El derecho y la economía en Don Quijote
Víctor Pavón reseña cómo en la obra Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes se retratan temas que siguen siendo relevantes hoy: desde la corrupción en la oficina pública hasta los impuestos.
Por Víctor Pavón
A 400 años de la inmortalidad de William Shakespeare y Miguel de Cervantes, días atrás tuve la oportunidad de disertar en el VII Simposio Internacional de Humanidades organizado por la Universidad del Norte (UniNorte). Mi conferencia versó sobre el título de este artículo.
Desde tiempos lejanos a la fecha, los hechos jurídicos como la actividad económica han sido fuentes de inspiración para la narrativa literaria. Citemos a Sófocles en Antígona, a Víctor Hugo en Los miserables o a Dostoievski en Crimen y castigo, así como también a nuestros escritores como Augusto Roa Bastos en Yo el supremo y El fiscal o a Juan Manuel Marcos en El invierno de Gunter.
En El Quijote encontramos varios pasajes que guardan relación con el derecho y la economía. El Quijote es el prospecto de caballero que asume como propia la lucha por el respeto a las normas de conducta no solo individual, sino también cómo debería comportarse el que ocupa un cargo público. Y al gran Cervantes no le resultó tan difícil hurgar en la sociedad en la que vivía porque además de su portentoso talento literario, se dedicó en la vida real a actividades como proveedor de abastecimientos a la Armada española y como agente comercial.
En el Quijote encontramos observaciones sobre el sistema de propiedad y el trabajo. Las profesiones tienen su origen en la existencia de dos clases sociales; el que tiene y no tiene. “El no tener es terrible”, pero enseguida se agrega una cuestión que desmitifica aquella idea de que el pobre debería recibir solo compasión. El pobre que no tenga la virtud de acometer hacia adelante en “empresas arriesgadas”, finalmente “no tiene cosa buena”.
También son merecedores de crítica los que “viven de las rentas ganadas sin esfuerzo alguno”, y sobre todo, la corrupción que permite “beneficios sin merecerlos”. Dice Don Quijote que “la codicia de los gobernantes rompe el saco”, lo que lleva a Sancho Panza, su escudero, a decir: “partiré al gobierno, a donde voy con grandísimo deseo de hacer dinero, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mismo deseo”.
El Quijote, de esta manera, se adelanta casi cuatrocientos años a lo que el Nobel de Economía James Buchanan (1996) sostuvo con su Teoría de la Elección Pública. La conducta de los políticos y burócratas no es diferente a cualquier otro individuo debido a que busca maximizar sus propios intereses personales, haciendo uso y abuso de la expansión del presupuesto estatal. De modo que aquello del bien común o social endilgado tantas veces, no es más que un objetivo secundario.
El sistema monetario y fiscal también forma parte de las referencias encontradas en esta magna obra. Los ciudadanos se dividen en contribuyentes y no contribuyentes. A Don Quijote esta división no le agrada porque si algunos pagan y otros no, y éstos últimos se benefician de aquellos, entonces “el uno no es igual al otro”. Los impuestos de aquella época como el Pecho (lo que sería hoy el impuesto a la renta) y la Alcabala (el IVA actual) acarrean privilegios, sigue diciendo Don Quijote, y él lo sabe porque siendo un hidalgo no pagaba tributo alguno. Una forma más de desmitificar la tradición caballeresca.
Pese al tiempo transcurrido, las ideas de derecho, justicia, sueños y economía señaladas en esta obra cumbre de la literatura universal, siguen tan campantes como el día en el que Miguel de Cervantes Saavedra levantó por primer vez la pluma e hizo cabalgar a Don Quijote de la Mancha.