EE.UU.: ¿Salvataje para ricos?
Alberto Benegas Lynch (h) afirma que "La política del Robin Hood al revés, que sustrae recursos de la gente común para alimentar a los señoritos de Wall Street, produce efectos devastadores".
El lobby del establishment financiero se empeña en mostrar los efectos malsanos que ocurrirían si no se aprueba el "salvataje" de 700 mil millones de dólares, en última instancia detraídos de los contribuyentes. No parece percatarse que la utilización irresponsable de instrumentos financieros y las colocaciones en proyectos inviables deben sanearse si no se quiere agravar el problema. No es conducente "esconder la tierra bajo la alfombra" aunque, a corto plazo, con esa u otras medidas similares la politiquería saque rédito de sus desaciertos.
No es improbable que el paquete rechazado en el Congreso se apruebe con enmiendas, dado el clima de latinoamericanización que prevalece en la actualidad en Estados Unidos, salvo honrosas excepciones, como la de Ron Paul que mantiene con coraje, como diputado, la llama del american way of life.
Jim B. Rogers, en su momento cofundador de Quantum Funds con George Soros y ahora profesor en la Universidad de Columbia, sostiene que este rescate es peor que el lado más oscuro de China comunista y Frank Shoastak, economista jefe de G. F. Global, insiste en que se debería proceder como se hizo con Lehman Brothers, cuyos activos de 639 mil millones se reubicaron y los inservibles se liquidaron, al tiempo que se relocalizaron los millones de empleados de la firma.
No es que estos problemas no traigan consecuencias, se trata de no agravar la situación acentuando la onda expansiva, al permitir que los que erraron el camino sean financiados coactivamente por otros. Si la gente percibiera que, en el balance neto, es mejor socorrer a los insolventes, eso es lo que haría, del mismo modo en que se encaran voluntariamente proyectos colosales que comprometen sumas inmensas a plazos muy extendidos y con cláusulas que eviten las trampas del free rider.
La administración de Bush tiene el triste récord de la tasa más rápida en la relación gasto público-producto bruto interno de los últimos ochenta años. Bush pidió cinco veces autorización a la Legislatura para elevar el tope de la deuda estatal, que ahora significa el 70% del PBI y se consumió el superávit de la administración anterior, elevando el gasto a límites astronómicos que dejan un déficit fiscal pavoroso. A eso debe agregarse la política de la Reserva Federal, que comprimió artificialmente la tasa de interés, lo cual condujo a que se encararan proyectos en apariencia rentables, pero en verdad antieconómicos.
El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar un libro mío titulado Estados Unidos contra Estados Unidos, donde muestro los alarmantes desvíos, en muy diversos frentes, respecto de los extraordinariamente sabios principios establecidos por los Padres Fundadores en ese gran país. Lo que ahora ocurre nada tiene que ver con la sociedad abierta o el capitalismo; es consecuencia de la reiterada política de regulaciones contraproducentes, que hoy ocupan nada menos que 75 mil hojas anuales.
Las decisiones que se adopten en el baluarte del mundo libre resultan cruciales para la preservación del mundo libre. La política del Robin Hood al revés, que sustrae recursos de la gente común para alimentar a los señoritos de Wall Street, produce efectos devastadores.
Este artículo fue publicado originalmente en La Nación (Argentina) el 1 de octubre de 2008.