, malo para su credibilidad y para su legitimidad pública. Ginsburg favorecía ardientemente un giro hacia la izquierda en el derecho —pero no a cuesta de una institución cuyo funcionamiento ella amaba y conocía profundamente.
Empecemos con una verdad sencilla acerca de las organizaciones: luego de cierto umbral, agregar más miembros a un comité no hace que sus deliberaciones se conduzcan sin problemas.
Como el entonces Juez titular Charles Evans Hughes lo expresó en una carta influyente que ayudó a hundir el esquema de Franklin D. Roosevelt para agregar jueces en 1937, “Habría más jueces que escuchar, más jueces con los cuales consultar, más jueces con los cuales discutir, más jueces a ser convencidos y más jueces que tienen que decidir”. Los jueces realizan consultas en persona y de manera grupal y mediante el intercambio de borradores y comentarios escritos. Una sola objeción nimia acerca de la selección de palabras u otro error en la comunicación entre dos de ellos puede retardar un acuerdo hasta que este sea resuelto. La probabilidad de tal demora aumenta de manera geométrica con el número de jueces. Una corte de 9 miembros tiene la posibilidad de tener 36 combinaciones de dos jueces que generen fricción y fallos de comunicación entre ellos. Una corte de 13 miembros, como el Senador Chuck Schumer ha estado proponiendo promover, tendría más del doble de posibilidades de que esto suceda.
Cada una de las cortes más altas de los 50 estados tienen entre cinco y nueve jueces (la mayoría tienen siete). Nueve es también un número común para las constituciones de mayor rango o constitucionales en países como Canadá, Alemania y Francia. Donde el número es mucho mayor, las cortes suelen tener una carga de casos más limitada para empezar, o suelen dividirse en paneles para escuchar casos.
Usted ve esto también en nuestras cortes federales de apelaciones. La corte de circuito federal media tiene 12 asientos judiciales, pero la mayoría de los casos ante estas cortes son escuchados por paneles de tres jueces. Solo como una excepción la corte convoca a todos sus jueces para volver a escuchar un caso.
En la Corte Suprema, en cambio, todos los jueces escuchan todos los jueces escuchan todos los casos y difícilmente cualquiera que ha servido en la corte piensa que debería empezar a hacer su trabajo en paneles. La suerte de quién sale sorteado para conformar un panel, por ejemplo, agregaría incertidumbre. La coherencia sufriría.
Una vez que las otras ramas del gobierno abiertamente empiezan a tratar al poder judicial como una extensión de la política partidista porque algunos de los jueces han estado fallando de la manera “equivocada”, es difícil limitar eso a solo unos cuantos asuntos calientes que podrían haber motivado el cambio. La “R” o la “D” después del nombre de un juez inevitablemente será más visible en el tipo de resultados esperados.
Eso pone en peligro algo vital. Una característica muy envidiada del poder judicial independiente de EE.UU. es que los jueces regularmente fallan en contra de los partidos y administraciones que los colocaron en la bancada. Ha sucedido a lo largo de los años con jueces designados tanto por presidentes Demócratas como Republicanos. La semana pasada un juez designado por Donald Trump desestimó una demanda planteada por la campaña de Trump en contra de votar a través de un punto de servicio donde se puede depositar el voto en Pennsylvania, poco después de que las afirmaciones de Trump acerca de su privacidad respecto de sus declaraciones de impuestos habían tenido problemas con jueces que él había designado. El fin de la presidencia de Richard Nixon fue determinado cuando toda la Corte Suprema, incluyendo a los jueces que él designó, rechazaron sus afirmaciones de privilegio ejecutivo en torno a la revelación de las grabaciones de Watergate. El caso trascendental en el cual la corte limitó el poder presidencial al revertir la toma del acero por parte del Presidente Harry Truman fue decidido por una mayoría que incluía a dos jueces designados por Truman. El Presidente Barack Obama fue limitado también varias veces por los jueces que él mismo designó.
Apuntar de manera todavía más agresiva a la legitimidad de la corte es la teoría popular en algunos círculos de los asientos “robados”. La idea es que uno, dos o incluso más de los asientos en la Corte Suprema actual son sostenidos de manera ilegítima: el asiento del Juez Antonin Scalia porque debería haber sido ocupado razonablemente poco después de que este se volvió vacante, el de la Jueza Ginsburg porque no debería haber sido ocupado tan rápido, y tal vez otros porque los presidentes realizando las designaciones fueron electos con menos de la mitad del voto popular.
Tachar los asientos de algunos jueces por ser “robados” directamente ataca la legitimidad no solo del trabajo de esos jueces sino de todo el trabajo de la corte, así que es paradójico que el remedio usualmente promovido sea aumentar el número de jueces para tener votos adicionales conforme se deja a los supuestos jueces “ladrones” en su lugar para que continúen escribiendo opiniones y decidiendo casos reñidos con sus votos (Por supuesto, la política provee la explicación más probable: los llamados a remover a los jueces actuales de la corte no serían tomados en serio, salvo por los realmente radicales).
Finalmente, aumentar el número de jueces en la corte fomentaría cambios súbitos en el derecho. Aunque esto puede suceder bajo las reglas actuales también, la sustitución de un juez a la vez suele favorecer un desarrollo evolutivo, de “rebanada de salame”, que puede provocar menos disrupción social al señalar cambios por adelantado.
Meter a múltiples jueces seleccionados precisamente por su disposición a entregar lo prometido en asuntos de alto perfil simplemente garantizaría grandes cambios.
Cuando lo considera, si el otro lado empezara a complotar su propio incremento de jueces hasta llegar a 15 o 19 —o cualquiera que sea el número después de la siguiente ronda— entonces podría conducir a repetidos giros grandes a través del tiempo. Es importante que no empecemos.
Este artículo fue publicado originalmente en CNN.com (EE.UU.) el 15 de octubre de 2020.