Justicia primate
Alfredo Bullard indica que "El respeto a la vida, a la propiedad o a los demás derechos nació antes que como un orden racional, como un orden emocional. En algún momento de la evolución un grupo de individuos sintió (antes que pensó) que ciertas conductas eran injustas y creó marcos y reglas para sancionarlas".
Por Alfredo Bullard
Hace unos días tuve la suerte de compartir un panel con Juan Monroy en el que se refirió a un experimento sobre el que leyó en un libro. Este consistió en que se tomaron dos monos y a uno se le puso al alcance una palanca. Cada vez que el mono la activaba, él y su compañero recibían, cada uno, una galleta. Ambos estaban complacidos con el resultado. Sin embargo, luego de repetir el ejercicio, de pronto el que activaba la palanca recibió, como siempre, su galleta. Pero su compañero, sin hacer nada, recibió en cambio tres galletas. Al notar el trato diferente, el mono que usaba la palanca se enojó profundamente y abandonó el juego indignado. Entonces Juan terminó esa parte de su relato diciendo: “La justicia es genética”. Creo que tiene razón.
La definición de Ulpiniano, (“la justicia es la voluntad continua de dar a cada quien lo suyo”) no dice realmente mucho. El experimento de los monos nos dice más. Puede ser que el mono tenga una reacción igualitaria de justicia (¿por qué el otro recibe más galletas que yo?) o meritocrática (¿por qué si yo activo la palanca, el otro se apropia de mi esfuerzo?). Pero su reacción, como la de nuestro cerebro, es más instintiva que racional.
La justicia no es un concepto intelectual. Es principalmente emocional. Antes que pensarse, la justicia se siente. Ante la violación de un derecho, el cerebro reacciona con una emoción antes que con una razón. Luego nos llenamos de razones, pero nuestra primera reacción es emotiva.
El respeto a la vida, a la propiedad o a los demás derechos nació antes que como un orden racional, como un orden emocional. En algún momento de la evolución un grupo de individuos sintió (antes que pensó) que ciertas conductas eran injustas y creó marcos y reglas para sancionarlas. Esos individuos lo hicieron mejor que otros que no tuvieron las mismas reacciones emocionales. Las sociedades formadas por este grupo de individuos tuvieron mejor desempeño y fueron más eficientes comparadas a sociedades conformadas por el resto de los individuos.
Como en la selección natural de Darwin, las sociedades evolucionan genética y culturalmente. Así es como ciertas emociones nos hacen más adaptables a nuestro entorno. Parece, entonces, que la sensación de lo justo es una de esas emociones y tiene que ver con nuestra supervivencia.
Estudios de neurociencia y psicología cognitiva encuentran que la ira suele estar vinculada al sentimiento de injusticia. Una reacción visceral puede ser más directa y generar un mayor compromiso con ser justo. Así como quien no siente hambre no comerá, quien no se indigna con lo injusto difícilmente asumirá el rol de impartir justicia.
En otras palabras, la ira contribuye a desarrollar la capacidad de juzgar. Como indica Mahoney, los eventos que generan ira son más vividos y persuasivos. La emoción es un signo de que algo importante está ocurriendo y que merece ser tomado en cuenta. La ira empuja a tomar acciones para cambiar las cosas, algo que ha influido de manera importante en el desarrollo de la civilización.
No pretendo inferir que los jueces deben ser meramente emotivos. De hecho creo que la aplicación lógica y razonada de la ley es indispensable. Pero sí creo que lo que nos lleva a considerar algo como justo o injusto es un sentimiento antes que una idea claramente establecida y es, además, un sentimiento genéticamente definido y que ha sido perfilado a través de un proceso de selección natural. La justicia es producto de la evolución genética del hombre.
En síntesis, las emociones son, más allá de lo que podamos desear, parte importante del proceso por medio del cual nuestro cerebro toma decisiones. En términos culinarios, las emociones ponen la sazón a ideas como la justicia. Y sin una buena comprensión de cómo funciona la sazón, la justicia puede salir insípida o demasiado salada.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 7 de diciembre de 2013.