La percepción del Perú en América Latina

Pedro Pablo Kuczynski resalta el positivo desempeño económico del Perú en el periodo 2002-2008 e intenta explicar a qué se debe la baja popularidad de los presidentes peruanos durante este mismo periodo.

Por Pedro Pablo Kuczynski

El Perú es sin duda la economía de América Latina que en términos de grandes cifras ha logrado el mayor progreso desde 2002, cuando empezó a desaparecer la recesión regional que empezó en 1998. Esta situación, sin duda, nos da prestigio internacional. Los inversionistas chilenos, colombianos, brasileños y mexicanos están muy activos aquí, así como los grandes mineros y muchas empresas que hace diez o quince años no conocían al Perú. Y los inversionistas nacionales, desde los grandes hasta los pequeños, están promoviendo proyectos, construcciones, fábricas y proyectos agrícolas.

Sin embargo, como me decía un destacado intelectual colombiano, ¿cómo es que el actual Presidente y el anterior también andan o andaban en las encuestas con cifras de popularidad bajas? ¿Esta situación, me preguntó, no hará peligrar los logros económicos, sobre todo en la próxima elección de 2011? Buena pregunta, le dije, aunque me parece bien que nuestros presidentes hagan lo que deben hacer en vez de estar obsesionados por las encuestas, lo que equivale a manejar un vehículo siempre mirando el retrovisor en vez de la pista que está adelante. Sin embargo, el tema no deja de preocupar. En política la percepción de los hechos puede ser más importante que los hechos mismos. Y las percepciones pesimistas pueden ser malas consejeras, así como las demasiados optimistas.

Le di varias posibles interpretaciones especulativas sobre el fenómeno de las encuestas. Primero, nuestra accidentada historia nos tiende a llevar hacia el pesimismo. Ese pesimismo destiñe en la prensa escrita la cual, a pesar de tener limitada lectoría, marca la agenda de los otros medios. Segundo, hay fenómenos económicos que afectan las percepciones de la gente y las percepciones generalmente cambian lentamente. En el gobierno de Alejandro Toledo, el gran debate económico era si había o no había chorreo; efectivamente, el índice de pobreza, que se había disparado de 42% a 54% con la recesión de 1998 a 2001, bajaba muy lentamente y realmente empezó a reducirse sólo a partir de 2004. En el actual gobierno la preocupación económica es la inflación: aunque estamos en un ritmo anual de 6%, el más bajo de Sudamérica, una inflación promedio de 6% se traduce en 12% o más para los más necesitados, que gastan la mitad de sus ingresos en comida y transporte.

El tercer tema se refiere a las idiosincrasias de cada líder. Al presidente Toledo le gustaba la diplomacia personal —que tuvo buenos resultados, como el TLC— pero los medios le pusieron el énfasis al avión parrandero y a los comentarios a veces ácidos de su señora esposa. El actual Presidente se siente muy cómodo en la campaña política, pero no se le ve tanto en provincias. Muchos hacen la comparación con el presidente Fujimori, quien lanzaba nuevas obras, manejaba un tractor, etc. Cada uno tiene su estilo. El hecho es que el presidente (o presidenta) es mitad rey y mitad ejecutivo: debe manejar el gobierno (con la ayuda del Premier) y a la vez ser una figura mediática. Tarea difícil en cualquier contexto.

En esta situación de percepciones que cambian lentamente, hay que concentrarse en las cosas que faltan: reducir la inflación, enfatizar las pequeñas obras en provincias, estar presente fuera de Lima. Las grandes cifras son muy buenas: la inflación ha aumentado pero es baja en comparación con la de otros países, el crecimiento este año estará alrededor de 9% por segundo año consecutivo después de 8% en 2006. Desde 2002 el crecimiento anual promedio ha sido 6,5% con una inflación promedio de 2,8%, el mejor desempeño en América Latina en el lapso 2002-2008. La pobreza ha bajado notablemente en los últimos años, pero obviamente un país que tiene el llamado grado de inversión no puede estar por mucho tiempo con un índice de pobreza de 35% o 37%. Si queremos que la política de crecimiento tenga éxito, el índice de pobreza debe bajar mucho más: es muy probable que eso ocurra en los próximos dos o tres años, pero no olvidemos que la percepción de esa mejora tomará más tiempo.

La impresión de que el país progresa se concentra en las grandes ciudades. En las zonas más rurales, en las cuales está enquistada la pobreza, la impresión es que las cosas no mejoran. Para acelerar el cambio se necesita más infraestructura pública y también más presencia del Estado en esas zonas. Y al final hay que buscar nuevas soluciones para el agro de subsistencia, que sigue en la pobreza.

Este artículo fue publicado originalmente en la revista Diario Correo (Perú) el 8 de septiembre de 2008.