La libertad económica y las ventajas del retraso

Por Erich Weede

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De acuerdo a los estudios de economía, la libertad económica y su aumento mejoran las tasas de crecimiento1. Pero sus efectos están dominados por el nivel de desarrollo económico y de capital humano. ¿Acaso estos descubrimientos implican que los defensores del capitalismo y la libertad económica exageran su argumento? Para nada.

Considere el nivel de libertad económica que determina las potenciales ventajas del retraso. Los economistas suelen discutir las razones por las cuales existen estas potenciales ventajas: las economías menos desarrolladas pueden valerse de las tecnologías, los modelos empresariales y los procedimientos de mercadeo de las economías más avanzadas2; y la imitación puede ser más fácil y rápida que la innovación de la cual las economías desarrolladas dependen.

Posiblemente, estas ventajas son mayores en niveles moderados de retraso en los que el grado de formación de capital humano permite la explotación de las oportunidades del retraso. O, las economías menos desarrolladas tienen más espacio para reasignar su fuerza laboral desde ocupaciones menos productivas hacia actividades más productivas dentro de la industria o los servicios. O, es probablemente más sencillo encontrar inversiones lucrativas en los países en desarrollo —por ejemplo, en infraestructura de transporte— que en las economías altamente desarrolladas en las que muchas de las inversiones obvias ya han sido realizadas. Yo no quiero sumarme al debate acerca del relativo mérito de estos argumentos. Tampoco quiero añadir argumentos de otras ciencias sociales de acuerdo a las cuales el proceso de desarrollo económico implica cambios de valores que luego socavan las posibilidades de un desarrollo económico en el futuro3.

El papel de los países avanzados

En cambio, quiero resaltar lo obvio pero que, sin embargo, suele ser olvidado: las ventajas del retraso para algunos países en vías de desarrollo presupone la existencia de países desarrollados. Si los países avanzados —como por ejemplo, EE.UU., los países europeos y Japón— no habrían existido, los primeros “tigres asiáticos” (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur) nunca hubieran crecido así de rápido como lo hicieron, ni China e India estuvieran creciendo como lo están haciendo hoy. Antes de mediados del siglo XX y antes de que se conociera el diferencial entre los ingresos de las sociedades occidentales industriales y de los países menos desarrollados, ningún país importante alguna vez creció así de rápido como lo hicieron Corea y Taiwán durante los 1960s y 1970s, o como lo ha hecho China desde los 1980s, y como lo están haciendo India y Vietnam ahora4. Por lo tanto la inequidad internacional es un componente esencial de las ventajas del retraso. Esta desigualdad beneficia a aquellos países retrasados los cuales se aprovechan de las oportunidades disponibles.

Los países avanzados y relativamente libres son esenciales para generar las oportunidades del retraso. Ellos proveen un modelo, una fuente de tecnología y un mercado para los productos producidos con labor de salarios bajos. Si los países avanzados se volvieron ricos antes que otros países es porque ellos establecieron derechos de propiedad seguros para los comerciantes y los productores antes que otros países, porque ellos se beneficiaron de gobiernos limitados antes que otros, porque ellos inventaron el capitalismo y se beneficiaron de la libertad económica antes, por lo tanto las ventajas del retraso son el efecto de la libertad económica y del capitalismo5.

Desafortunadamente, la escasez de información cuantitativa no nos permite analizar el impacto de la libertad económica en las tasas de crecimiento a largo plazo. Pero es posible establecer que el impacto de la libertad económica es fuerte basándose en la información cualitativa o narrativa. Las ventajas del retraso debieron haber sido pequeñas antes del establecimiento del capitalismo porque las civilizaciones más importantes (compuestas de decenas de millones de personas) de ese entonces todavía tenían ingresos per cápita relativamente similares6.

Por lo tanto, las ventajas del retraso ameritan una interpretación Hayekiana:

Los beneficios de la libertad, por lo tanto, no se limitan a los libres . . . No hay duda de que en la historia las mayorías sin libertad se han beneficiado de la existencia de las minorías libres y que hoy las sociedades sin libertad se benefician de lo que ellas obtienen y aprenden de las sociedades libres7.

Esta aseveración encaja con la relación actual entre la República Popular de China y el Occidente, como si hubiese sido escrita ayer y con precisamente este ejemplo en mente. Que los beneficios de la libertad económica en EE.UU. y en el Occidente se extienden a sociedades estatistas también lo indicó Henry Nau con respecto a Japón y a otros estados asiáticos que se desarrollaron antes, tales como Taiwán y Corea del Sur:

El modelo de desarrollo asiático celebrado por teóricos del comercio estratégico funciona solo en el contexto de un modelo anglo-americano de comercio más libre. Nadie ha demostrado que Japón o cualquier otro país asiático hubiera podido triunfar en sus estrategias comerciales y económicas, sin importar el nivel de intervención estatal, si no hubiese tenido acceso a los mercados mundiales, particularmente al mercado estadounidense. Atribuirle tal éxito a un modelo de desarrollo superior, y a la intervención en la política comercial, por lo tanto, es en el mejor de los casos, una verdad a medias8.

Una perspectiva diferente de la desigualdad global

Así que parece que la libertad económica en la economía mundial, esto es, la existencia de economías libres dominantes y pioneras, es de primordial importancia para mejorar las tasas de crecimiento y dejar atrás la pobreza en todas partes. Además, la libertad económica entre las naciones, o la extensión de esta, ayuda a aquellos que la practican.

El reconocimiento del hecho de la desigualdad internacional también ha resultado en evaluaciones muy distintas. Recientemente, el Banco Mundial se quejó de que “hay desigualdades inmensas en el mundo. Hasta los ciudadanos en mejores condiciones en gran parte de los países en vías de desarrollo tienen peores oportunidades que los pobres en los países más ricos. El hecho de que el país de nacimiento es un factor que determina las oportunidades de una persona va en contra de nuestra visión de igualdad”9.

Sea cual sea el concepto de igualdad del Banco Mundial, este es en el mejor de los casos una evaluación incompleta del impacto de la desigualdad entre las naciones —la cual surgió debido al establecimiento de derechos de propiedad, libertad económica, y capitalismo en el Occidente antes de que esos logros lentamente se esparcieran a otros lugares. Si el establecimiento temprano de la libertad económica no hubiese enriquecido al Occidente antes que a otros, entonces no habría ventajas potenciales en el retraso de las cuales los países pobres podrían aprovecharse. Por lo tanto, la libertad económica occidental no solo generó los prerrequisitos de la prosperidad occidental; simultáneamente estableció la precondición para escapar rápidamente de la pobreza masiva en otras partes del mundo.

Referencias

Este artículo fue publicado originalmente como el Economic Development Bulletin No. 9 (31 de Enero de 2007) del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

1 James D. Gwartney y Robert A. Lawson. “Economic Freedom, Investment, and Growth”, en Economic Freedom of the World: 2004 Annual Report, editado por James D. Gwartney y Robert A. Lawson (Vancouver, BC: Fraser Institute, 2004), p. 28-44; James D. Gwartney, Randall G. Holcombe y Robert A. Lawson, “Institutions and the Impact on Investment and Growth”, Kyklos 59 (2006): 255-73; y Weede, “Economic Freedom and Development”.

2 Robert. J. Barro y Xavier Sala-i-Martin, Economic Growth (New York McGraw Hill, 1995); William J. Baumol, “Multivariate Growth Patterns: Contagion and Common Forces as Possible Sources of Convergence”, en Convergence of Productivity, editado por William J. Baumol, Richard R. Nelson, y Edward N. Wolf (Oxford: Oxford University Press, 1994), p. 62-85; y Mancur Olson, “Big Bills Left on the Sidewalk: Why Some Nations Are Rich, and Others are Poor”, Journal of Economic Perspectives 10 (1996): 3-24.

3 Ronald Inglehart, Modernization and Postmodernization (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1997).

4 Angus Maddison, The World Economy: A Millennial Perspective (Paris: OECD, 2002).

5 Eric L. Jones, The European Miracle (Cambridge: Cambridge University Press, 1981); David S. Landes, The Wealth and Poverty of Nations (New York: Norton, 1998); Douglas C. North, Institutions, Institutional Change and Economic Performance (Cambridge: Cambridge University Press, 1990); Richard Pipes, Property and Freedom (New York: A.A. Knopf, 1999); Nathan Rosenberg and L.E. Birdzell, How the West Grew Rich (New York: Basic Books, 1986); y Erich Weede, Asien und der Westen (Baden-Baden: Nomos, 2000).

6 Maddison. Aunque Acemoglu, Johnson y Robinson no se enfocaron explícitamente en el gobierno limitado y la libertad económica, si argumentan que las instituciones dominan a la geografía como un determinante del crecimiento económico a través de los siglos, y proveen un poco de evidencia cuantitativa de los últimos cinco siglos para respaldar su punto de vista. Daron Acemoglu, Simon Johnson, y James Robinson, “Reversal of Fortune: Geography and Institutions in the Making of the Modern World Income Distribution”, Quarterly Journal of Economics 117 (2002): 1231-94.

7 Friedrich Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960), p. 32.

8 Henry R. Nau, Trade and Security (Washington, DC: AEI Press, 1995), p. 47.

9 Banco Mundial, World Development Report 2006: Equity and Development (Nueva York: Oxford University Press, 2005), p. 206.