Reforma laboral en España: ¿Y ahora qué?
Xavier Sala-i-Martín dice que “la lección principal de esta reforma [laboral]: era necesaria porque el status quo era intolerable. Tiene aspectos positivos… Pero ni eliminará la lacra de la dualidad patológica ni servirá, por sí sola, para crear empleo”.
La catastrófica situación del mercado laboral (paro de más del 20% por tercera vez desde que llegó la democracia, la tasa de temporalidad más alta de Europa y 50% de los jóvenes sin empleo) ha obligado al nuevo Gobierno de España, presidido por Angela Merkel, a aprobar una profunda reforma. La pregunta que todos nos hacemos es: ¿funcionará?
La respuesta es complicada debido a la cantidad de medidas adoptadas, pero intentaré dar unas pinceladas con el poco espacio del que dispongo. Para evaluar si una ley va a funcionar, tenemos que pensar si corrige correctamente los problemas que pretende resolver. En este sentido, el marco laboral español tiene cuatro grandes grupos de deficiencias. La primera es la de la dualidad extrema: en España hay dos tipos de ciudadanos, los insiders (los que están dentro) y los outsiders (los que están fuera). Los insiders tienen trabajo fijo protegido por unos de los costes de despido más altos de la Unión Europea (UE) y con un sueldo más o menos aceptable. Los outsiders se debaten constantemente entre el desempleo y el empleo temporal con salarios ínfimos y sin coste de despido. Al ser muy caro despedir a los insiders, las empresas no ofrecen muchos contratos permanentes, y eso hace que a los outsiders les sea casi imposible encontrar empleo fijo. De alguna manera, la excesiva protección de los insiders agrava la precariedad de los outsiders.
Para mitigar esta anomalía, la reforma abarata los costes de despido (se pasa de 45 días por año trabajado a 33 o 20 y de un máximo de 42 meses a 24). Eso reduce, aunque no elimina, las diferencias entre insiders y outsiders. También se dan bonificaciones fiscales a empresas que contraten a outsiders jóvenes y parados de larga duración. Esto es una mala idea: subsidiar a las empresas que contraten a jóvenes no va a crear empleo sino que simplemente va a sustituir el empleo de adultos por el de jóvenes. El empleo no se crea con subsidios sino con productividad.
La solución real al problema de la dualidad no son más tipos de contratos sino menos. De hecho, hace falta un solo contrato con una protección intermedia para todos los trabajadores. Mientras se mantengan los dos tipos de contratos (fijos y no fijos), habrá dos tipos de trabajadores (insiders y outsiders). Así de simple. La conclusión es que la reforma del Partido Popular (PP) no solucionará el problema de la dualidad.
La segunda gran deficiencia del mercado laboral español es la falta de flexibilidad para ajustarse al ciclo económico. Si una empresa con beneficios ve que bajan las ventas, aumentan los impagos o aparece cualquier otro factor que pone en peligro su rentabilidad futura, sería bueno que el empresario se reuniera con los sindicatos y acordara una reducción temporal de salarios o de jornada laboral para que nadie pierda su empleo. El problema es que el sistema de negociación colectiva actual lo hace imposible, por lo que se ve obligado a reducir plantilla a través de complicados ERE (expedientes de regulación de empleo) que le acabará costando hasta 4 años de salario por cada trabajador despedido. A menudo, eso acaba implicando la quiebra y la pérdida de todos los puestos de trabajo. Millones de españoles están en el paro hoy por esta razón.
La reforma del PP permite que trabajadores y empresas pacten modificar la jornada laboral, el salario, los incentivos o el horario, con el objetivo de hacer que el despido o el cierre sea el último recurso. Desde mi punto de vista, esta flexibilización de la actividad empresarial es el aspecto más positivo de la actual reforma.
La tercera gran deficiencia es la del fraude: parados que realizan trabajos a destajo (y todos conocemos a alguno) o trabajadores que cogen la baja simulando enfermedades. Para evitar estos abusos se impulsará que los que cobren del paro presten servicios de interés general en beneficio de la comunidad (como limpiar bosques) y se incorporarán nuevas medidas (en una ley de mutuas) para evaluar mejor la incapacidad temporal.
En un país donde la picaresca todavía es vista como algo gracioso y divertido, la lucha contra el fraude a todos los niveles es fundamental. Ahora bien, lo de obligar a los parados a realizar trabajos de interés general me parece absurdo: si el gobierno piensa que limpiar bosques tiene algún tipo de interés, que contrate a trabajadores normales con salarios normales para que lo hagan. Y si esos trabajos no son útiles, no hace falta que los haga nadie. Tampoco los parados. En lugar de limpiar bosques, sería preferible ligar el subsidio de paro a la asistencia diaria a algún tipo de formación.
La cuarta gran deficiencia del mercado laboral es que a los parados les cuesta encontrar trabajo. Dado que sólo el 3% de parados encuentra trabajo a través del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), la reforma permite que las empresas de trabajo temporal (ETT) compitan con el SEPE para buscar empleos. Aunque la competencia entre SEPE y ETT será buena, no será suficiente porque lo que impide que los parados encuentren trabajo no es la flagrante incompetencia del SEPE sino la falta de crecimiento económico.
Y esta es, desde mi punto de vista, la lección principal de esta reforma: era necesaria porque el status quo era intolerable. Tiene aspectos positivos porque impedirá que, en el futuro, la tasa de paro española se coloque por encima del 20% cada vez que hay una crisis. Pero ni eliminará la lacra de la dualidad patológica ni servirá, por sí sola, para crear empleo. Para ello es imperativo generar crecimiento económico. Por eso, mi pregunta para la presidenta Merkel es: ya tenemos la deseada reforma laboral. ¿Y ahora qué?
Este artículo fue publicado originalmente en La Vanguardia (España) el 17 de febrero de 2012.