El Salvador: El costo de los mitos
Por Manuel Hinds
Los gobiernos populistas de los años ochenta se inventaron un mito costosísimo para El Salvador: que la Reforma Agraria de 1980 era positiva para la agricultura y los campesinos. En realidad, ha sido fuente de pobreza y corrupción. Mantener el mito es costosísimo para la sociedad. Es hora de ver la realidad y resolver el enorme problema que causó la Reforma Agraria.
La gráfica compara la evolución del valor agregado (el Producto Interno Bruto, PIB) de los tres sectores de la economía (agricultura, industria y servicios) desde 1960 a 2006, medida en dólares. Note cómo la producción agrícola, que venía creciendo a tasas iguales o mayores que las de los otros sectores hasta los setentas, colapsó inmediatamente después de la Reforma Agraria y cayó en cada año de los ochentas. Luego, en los noventas y ya en este siglo, el sector se ha mantenido prácticamente estancado, fluctuando alrededor de un nivel bajo, mientras el crecimiento de los otros sectores se disparaba.
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Fuente: World Development Indicators, Banco Mundial.
Hay tres cosas que notar. Primero, que la producción agrícola cayó 23 por ciento en términos reales durante los ochenta, inmediatamente después de que se implementó la Reforma Agraria. Ciertamente, 1980 también marcó el comienzo de la guerra, que también afectó a los otros sectores. Pero, como se ve en la gráfica, estos otros sectores sufrieron recesiones mucho más leves que las del sector agrícola porque no sufrieron el equivalente a la Reforma Agraria en sus sectores. Segundo, cuando la guerra terminó y las políticas populistas de los años ochenta se revirtieron durante los noventas, la agricultura siguió estancada mientras que los otros sectores comenzaron a crecer muy rápidamente. Tercero, en esos años hubo mucha gente que atribuyó la caída de la agricultura a la falta de subsidios. Dos hechos desmentían este diagnóstico: uno que los servicios y la industria, tenían menos subsidios que la agricultura y estaban creciendo mucho más que esta; el otro es que en el momento más negro de la agricultura, los años ochentas, fue también el momento en el que el sector recibió más subsidios.
El problema es mucho más serio que la existencia o ausencia de subsidios. El irracional régimen de propiedad de la tierra y el límite a la extensión de las propiedades que surgieron de la Reforma Agraria desincentivan la producción agrícola porque vuelven irrecuperables las grandes inversiones que son necesarias para elevar la productividad de la tierra, industrializar los productos agrícolas y establecer cadenas de mercadeo adecuadas para la venta de ellos. Costa Rica, que no tiene estas tontas restricciones en sus leyes produce 2,7 veces más por trabajador que nosotros porque puede explotar al máximo las economías de escala de la producción agrícola. Esto significa que los ingresos de los campesinos ticos son casi 3 veces los de los nuestros, y que los nuestros son pobres y los de ellos no.
El costo a nuestro país del desincentivo a la producción agrícola contenido en el régimen de propiedad va más allá de los bajos ingresos de los campesinos: el 40 por ciento de la tierra explotable del país está ociosa, lo cual es un desperdicio total. Si sólo usáramos esta tierra el PIB subiría en casi 4 por ciento mientras que los incrementos de productividad que vendrían al sector como resultado de la eliminación de los límites a la propiedad fácilmente resultarían en aumentos cercanos al 10 por ciento. El empuje de la recuperación agrícola sería suficiente para contrarrestar los efectos en nuestro país de la crisis económica y alimentos que está iniciándose en el mundo. Siempre ha sido urgente resolver el problema de la propiedad en el agro. Ahora es urgentísimo. No botemos nuestros recursos cuando tenemos pobreza entre nosotros.
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de Hoy (El Salvador) el 11 de abril de 2008.