Paraguay: El reto fiscal debe ser encarado

Víctor Pavón indica que el gasto corriente ha crecido de manera "exorbitante" en el presupuesto del estado paraguayo, "prácticamente por cada 10 Guaraníes de inversión se requiere de 30 Guaraníes de gasto corriente (salarios, viáticos, etc.)".

Por Víctor Pavón

Desde su primer día de gestión gubernamental, el poder ejecutivo se enfrentará a uno de sus mayores retos. Un desafío que de ser encarado con decisión e ideas claras, posibilitará llevar a cabo con éxito las numerosas propuestas que requieren de recursos para su puesta en práctica.

Este reto es de índole fiscal y se encuentra en tres aristas bien identificadas. La primera guarda relación con el exorbitante crecimiento del gasto corriente que consume el noventa por ciento del presupuesto. Prácticamente por cada 10 Guaraníes de inversión se requiere de 30 Guaraníes de gasto corriente (salarios, viáticos etc.) para hacer funcionar aquella inversión. Esta ecuación obviamente es perversa y absolutamente ineficiente.

La segunda arista de este reto fiscal se halla en que todo el peso de la estructura estatal recae sobre apenas unas 800 mil personas físicas y jurídicas en el carácter de contribuyentes. El nuevo gobierno tendrá que vérselas con el hecho cierto de un presupuesto desfinanciado con necesidad de mayores ingresos y, en especial, deberá actuar para garantizar la calidad del gasto. Aunque esto está suficientemente dicho en cuanta conferencia, reunión o discurso que escuchamos, lo cierto es que ya no es suficiente la declamación. No hay otra, hay que arremangarse y actuar.

Para resolver este dilema fiscal se requiere de una propuesta legislativa y, de otra, referida a la gestión administrativa. Ambas se complementan y darán efectos positivos si se las aplica coordinadamente. Sobre la propuesta legislativa, y atendiendo a la tendencia de nuestra cuentas públicas, la más acertada consiste en aplicar con urgencia un mecanismo institucional que permita una verdadera disciplina fiscal.

La misma no es complicada desde el punto de vista técnico, más bien es muy complicado para los políticos. Estos —y aquí entran todos los miembros de los partidos— deben saber que ya no es posible seguir alimentando a sus clientelas con puestos de trabajo ineficientes y desconectados de la productividad, perjudicando a los que ocupan estos puestos y a la misma sociedad.

Al respecto, una ley de responsabilidad fiscal que limite el gasto corriente para no caer en déficit es una medida de carácter legislativo. Institucionalizar la disciplina fiscal para contar con finanzas fuertes y sanas le permitirá al sector público dedicarse a aquellas funciones que la Constitución exige. Pero aquí hay que hacer una puntualización. No basta con evitar el déficit si esto al final significa crear o aumentar impuestos. En tal caso, y siguiendo las sabias enseñanzas de Milton Friedman, la eliminación del déficit es apenas un medio para llegar al fin más deseado: impedir que el Estado siga creciendo poniéndoles límites a los políticos para que que no sigan creando cada vez más tributos.

La responsabilidad fiscal, por tanto, necesita de aquel marco legislativo restrictivo que disuada con pena de cárcel a aquellos que pretendan seguir cargando sobre los contribuyentes más impuestos.

Por otra parte, urge aumentar la base de contribuyentes para no tener que subir o crear nuevos impuestos. Si seguimos con esta tendencia, vamos a perder la importante ventaja competitiva de la baja presión tributaria. Y la tercera arista de este reto fiscal, se refiere a la erogación de recursos tributarios atendiendo la calidad del gasto. Es lo que se llama el principio de contraprestación tributaria. Siguiendo a John Locke, los ciudadanos ingresamos a la sociedad política para que cada quien busque su propia felicidad sin dañar a otros, con gobernantes que garanticen sus libertades y propiedad privada, castigando a aquellos que las infrinjan. Esta es una cuestión sencilla avalada por principios de raigambre universal. Las sociedades libres se fundan en la aceptación de un Estado servidor del hombre libre y no al revés, como algunos siguen creyendo.

De ahí que cuando decimos que la igualdad es la base del tributo, afirmamos que todos los ciudadanos contribuyen para aquel tipo de Estado, con alícuotas de tributos bajos, sencillos, de fácil recaudación y en donde los políticos tengan las manos atadas para no seguir metiendo la mano en nuestros bolsillos. El reto fiscal debe ser encarado.

Este artículo fue publicado originalmente en ABC Color (Paraguay) el 29 de julio de 2013.