Ambientalismo absurdo

Por Jerry Taylor y Peter Van Doren

Peter Van Doren es Editor, Revista Regulation del Cato Institute.

¿Qué pasaría si mañana descubriéramos que un peligroso contaminante ambiental se encuentra al acecho y que es capaz de matar a millones con muy poca advertencia? ¿Qué sucedería si los mejores expertos se encontraran divididos sobre el riesgo—algunos dicen que existe un chance de 1 en 5 de que dicha calamidad tome lugar mientras que otros argumentan que las posibilidades son de aproximadamente 1 en 500? ¿Qué sería si algunos afirman que el riesgo es inmediato mientras otros sostienen que, por varios motivos, éste no estará presente hasta en unos pocos años? ¿Y qué hay si unos se preocupan de que los costos de hacer algo con respecto a este contaminante son quizás más altos que el no hacer nada, mientras que otros dicen que este enfoque es sumamente incierto y que el riesgo de actuar varía de grande a insignificante?

¿Dirían los ambientalistas que necesitamos saber más sobre el riesgo antes de actuar? Ciertamente no. Es seguro decir que los ambientalistas argumentarían que el "principio de precaución" demanda que, en la eventualidad de incertidumbre, debemos asumir lo peor sobre esta amenaza.

Después de todo, los ambientalistas han levantado una campaña enérgica contra riesgos ambientales y sanitarios con probabilidades de 1 en un millón, y han estado dispuestos a gastar miles de millones de dólares en salvar una vida estadística. Además, se han opuesto ferozmente a que los esfuerzos para reducir los riesgos ambientales sean sometidos a un análisis costo-beneficio o riesgo-riesgo. Así que es probablemente seguro decir que los Verdes lanzarían el equivalente a una Guerra Santa contra este contaminante ambiental.

De hacerlo, ¿estarían en lo correcto? Bueno, substituyamos "contaminante ambiental" por "Saddam Hussein" y uno tendrá una descripción razonablemente justa del debate sobre si Estados Unidos debiese lanzar un ataque preventivo contra Irak con el fin de evitar que armas químicas, biológicas, o incluso nucleares caigan en las manos de al-Qaeda.

Riesgo es riesgo; ya sea que hablemos del peligro del calentamiento global o de la amenaza de ser sujetos a un ataque nuclear, los fundamentos sobre cómo deberíamos pensar sobre el riesgo y cómo manejarlo no deberían variar basados en el caso particular que enfrentemos. Si vamos a tomar en serio a los Verdes sobre cómo deberíamos enfocar al riesgo en el campo ambiental, ¿por qué no usar su criterio cuando enfrentamos otro tipo de amenazas?

Sin embargo, vale la pena destacar que absolutamente nadie envuelto en el debate sobre la guerra con Irak—¡incluso los ambientalistas!—soñaría con aplicar el enfoque sobre valoración de riesgo de los Verdes. Los halcones y las palomas han aceptado que existen grandes incertidumbres; que los riesgos abundan tanto en la acción como en la inacción; y que no llevar a cabo pruebas de costo-beneficio o riesgo-riesgo sería demente. El "principio de precaución" podría ser usado en ambas formas y por lo tanto es inútil.

¿Por qué pensamos de una manera sobre los riesgos ambientales y de otra sobre riesgos públicos en contextos diferentes? O para ponerlo de manera distinta, ¿por qué algunos tienen mucho más tolerancia para algunas amenazas (como que bin Laden obtenga la bomba atómica a través de Saddam Hussein) pero no para otras (como desarrollar un cáncer por comer mucho pescado contaminado con PBC's del río Hudson,)?

Por ninguna razón que podamos observar. Después de todo, la ciencia detrás de muchos de los riesgos ambientales sobre los cuales nos preocupamos no es más cierta que los cálculos geopolíticos para justificar la guerra o la paz. Los cálculos costo-beneficio son simplemente difíciles.

Esto no quiere decir que debamos o no atacar a Irak. Sin embargo, sí significa que el marco de toma de decisiones empleado por los ambientalistas se vería absurdo en cualquier otro contexto político si fuera despojado de su carga emocional. Enfocarse únicamente en los beneficios de la acción en lugar de analizar los costos y beneficios de ésta, así como de la inacción, es lógicamente indefendible ya sea que hablemos de la guerra contra el terrorismo o de la guerra contra la contaminación.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.