El mito liquidacionista de Hayek y su regla monetaria
Adrián Ravier señala que en su libro Precios y producción (1931) Hayek indica que sería deseable expandir la base monetaria solamente para evitar una "contracción secundaria".
Por Adrián Ravier
Es amplia la literatura que estudia las causas de la “gran depresión” de los años treinta y las políticas que debieron aplicarse para sanear la situación. Desde que la crisis financiera internacional se desató hacia fines de 2007, la profesión decidió desempolvar los libros más importantes que estudiaron aquel período, para analizar cuál debiera ser el mejor curso de acción que la Reserva Federal (Fed) debiera tomar ante la misma. No fueron pocos los economistas que, de hecho, se congratularon al ver al frente de la Fed a Ben Bernanke, posiblemente uno de los economistas más destacados por haber aprendido las lecciones de aquella gran crisis.
En noviembre de 2002, en un discurso que ofreciera en honor a Milton Friedman, pronunció las siguientes palabras: "Permítanme terminar mi conferencia abusando levemente de mi carácter de representante de la Reserva Federal. Quiero decirles a Milton y a Anna: en lo que respecta a la Gran Depresión, tienen razón, fue culpa nuestra. Lo lamentamos mucho. Pero gracias a ustedes, no volveremos a hacerlo".
El titular de la Fed parece defender la misma línea que Milton Friedman y Anna Schwartz expusieran en su famoso libro de 1963, A Monetary History of the United States, 1867-1960, donde estudiaron la historia monetaria de EE.UU. y concluyeron que la inestabilidad económica tiene como causa la inestabilidad de la política monetaria.
En relación con la crisis del treinta, estos dos economistas de Chicago, afirman que la gran depresión tuvo como causa directa a “la gran contracción”, la que provocó una gran deflación de precios que destruyó una parte sustancial del sistema bancario (de los 25.000 bancos que operaron en 1929, sólo quedaron 12.000 en 1933). El error más significativo del período habría sido que la Fed abandone el uso de la política monetaria, debiendo más bien expandir la base monetaria para evitar la mencionada contracción secundaria y la deflación de precios.
Y en tal sentido actuó Ben Bernanke en los últimos años. Baste remarcar que hacia fines de 2007 la Fed revirtió la tendencia alcista de la tasa de interés de corto plazo y dese agosto de 2008 a enero de 2009 duplicó la base monetaria, elevándola de 0,9 a 1,8 billones de dólares. El efecto inmediato fue una leve recuperación de la economía estadounidense, con síntomas alentadores respecto a la actividad económica, aunque preocupantes en lo que refiere a la generación de empleo.
¿Qué dicen los economistas al respecto? ¿Qué podemos esperar de tal política? A muchos llamará la atención que esta política goza hoy de enorme consenso. Un consenso que no sólo incluye la política activa, discrecional y anti-cíclica keynesiana o el anti-deflacionismo monetarista, sino también a las políticas defendidas por Friedrich A. von Hayek y la Escuela Austríaca de Economía.
¿Pero acaso Hayek no habría recomendado una completa liquidación de las malas inversiones? La respuesta es negativa, y para demostrarlo, no hay que ir a un texto perdido, sino a su libro central de la década de los años 30, a Precios y Producción (1931).
En este famoso libro, Hayek explica que la Reserva Federal debe expandir la base monetaria para evitar esta “contracción secundaria”. En términos de la ecuación cuantitativa (MV=PY), Hayek propone “su regla” de mantener MV constante. Esto traería dos consecuencias: primero, en lo que refiere a los aumentos de productividad que el mundo experimentó en la década de 1990, la economía debió crecer sostenidamente (aumento de Y) acompañada de una sana deflación de precios (reducción de P o lo que Joseph Salerno denominó como growth deflation). De haber permitido la Reserva Federal que los precios cayeran a lo largo de la década, hoy no estaríamos inmersos en esta crisis.
Segundo, y ya metidos en problemas, Hayek proponía (como ideal) que la Reserva Federal permita la necesaria liquidación de mercado mientras la autoridad monetaria evita la contracción secundaria (el pánico) mediante el mantenimiento de un flujo constante de gasto. En otras palabras, ante una contracción secundaria, apliquemos una expansión primaria de dinero, manteniendo MV constante.
Vale la pena aclarar que el aumento de la oferta monetaria (M) que proponía Hayek, y hoy defienden Lawrence White y George Selgin, entre otros, no sería de la magnitud, ni de la calidad, que Bernanke ofrece hoy. Por un lado, la expansión de la oferta monetaria supera el 20%, un monto que está bastante por encima de lo que el mercado habría necesitado para evitar la “contracción secundaria”. Por otro lado, y ya en el plano cualitativo, la Fed expandió la base monetaria desarrollando rescates arbitrarios, favoreciendo el riesgo moral y comprando deuda privada de alto riesgo, en lugar de comprar deuda del gobierno y ahora tiene una cartera de activos cuyo valor y liquidez desconoce y que le será difícil revender en cuanto comience a aumentar la velocidad de circulación del dinero.
Lo dicho, nos lleva a conjeturar que —aun cuando Bernanke expandió la base en un contexto de amplio consenso— en el mediano plazo los niveles de inflación tenderán a elevarse y la Fed tendrá dificultades para evitarlo.