Los ambientalistas: Sistemáticamente equivocados

por Walter Williams

Walter Williams es profesor de economía en la Universidad George Mason y académico asociado del Cato Institute.

Pocos grupos han estado tan sistemáticamente equivocados como los ambientalistas. Y pocos han tenido tan consistente apoyo de parte de políticos, de intelectuales y de los medios de comunicación. Llevan décadas prediciendo que el mundo se va a quedar sin carbón, sin petróleo, sin gas natural, sin alimentos, sin tierras cultivables, sin agua potable, etc. Pero, por el contrario, ha aumentado la oferta de todo eso que los ambientalistas temen se va a agotar.

Por Walter E. Williams

Pocos grupos han estado tan sistemáticamente equivocados como los ambientalistas. Y pocos han tenido tan consistente apoyo de parte de políticos, de intelectuales y de los medios de comunicación. Llevan décadas prediciendo que el mundo se va a quedar sin carbón, sin petróleo, sin gas natural, sin alimentos, sin tierras cultivables, sin agua potable, etc. Pero, por el contrario, ha aumentado la oferta de todo eso que los ambientalistas temen se va a agotar.

Analicemos los hechos:

En 1914, la Oficina de Minas de Estados Unidos predijo que el petróleo duraría diez años. En 1939, el Departamento del Interior informó que quedaban 13 años de producción petrolera en Estados Unidos. Esa predicción fue repetida en 1951. En 1971, el Club de Roma en sus "Limitaciones al crecimiento" informó que el total de todas las reservas petroleras alcanzaban 550.000 millones de barriles, en lo cual se basó el presidente Carter para afirmar: "Podríamos usar todas las reservas del mundo entero en la próxima década". Entre 1970 y 1990, el mundo consumió 600.000 millones de barriles. Así y todo, en 1990 el mundo tenía reservas petroleras de 1.500.000.000.000 barriles.

En los años 70, Lester Brown de Worldwatch Institute comenzó a predecir que el crecimiento de la población excedería la producción de alimentos. Y en 1968, en su exitoso libro "La bomba de la población", Paul Erlich predijo que el hambre reduciría la población de Estados Unidos a 22 millones para 1999. Desde 1961 se ha doblado la población del mundo, pero la producción de alimentos se ha incrementado en mayor proporción, inclusive en muchos países pobres. La Organización Alimentos y Agricultura informa que el consumo de calorías por persona en el Tercer Mundo se ha incrementado 27% desde 1961.

Y ¿qué de la lluvia ácida que destruye los bosques? Un estudio gubernamental efectuado a un costo de 700 millones de dólares concluyó que "no hay evidencia de una reducción general o anormal de los bosques en Estados Unidos y Canadá debido a la lluvia ácida".

A cada momento surgen nuevas predicciones alarmantes de los ambientalistas, tales como que la expansión de las ciudades está reduciendo las áreas de cultivo. La realidad es que tierras agrícolas que no están siendo actualmente utilizadas en sólo Estados Unidos y en Argentina podrían alimentar a 1.400 millones de personas.

Predicen que la erosión convertirá grandes áreas en desiertos, pero la realidad es que la pérdida de áreas cultivables por erosión se ha reducido en dos tercios desde 1950.

Nos asustan con que la utilización de energía nuclear es peligrosa. La realidad es que generar toda la electricidad que consumimos con plantas nucleares tiene un riesgo similar equivalente a aumentar la velocidad permitida en las carreteras en 0,001 kilómetro por hora.

En su obra "El estado de la humanidad", el recién fallecido Julian Simon, profesor de la Universidad de Maryland, presentó una larga lista de hechos que contradicen y destruyen las predicciones apocalípticas de los ambientalistas.

Mientras los medios de comunicación no le prestaban mayor atención al trabajo del profesor Simon, la Fundación MacArthur le confería el premio de "genio" al Sr. Erlich, acompañado de un generoso estipendio para "promover una mayor comprensión por parte del público sobre los problemas del medio ambiente".

Nuestro empeño en creer los errores, las manipulaciones, las mentiras y las advertencias de los ambientalistas conducen a políticas erradas que matan gente y reducen el nivel de vida. Un buen ejemplo son las normas impuestas por el gobierno sobre el consumo de gasolina permitido a los vehículos producidos en Estados Unidos. Ello obligó a Detroit a reducir el peso de los carros, lo cual ha sido causa de muertes innecesarias en accidentes. Y ni hablemos de las campañas de control de nacimientos que los países ricos financian en los países pobres.

La próxima vez que un ambientalista le prevenga respecto a algún desastre, pregúntele cuándo fue la última vez que acertó con sus advertencias.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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