Kenneth Minogue, un reaccionario creativo
Dalibor Rohac dice que "Ya sea que uno comparta completamente sus opiniones o no, uno debería apreciar las contribuciones prácticas del Sr. Minogue al pensamiento conservador y al liberal clásico, así como también su participación en los debates de políticas públicas en Westminster y otros lugares".
Por Dalibor Rohac
Kenneth Minogue, quien murió la semana pasada a sus 82 años, fue un gigante intelectual del movimiento liberal. Al mismo tiempo, fue un hombre de gran humildad y con unas rarezas e irónico auto-desprecio, muy característicos de los australianos. A pesar de su avanzada edad siempre parecía estar en forma, así que su muerte en un vuelo de retorno de una reunión especial de la Sociedad Mont Pelerin en Galápagos llega como una triste sorpresa.
En diciembre de 2011, con mi ex colega Anne Applebaum, tuvimos el placer de servir de anfitriones en Londres para una cena en la que se discutió su último libro, La mente servil (The Servile Mind). Aunque no puedo decir que estuve completamente de acuerdo con su versión del conservadurismo, esa velada fue memorable —particularmente por la lucidez del Sr. Minogue y por su habilidad de hablar de problemas sumamente abstractos que estaban plagando a la civilización occidental en profundos párrafos concebidos de manera integral. Me sorprendió mucho que el Sr. Minogue no estuvo contento con su propio desempeño. En una nota de agradecimiento, me escribió disculpándose dado que él deseaba que “no hubiese estado tan confundido durante el plato principal” y que deseaba que hubiese “leído un poco de un guión”.
Exigirse altos estándares fue una de las claves de su éxito como un académico. El Sr. Minogue vino a Inglaterra en la década de los cincuenta y enseñó primero en la Universidad de Exeter y luego, desde 1959, en la London School of Economics. Muy rápidamente, sus investigaciones se concentraron en el papel jugado por el liberalismo moderno en la formación de la vida política en Occidente. En su primer libro famoso, La menta liberal (The Liberal Mind), publicado en 1963, el Sr. Minogue ve al liberalismo moderno —que debe ser distinguido de la variedad liberal clásica y más individualista— como una ideología con raíces tan profundas y sutiles que conducen a “una concepción del mundo de cuyos sesgos difícilmente estamos conscientes”.
El atractivo del liberalismo moderno es que “provee un consenso moral y político que nos une prácticamente a todos”. De acuerdo al Sr. Minogue, es una mezcla de compasión y del esfuerzo deliberado de mejorar la sociedad a través de la política. Estas características intuitivamente deseables son peligrosas, porque “[convierte a] todos los problemas generalizados en problemas políticos, invitando soluciones mediante la actividad estatal. De esto se deriva lógicamente que la gente se compromete a objetivos planificados de largo plazo más o menos como los individuos se comprometen así mismos con las resoluciones de año nuevo”.
En 1963, el Sr. Minogue todavía pensó que este lado potencialmente peligroso del liberalismo moderno podía ser controlado por “instituciones como las fuerzas armadas, las universidades, las iglesias y academias culturales”— una opinión que después consideró claramente equivocada.
Los títulos de su primer libro y del último no son accidentales. A lo largo del tiempo, el Sr. Minogue llegó a creer que la versión moderna y progresiva del liberalismo condujo a una corrupción de nuestro lenguaje y de nuestras sensibilidades morales. En lugar de asumir la responsabilidad individual para abordar los problemas morales y sociales, el liberalismo moderno invita a los individuos a delegar esa responsabilidad al Estado. El resultado son las “poses político-morales” sobre causas que van desde el calentamiento global, hasta asegurar la paz o la igualdad de género.
Hacer los sonidos “correctos” y mostrar las opiniones “correctas” se han convertido, según el Sr. Minogue, en sustitutos de la acción moral. Los resultados tienes dos caras: por un lado el crecimiento del Estado y la proliferación de las malas políticas públicas, y por otro, una atrofia de las sensibilidades morales genuinas. Y esto destruye las sociedades libres, que el Sr. Minogue vio como sostenibles solamente si hay una ciudadanía libre y responsables que se auto-gobierna.
El proyecto intelectual del Sr. Minogue fue más humilde que las grandiosas teorías expuestas por John Rawls o Robert Nozick, quienes pensaron que la vida política requería estar basada en una serie abstracta de principios. En cambio, para el Sr. Minogue, la vida en una sociedad libre se basada en una serie de habilidades que necesitaban ser cultivadas y fomentadas. La sabiduría presente en las normas y tradiciones culturales fue central para la libertad, incluso si las justificaciones de ciertas normas no podían ser articuladas de manera explícita. Y allí se encontraba el peligro del jugueteo del liberalismo moderno con las instituciones de Occidente para el propósito de abordar los problemas sociales existentes.
En filosofía política, la posición del Sr. Minogue se encontró en la minoría. Incluso dentro del movimiento de libre mercado, su conservadurismo cultural, con un énfasis firme sobre el precedente y la tradición, no era compartido por todos. Algunos argumentarían extensamente, que el liberalismo moderno —con su retórica de igualdad de género y racial y de aceptación de los homosexuales y las minorías— ayudó a las sociedades occidentales a volverse más abiertas y tolerantes. En la previsión pesimista del Sr. Minogue, había poco espacio para tales consideraciones.
Ya sea que uno comparta completamente sus opiniones o no, uno debería apreciar las contribuciones prácticas del Sr. Minogue al pensamiento conservador y al liberal clásico, así como también su participación en los debates de políticas públicas en Westminster y otros lugares. A principios de los noventa, lideró el Bruges Group, un foro escéptico de la Unión Europea y una importante voz profética que se opuso al Tratado de Maastricht. También se desempeñó como presidente de la Sociedad Mont Pelerin, organizando la primera reunión de esta sociedad en un país árabe en Marruecos en abril de 2011.
En su característico estilo irónico, el Sr. Minogue describía sus opiniones políticas como “reaccionarias” y sus opiniones religiosas como “creativas” en su perfil de Facebook. Este escritor cree que el mundo se beneficiaría enormemente de más reaccionarios creativos de su calibre intelectual.
Este artículo fue publicado originalmente en The Huffington Post (EE.UU.) el 1 de julio de 2013.