Turquía: Lo que pasó cuando yo critiqué al Kemalismo
Por Atilla Yayla
¿Cuál es la línea que separa a un país civilizado de uno que no lo es? En mi propia experiencia en Turquía desde el 19 de noviembre es la libertad de expresión: yo he sido acusado de traición en la prensa y suspendido de mi universidad por haber defendido valores característicos de una civilización y por haber reexaminado la historia turca.
Yo soy un académico, un profesor universitario, estudiando política, filosofía política y la economía política. El 18 de noviembre, yo hablé en un panel en la ciudad ubicada en la costa occidental, Izmir. El panel estaba organizado por el actual partido que gobierna, el Partido de La Justicia y el Desarrollo (AKP).
Expliqué un concepto que denomino como “el paradigma común de una civilización”: Requiere de propiedad privada, intercambio libre, un gobierno limitado y responsable que rinda cuentas, libertad de expresión, libertad religiosa incluso para las minorías y para los no creyentes, ausencia de los crímenes políticos dentro de la ley, una oposición política, un estado de derecho y libertad de asociación, derivando en un liderazgo y cooperación horizontal en lugar de uno vertical.
Aplicando esto a Turquía, yo dije que a pesar de la abundante propaganda oficialista, el periodo de un solo partido de 1925-1945, liderado principalmente por Mustafa Kemal Ataturk, no era tan progresivo como se dice y que fue, en algunos aspectos, un retroceso.
Solo hubo 37 participantes en el panel, incluyendo un periodista local. Ella preguntó si había escuchado mal mi aseveración de que el Kemalismo de alguna forma era un retroceso. Yo respondí que ella no había escuchado mal, y dije que necesitábamos discutir este tipo de cuestiones con calma y sin animosidad.
La aplicación de Turquía para entrar a la Unión Europea solo puede sacar estas cuestiones a la superficie, añadí. Los europeos que ven las representaciones populares de Ataturk aquí preguntarán: “¿Por qué están las estatuas y fotos del mismo hombre en todas partes?”
Finalmente, dije que a mi me gustaría tener un debate racional acerca de mis puntos de vista sobre el Kemalismo, pero que me temía que eso era poco factible. Al siguiente día se comprobaría mi temor.
Yo esperaba un titular malo en el periódico de ella, Yeni Asir, pero lo que ocurrió sobrepasó mis expectaciones: Fui declarado un traidor que “ofendió e insultó a Ataturk”. Esto fue el principio de una campaña de prensa y televisiva del mismo tinte.
La Universidad de Gazi, en lugar de defender la libertad académica, me suspendió por mis aseveraciones—y por salir de los límites territoriales de la universidad sin permiso oficial. Una investigación seguramente hallará evidencia de un fracaso en “educar los estudiantes turcos de acuerdo a los principios y revoluciones de Ataturk”, la base legal para la educación en Turquía.
El secretario general de la Asociación Juvenil Turca, Osman Yilmaz, ha pedido que la Principal Junta de Educación me retire de la función pública y de la profesión académica, diciendo que yo había emprendido una “campaña de mentiras y calumnias de autoridades estadounidenses y de la Unión Europea en contra de Ataturk y de la República de Turquía”.
“Nadie puede esconderse detrás de la libertad de expresión para promover la hostilidad en contra de Ataturk”, añadió Yilmaz.
Luego de que se calmó mi miedo y mi pánico de aquellos días, ahora creo que entiendo por qué está sucediendo esto.
Yo soy un liberal muy conocido. Yo defiendo en público los derechos humanos para todos. Aquellos naturalmente incluyen los derechos de los kurdos y de los musulmanes conservadores.
Los Kemalistas detestan mi actitud, pero ellos no son capaces de cuestionar y refutar mis ideas. Su oportunidad llegó con este evento y ellos convirtieron mi crítica del Kemalismo en un insulto en contra de Ataturk.
Pero los periodistas turcos, los caricaturistas, escritores y académicos se enfrentan a más que una ideología estatal y un juicio ante la prensa. La Ley 5816 prohíbe públicamente “insultar la memoria de Ataturk”. Solo para estar seguros, el Artículo 301 del código penal estipula una sentencia de cárcel para aquellos que cometen una “denigración pública de todo lo que es turco, de la República o de la Gran Asamblea Nacional de Turquía” o “del Gobierno de la República de Turquía, las instituciones jurídicas del Estado, las fuerzas armadas o las estructuras de seguridad”.
Ahora, yo no soy un político, dirigiéndome a las grandes masas. Usualmente yo hablo en círculos académicos. En el panel, yo hice un análisis y es cierto que este era muy crítico del Kemalismo.
Pero yo soy un académico: Mi trabajo es dudar, criticar y evaluar. Nadie puede jugar a ser dios o poseer en sus manos la verdad eterna. Lo que la raza humana en general y Turquía en particular necesita es una competencia libre de ideas y paradigmas.
La libertad de expresión es importante para todos, pero para los académicos es nuestra vida. Hasta que mis ideas sean refutadas racionalmente, yo las seguiré defendiendo—porque yo amo a Turquía y yo quiero que sea un país civilizado.
Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.