La caridad de Bill Gates
Por Robert Barro
Bill Gates es el segundo hombre más rico del mundo, ayudó a crear una revolucionaria compañía de software para computadoras y a principios de este mes recibió un título honorario de la Universidad de Harvard. Pero puede que no entienda la importancia que tiene la creación de riqueza en la sociedad.
Al recibir su título, Gates dio un discurso que se enfocó no en la era de la información, el nacimiento de las computadoras personales o en la implacable eficiencia que su software le ha hecho posible a casi todas las industrias. En cambio, se enfocó en su propia filantropía. Su idea implícita fue que hasta ahora lo que él ha logrado puede haber sido bueno para él y los accionistas de Microsoft, pero que no ha sido una gran contribución a la sociedad en general. Sugirió que con una fortuna personal de US$90 mil millones (incluyendo lo que ha transferido a su fundación) era hora de que diera algo de vuelta.
Encuentro esta perspectiva difícil de entender. Desde cualquier punto de vista Microsoft ha sido una bendición para la sociedad y el valor de su software sobrepasa la suma de dinero que Gates ha invertido en sus esfuerzos filantrópicos.
Considere este modelo simple del valor social de Microsoft. El valor comercial de las acciones de la compañía recientemente llegó a US$287 mil millones. En el 2006, sus ingresos fueron de US$44 mil millones, con ganancias de US$13 mil millones. Este dinero fue generado creando algo que los consumidores valoran. Sólo los competidores de Microsoft podrían creer que este valor comercial y estos ingresos y ganancias podrían haber sido creados supliendo productos de poco valor para la sociedad.
Supongamos que una copia de una nueva versión de Windows se vende a US$50 (y que típicamente se incluye dentro del precio de una computadora personal). Los ingresos de Microsoft por ventas de Windows serían entonces US$50 multiplicado por el número de copias que los consumidores compren. La ganancias de Microsoft son sus ingresos menos los costos de producción y desarrollo. Pero ese no es el valor social. Este viene del incremento en productividad creado cuando compañías y hogares usan el software. El beneficio social es igual al valor de la producción adicional menos el total pagado por el software. Casi por definición, el beneficio tiene que ser positivo. De otra manera, ¿por qué el consumidor estaría dispuesto a pagar por Windows?
Una estimación conservadora, en una simulación en la que el software sirve como una nueva variedad de insumo productivo, sería decir que el beneficio social del software de Microsoft es por lo menos US$44 mil millones (los ingresos que recibe cada año). Al capitalizarlo a la misma proporción (22) que le aplica el mercado a las ganancias, este flujo corresponde a una valoración de US$970 mil millones. De esta manera, a través de las operaciones futuras de Microsoft, Gates está creando un beneficio de alrededor de un trillón de dólares para el resto de la sociedad —o más de 10 veces lo que planea donar. Y esto solo toma en cuenta los beneficios futuros probables, sin asignarle ningún valor al pasado.
Gates ha dicho que es difícil regalar tal suma de dinero de una forma productiva. Esto no es exactamente cierto. Él podría escribirle un cheque por US$300 a todo el mundo en los Estados Unidos, o donar el dinero al Departamento del Tesoro con el propósito de reducir la deuda externa. El último método es mas fácil pero tiene diferentes efectos en la distribución del ingreso.
En cambio, el plan de Gates es usar la Fundación Bill y Melinda Gates para reducir la pobreza mundial, con un énfasis en avances en la salud. Esto es una meta noble. Pero probablemente sólo complementaría los actuales programas mucho más grandes de ayuda y de alivio de deuda, que han sido dirigidos por muchos años por organizaciones internacionales y gobiernos. Estos programas, en el mejor de los casos, han tenido un récord dudoso. Aunque Gates es probablemente mucho más inteligente y emprendedor que el típico burócrata del Banco Mundial, seguramente él no lo hará mucho mejor.
Para encontrar políticas que, en efecto, disminuyan la pobreza, es favorable fijarse en las historias de éxito y de fracaso. En las últimas décadas, la historia de éxito más grande ha sido el desarrollo económico post-1979 (post-Mao) en China. Xavier Sala-i-Martin (“The World Distribution of Income”, Quarterly Journal of Economics, Mayo de 2006) encontró que el número de personas bajo la línea de pobreza en China disminuyó en 250 millones entre 1970 y el 2000. Esta reducción de pobreza masiva ocurrió a pesar de que hubo un incremento en la población del país de más de 400 millones y un incremento en la desigualdad económica dentro de China. La segunda mejor historia es el desarrollo económico de India, donde 140 millones de personas salieron de la pobreza entre 1970 y el 2000.
Otra historia reveladora es la tragedia más grande de pobreza mundial —el bajo crecimiento económico de África sub-Sahariana. En este caso, el número de personas en la pobreza incrementó en unos 200 millones entre 1970 y el 2000.
Estos ejemplos sugieren que la clave para aliviar la pobreza es lograr que África crezca como China e India. Un dato importante es que los triunfos en China e India provienen de mejoras en la gobernabilidad, en especial mediante la apertura a los mercados y al capitalismo. Asimismo, la tragedia de África proviene principalmente de la mala gobernabilidad. Otro dato es que la ayuda externa no ha tenido nada que ver con las historias de éxito y no evitó la tragedia de África.
Esto se explica por que la ayuda externa es administrada a través de los gobiernos y, de ese modo, tiende a promover un sector público que es grande, corrupto e insensible a las leyes del mercado. Puede que la Fundación Gates pueda dirigir estos programas de ayuda de forma más eficiente que lo que hemos visto en el pasado pero dudo que suceda.
Irónicamente, la inspiración de “devolver” de Gates aparentemente viene de la tercera persona más rica del mundo, Warren Buffet, quien recientemente prometió donar gran parte de su fortuna a la Fundación Gates.
Digo irónicamente por que sería más fácil dar argumentos filosóficos para querer “devolver” dinero de los US$52 mil millones de Buffet que de los US$90 mil millones de Gates. La fortuna de Buffet se ha hecho en gran parte por ser bueno eligiendo acciones. No se puede saber si su fortuna ha sido producto de suerte o de aptitudes, pero los beneficios sociales son difíciles de constatar. Estos beneficios tienen que venir de mejoras en la administración de la compañía o en decisiones de inversión.
Por supuesto, Gates está en libertad de hacer lo que desee con sus US$90 mil millones. Pero creo que se está engañando a sí mismo si cree que los esfuerzos de la Fundación Gates pueden asemejarse a las contribuciones que Microsoft ha hecho a la sociedad en el pasado y hará en el futuro. Y, francamente, hubiese preferido recibir los $300 por persona de “Asistencia Gates”.
Este artículo fue publicado originalmente por el Wall Street Journal el 19 de junio de 2007.
Traducido por Roseiby Dajer para Cato Institute.