Italia: El capital político importa cuando se trata de una reforma fiscal

Alberto Mingardi asevera que "La vieja clase política italiana carece de legitimidad, debido a los escándalos alrededor de Berlusconi y también porque navegó los últimos 20 años sin abordar problemas estructurales".

Por Alberto Mingardi

A pesar de que la preocupación es que los gobiernos podrían no manejar sus cargas fiscales únicamente con una mutualización limitada de sus deudas, yo veo el problema desde otra perspectiva. Mi miedo es que, con una profunda mutualización de la deuda, el proceso de reforma en los estados miembros se detenga inmediatamente. Sabemos que las federaciones exitosas cuentan con bonos regionales sin garantías de rescate, como en EE.UU., por ejemplo. La crisis actual tiene sus raíces en el comportamiento irresponsable de los estados miembros europeos. El crecimiento desmedido del gasto público dejó a algunos con demasiada deuda pública. Reducir el gasto es difícil en las democracias modernas, pero no imposible. Las socialdemocracias del norte como Finlandia y Suecia lo lograron; Canadá (ahora considerado un país relativamente resistente a la crisis mundial) lo logró en la década de 1990; y Letonia y Estonia lo hicieron recientemente.

Una mutualización sustancial de la deuda disminuiría en gran medida los incentivos de los estados miembros para poner sus finanzas públicas en orden. Las clases políticas son cortoplacistas casi por definición, y se requerirá de un gran liderazgo y compromiso restaurar las finanzas públicas sin el estímulo de la disciplina de mercado.

Los votantes alemanes se muestran escépticos acerca de la "solidaridad" europea porque sienten que ellos recibirán la factura. Sin embargo, una preocupación tal vez más importante —y menos subjetiva— acerca de la mutualización es que le dará al sistema una falsa sensación de seguridad. El riesgo moral es un componente importante de la crisis actual.

La mayor parte de los italianos entiende que la crisis es el resultado de la mala administración de las finanzas públicas y que el gasto público es inmenso: €800.000 anuales, incluyendo los intereses de la deuda. Los italianos también se percatan de que están pagando tasas de impuestos suecas por sus servicios públicos, pero sin los estándares suecos. Las historias de cómo el gobierno está desperdiciando dinero son el pan de todos los días para los medios de comunicación. La población no siente que "esto es solo el estilo italiano". Los italianos han estado conscientes de la necesidad de un cambio desde, por lo menos, principios de la década de 1990, cuando se hizo evidente que la intervención extensiva del gobierno en la economía resultaba en corrupción.

Sin embargo, lo que más necesita Italia es capital político. Es uno de esos momentos en la historia en que una sociedad puede ser increíblemente honesta en el diagnóstico de sus propios males, pero carece del médico que administre la cura. La crisis del euro podría avivar el extremismo populista en Italia simplemente porque el país parece incapaz de ofrecer una respuesta política distinta. Beppe Grillo, un comediante convertido en político, tiene alrededor del 20% de los votos. Silvio Berlusconi, tras unos meses de un silencio benevolente, también está de regreso a la arena política con el objetivo de aprovecharse de la incertidumbre con la promesa de una salida rápida del euro para Italia.

El gobierno tecnócrata liderado por Mario Monti fue bueno para diagnosticar pero malo para administrar el tratamiento. Las reformas fueron muy lentas y los contribuyentes italianos fueron exprimidos como limones debido a la creencia de que la consolidación fiscal a través de aumentos de impuestos era el camino más rápido y práctico en medio de la emergencia.

La vieja clase política italiana carece de legitimidad, debido a los escándalos alrededor de Berlusconi y también porque navegó los últimos 20 años sin abordar problemas estructurales. Los tecnócratas en el gobierno carecen de legitimidad también —nadie los ha elegido y no han demostrado ser particularmente eficaces, ni justos, con sus acciones desde el gobierno.

De este modo, los italianos podrían votar por opciones populistas e improbables, a pesar de que tengan una visión más clara de la crisis de lo que sugieren sus preferencias electorales.

Este artículo fue publicado originalmente en Financial World el 9 de julio de 2012.