Perú: Psicosis

Alfredo Bullard dice que "Sería bueno que el presidente explicara por qué ama con una mano el sueldo mínimo, pero se niega con la otra a pagarlo. Habría que pedirle que nos explique por qué es legítimo esclavizar a los ciudadanos para que trabajen de manera forzosa en algo que no les interesa".

Por Alfredo Bullard

Es la obra maestra de Alfred Hitchcock. Marion Crane, interpretada por Janet Leigh, llega a un motel en una carretera. El motel es manejado por Norman Bates (Anthony Perkins). Luego de registrarse, Marion Crane es acuchillada en la ducha por la madre de Bates (en la que es quizás una de las escenas más famosas del cine).

El desenlace de la película no pudo ser más sorpresivo: Bates y su madre son una misma persona. Bates tenía doble personalidad. Su lado materno, celoso de la atracción que sentía hacía la chica, motivaba su deseo de matarla.

Los políticos y los militares sufren del mismo tipo de psicosis. Los políticos deshacen con una mano lo que hacen con la otra. Deciden apuñalar aquello por lo que expresaron su amor hace solo un instante.

Y la cultura militar exacerba aun más la psicosis. Su visión estratégica, orientada al cumplimiento de fines, actúa muchas veces sin importar los medios que se utilizan. Lo que hoy se defiende, mañana puede ser sacrificado.

Lo que tiene en común la psicosis política y la militar es el uso del poder. El poder tiene la tendencia a extralimitarse. Cuando se extralimita, se usa con conveniencia. Y el actuar por conveniencia deriva en arbitrariedad. Es por eso que, como el Bates de Hitchcock, se puede matar hoy lo que ayer se amaba.

Humala ha sido víctima de esa psicosis. Hemos escuchado desde su campaña y durante todo su gobierno la importancia de pagar el sueldo mínimo y que debe subirse el mismo. Nos ha dicho que es un signo de dignidad e inclusión. Nos ha dicho que “no afectará la productividad de las empresas”. “Todas pueden pagarlo”. Me pregunto cómo hubiera reaccionado si los gremios empresariales le hubieran dicho que no iban a cumplir con su pago a los trabajadores porque no tenían plata.

Pero hace solo unos días el mismo Humala, paladín de la defensa de una remuneración digna para los trabajadores, nos dice: “Todo el mundo quisiera pagar un sueldo mínimo vital, pero no hay plata para ponerles un sueldo mínimo a todos los soldados del Ejército”. Con esas palabras tan poco “dignas” e “inclusivas”, justificaba el pago de una ridícula propina a quienes hacen el servicio militar. Ello en respuesta a la pregunta de por qué en lugar de forzar a las personas a hacer el servicio militar, mejor no les suben la remuneración para hacerlo más atractivo y así no tener que estar haciendo sorteos. Para Humala, el sueldo mínimo es bueno cuando lo paga otro, pero no cuando él lo tiene que pagar.

Y el asunto es peor en este caso. El servicio militar es un trabajo forzado, donde se obliga a brindar un servicio que no se quiere dar. El problema no es pagar poco. El problema es obligar a trabajar por poco. ¿Puede ello ser digno e inclusivo?

Con tan “brillante” razonamiento, cuando no haya presupuesto para maestros o para médicos o para basureros, habrá que crear el servicio magisterial, el servicio médico o el servicio de limpieza obligatorios, en el que alguien puede ser obligado a prestarlo por la remuneración que el Estado se le ocurra pagar. ¿Se imagina a la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP) pidiendo una ley por la que las empresas tienen derecho a reclutar trabajadores de manera forzosa pagándoles solo una propina? ¿Por qué Humala sí puede decir lo mismo sin siquiera sonrojarse?

Sería bueno que el presidente explicara por qué ama con una mano el sueldo mínimo, pero se niega con la otra a pagarlo. Habría que pedirle que nos explique por qué es legítimo esclavizar a los ciudadanos para que trabajen de manera forzosa en algo que no les interesa. Debería podernos decir por qué, como Bates, odia tanto lo que ama.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 29 de junio de 2013.