Socialismo y esclavitud
Axel Kaiser explica que "Las personas tenemos el derecho inalienable sobre nuestra vida. Ese derecho es anterior y superior al Estado. De ese derecho de propiedad exclusivo sobre nuestra vida, se sigue también el derecho a defenderla y desarrollarla".
Por Axel Kaiser
Las personas tenemos el derecho inalienable sobre nuestra vida. Ese derecho es anterior y superior al Estado. De ese derecho de propiedad exclusivo sobre nuestra vida, se sigue también el derecho a defenderla y desarrollarla. Naturalmente, nada de eso es posible si no nos procuramos, con nuestro esfuerzo e ingenio, de los medios materiales necesarios para mantenernos y perseguir nuestros fines. Así, sobre el reconocimiento de que cada persona tiene igual y absoluto derecho a la vida y a perseguir sus fines, se funda el derecho de propiedad sobre bienes materiales. Usted estimado lector, trabaja para poder retener los frutos de su trabajo y utilizarlos en la persecución de sus fines.
La diferencia entre un ser humano libre y un esclavo es precisamente esa: el primero tiene derecho de propiedad y por tanto puede disponer de los frutos de su trabajo, el segundo no. El esclavo es un instrumento para fines ajenos y como tal puede ser sacrificado. Como usted ve, sin derecho de propiedad no hay ni libertad ni protección real del dereho a la vida. De ahí que el socialismo necesariamente sea una doctrina totalitaria y criminógena. Pues la eliminación de la propiedad privada implica la transferencia de su control a las autoridades —jefes de partido— que supuestamente representan a la comunidad. Sin los frutos de su trabajo, las personas carecen de los medios para perseguir sus fines y del mínimo para subsistir. Como es natural, ello implica una total dependencia y obediencia hacia los jefes de partido, quienes tendrán el poder de decidir absolutamente todo respecto a la vida de sus súbditos: si comen o no, dónde vivirán, si pueden o no tener familia, en qué trabajarán, qué podrán opinar, etc.
Solo imagínese cómo sería su vida si todo lo que usted produce con su trabajo y lo que hoy posee, fuera confiscado y entregado a un grupo de personas para su arbitraria administración. ¿Habría algún límite al poder que estos tendrían sobre usted? Esto es lo que ocurrió, sin excepción, en todos los regímenes socialistas de la historia. Todas fueron sociedades de esclavos construidas en nombre del bien común y la igualdad. En cuanto a los rebeldes, como ocurría a los esclavos alzados, simplemente eran liquidados. Y es que un orden que se sustenta en la coerción sistemática no puede tolerar críticas. Por esta razón también la vigilancia —Gran Hermano— y el adoctrinamiento se convierten en una necesidad.
Pero hay un segundo aspecto que complementa el cuadro totalitario socialista. Como no hay propiedad privada no puede haber mercado libre. Y dado que las personas producen bienes y servicios con el fin de intercambiarlos libremente por otros, el proceso de creación de riqueza colapsa. Por eso, fuera de los genocidios y la esclavitud, la miseria y el hambre es un común denominador de los regímenes socialistas. Salvo, desde luego, para los líderes del partido. Ellos, ya lo advirtió Orwell y lo prueban los países socialistas, vivirán en la opulencia explotando a sus esclavos.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario Financiero (Chile) el 27 de enero de 2012.