La inflación en el imperio romano
Diego E. Quijano relata cómo se generó uno de los primeros episodios de inflación masiva cuando Diocleciano lideraba el imperio romano.
“Es una falacia moderna que la degradación monetaria es una enfermedad exclusiva al papel moneda. La historia del dinero acuñado es una historia de una intermitente, y de vez en cuando dramática, caída en valor”, dice John Chown, investigador de sistemas monetarios.
Pero según dijo un funcionario de alta jerarquía del Ministerio Economía y Finanzas al periódico local Capital, en el Imperio Romano no hubo inflación porque no se usaba papel moneda, sino solo monedas.
Veamos lo que realmente sucedió. Hasta no hace mucho, todas las monedas tenían un contenido de metal valioso como el oro o la plata. Y su valor en el mercado —lo que podías comprar con cada moneda— dependía de su contenido metálico.
Cuando el denario (nombre de una moneda romana) se crea en la época de la República Romana dos siglos antes de Cristo, su contenido en plata equivalía al 95% del peso de la moneda. Esta proporción se mantuvo durante casi 300 años. Luego Nerón, durante una administración legendaria por sus desastres, empezó a degradar el contenido metálico del denario.
La clave era que al acuñar las monedas, se usara menos plata y más de otra aleación, como el bronce, para mantener su peso y tamaño original. De esa manera, con la misma cantidad de plata original, se podían hacer más monedas con un mismo valor de cara. El nombre o valor nominal de la moneda, en este caso “un denario”, se mantenía, aparentando tener el mismo valor que antes. A esto se le llama señoreaje, una ganancia fraudulenta al acuñar monedas. Te dicen que te dan un denario, y en realidad, te dan 75% de un denario en términos del contenido de plata.
Esto significa que había más denarios circulando, paro una misma cantidad de plata base. Por ejemplo, mientras que el pan antes costaba 1 denario, ahora costaría 1 denario y un cuarto de denario. Pero, claro está, en términos de plata (el metal), seguiría siendo el mismo precio.
Para finales del siglo tres, durante el gobierno de Diocleciano, el denario había desaparecido como tal y consistía en una moneda de bronce bañada en plata, y por ello, los precios de todos los productos escalaban en términos de denarios. Esto llevó a Diocleciano a promulgar su edicto de precios máximos. Por supuesto, el chivo expiatorio fueron los comerciantes, que en su avaricia seguían subiendo los precios, y no la degradación del contenido metálico de las monedas que multiplica la masa monetaria.
Los precios subían porque se había “inflado” el número de monedas con una misma cantidad de metal base. Recordemos que cuando todos los precios suben, lo que vemos es una consecuencia de la inflación. Lo que se infla es la moneda o circulante, no los precios. Los precios simplemente responden a la nueva cantidad de masa monetaria.
Según el historiador Joseph Peden, durante la época de Diocleciano, una libra romana de oro costaba 50.000 denarios. 37 años después, cuando muere el emperador Constantino, se requerían 20 millones de denarios. Estos fueron los primeros episodios de inflación masiva y ni siquiera había papelitos.
Si bien, se puede argumentar que el impacto inflacionario de la acuñación de 80 millones de balboas será pequeño (80 millones en comparación con la masa monetaria del país es poco), lo que se pierde de vista es que se está sentando un precedente peligroso para el país. Esta política estira la costura, cerca del punto de quiebra, de una institución que en Panamá lleva más de un siglo: la estabilidad monetaria y la falta de banco central.
Si queremos ayudar al comercio y fortalecer la economía, requerimos una estabilidad monetaria aún mayor. El dólar cada día se debilita más y sus prospectos a largo plazo son malos. Lo que se necesita es una moneda fiable, y esas son aquellas que tienen un respaldo en un 100% de una materia. ¿Por qué no un balboa respaldado en oro o plata? ¿Por qué no monedas y billetes con respaldo emitidos por bancos o entes privados?