Chile, el problema es la Concertación
Casi dos tercios de los padres de alumnos de la educación particular pagada está contento con ella. Y si no lo están todos es porque el Estado interfiere en los programas e impide que los particulares desarrollen los propios, que con certeza serían mejores. A la vez, más de la mitad de los padres de alumnos de la educación particular subvencionada están satisfechos con ella. El porcentaje de satisfacción es menor porque el Estado interviene en las escuelas subvencionadas más que en las pagadas y empeora las cosas. En fin, más de dos tercios de los padres de alumnos de la educación pública, que está en manos del Estado, están descontentos con ella.
Entonces, ¿cuál es la solución que propone la corriente dominante ante las huelgas estudiantiles? Como estamos en Chile, donde no impera la lógica, propone minimizar o suprimir la educación particular, que satisface a la mayoría, para dar recursos y atribuciones adicionales al Estado, con cuya labor educacional más de dos tercios están descontentos.
Luego, este problema no lo puede arreglar la Concertación porque esta misma alianza oficialista es el problema. Durante más de 16 años ha extraído a los contribuyentes más y más recursos para educación, hasta casi cuadruplicarlos en términos reales. ¿Y cuál ha sido el resultado? Los alumnos siguen fracasando en las pruebas de rendimiento y están a la zaga en las comparaciones internacionales. ¿Por qué? Porque los recursos terminan beneficiando a la burocracia vinculada a la educación y no a la calidad de la misma.
¿Cuál es la solución? Casi no me atrevo a mencionarla. Es políticamente innombrable. Pero es obvia. Si los padres que tienen recursos para educar a sus hijos pueden conseguir buenos colegios para ellos y están satisfechos de los resultados, la solución es darles a las familias que no tengan suficientes recursos los fondos que les permitan elegir los colegios para sus hijos. Las familias elegirían los mejores colegios, los colegios competirían por ser mejores y los resultados serían muy superiores. Como que, en este momento, los alumnos de la educación particular pagada chilena están en el nivel de los de Europa y Norteamérica. El desastre está en aquella parte de la enseñanza que controla el Estado.
Hace unos años la publicación “Temas públicos”, del Instituto Libertad y Desarrollo, divulgó un estudio muy notable, según el cual, si teóricamente pudiera repartirse entre los pobres todo el gasto social destinado a ellos por el Estado, ¡no habría pobres! Pues bien, ese cálculo, referido a educación, estoy seguro de que arrojaría como resultado que todas las familias chilenas pobres podrían recibir un bono, cupón o “voucher” representativo de lo suficiente para educar bien a sus hijos. Y, a lo menos, todos éstos, cuando adultos, entenderían lo que leyeran, y no como ahora en que el 80 por ciento no entiende lo que lee.
También esa solución convertiría a Chile en un país más libre y democrático. Pues la democracia es el gobierno del pueblo y, para que éste gobierne de verdad, cada uno de sus integrantes debe comenzar por ser capaz de gobernarse libremente a sí mismo. Un paso en esa dirección sería darles a los padres la libertad de elegir la educación para sus hijos y, si fuere pobre, los recursos para pagarla. Pero aquí ya han gobernado durante 16 años los enemigos de dar más libertades a los chilenos. Mucho me temo que aprovechen este conflicto para arrebatarles las pocas que, en materia educacional, se han salvado de la voracidad burocrática estatal.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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