El debate sobre la devaluación cambiaria en Bolivia
Mauricio Ríos García argumenta que el problema de Bolivia no se encuentra en un tipo de cambio fijo sino en la falta de competitividad gracias a deficientes políticas laborales, fiscales, entre otras.
Mi idea era que este artículo se titulara "Argumentos contra la devaluación cambiaria", y que se convirtiera en una columna más para el periódico, pero creo que, además de que la autocensura es peor que la misma censura, y de que no estoy dispuesto a prestarme, sin establecer el contexto se pierde la objetividad.
Hace ya unos días estuve en La Paz atendiendo varios asuntos, pero entre ellos una invitación que se me hizo para debatir sobre la política económica y el estado de la economía de Bolivia en general, y sobre la política cambiaria en particular. La invitación surgió a raíz de una serie de críticas de la propuesta de Samuel Doria Medina “para hacer competitivas las exportaciones” mediante minidevaluaciones de la moneda nacional.
No es un artículo breve ni todos los argumentos que aquí se presentan fueron vertidos en el debate, pero es necesario resumirlo todo aquí para mantenerlo hacia futuro. Para el debate preparé argumentos teóricos y prácticos en contra de la devaluación cambiaria, y los resumo como sigue.
Argumentos teóricos
Por un lado, el tipo de cambio fijo constituye un mecanismo de alerta inmediata de la caída (o devaluación) de una moneda extranjera o de la moneda de un país socio comercial, pone en evidencia al Banco Central respecto de si está devolviendo una cantidad de billetes extranjeros por nacionales menor a la que se le ha entregado.
Pero por otro lado, es importante establecer también, y por si fuera poco, el argumento ético en el debate. Las devaluaciones, o el régimen de minidevaluaciones que se pretende en Bolivia, por el contrario, no constituyen más que la metáfora de depositar Bs. 100 en un banco, y que de la noche a la mañana, por simple dictamen de un burócrata, se le diga que sólo puede retirar Bs. 90, no importa cuál haya sido el argumento ni el destino de esos Bs. 10 de diferencia. A usted le han robado. Esto se llama inflación, y constituye una política deliberada de tal o cuál gobierno. La inflación no es consecuencia de un devenir de la naturaleza, sino que es fruto de una política pública sin legislación cuando quien controla la cantidad y calidad del dinero en cualquier economía de hoy en día son los bancos centrales que controlan directa o indirectamente el gobierno de turno. Y esta es justamente la forma en que a través de un sinnúmero de mecanismos se crean ilusiones de riqueza, perversos espejismos económicos que se traducen en voto fácil durante cierto tiempo. Es un impuesto encubierto sobre el que la población no es consciente.
Dicho esto, ¿no le hace ruido en los pensamientos la bolivianización de casi la totalidad de la moneda y el crédito en el país? La bolivianización no constituye más que la nacionalización de la moneda en el país, es decir, durante ya 12 años desde su inicio en 2004, se ha venido administrando la moneda de la misma forma en que ha sido administrada cualquier empresa estatal y nacionalizada en el país.
Por el contrario, lo que hace un tipo de cambio fijo, como un símil de un patrón oro clásico, es establecer cierta institucionalidad acorde a los principios del esfuerzo y recompensa, del ahorro, la capitalización y la inversión en proyectos con espíritu de permanencia en el mercado. Un tipo de cambio fijo maniata a los ministros de Hacienda para no gastar más de lo que realmente puede, responde a principios de sana y legítima competencia de mercado, establecer las reglas claras para competir en el mercado internacional, en el marco de la división internacional del trabajo; impide los privilegios del proteccionismo de quien administra la moneda y controla el comercio internacional en favor de quienes no están dispuestos a competir ofreciendo el mejor producto en el mercado, y de quienes exteriorizan su imposibilidad de generar valor y sus costos de producción mediocre a terceros, de ineptos empresarios que eluden asumir responsabilidades y buscan socializar sus bancarrotas por no saber ni querer competir en condiciones de libre mercado, de trabajo duro.
Argumentos prácticos
Uno de los argumentos que con mayor fortaleza traté de presentar ha sido el símil del actual tipo de cambio fijo en Bolivia y el euro y la Eurozona, para señalar que el problema no es del mensajero, es decir, no es del tipo de cambio ni de la moneda, sino de las rigideces laborales y productivas o, en este caso, de la voracidad fiscal de los gobiernos del sur europeo (PIGS) comparados con los del norte.
Desde su creación e implementación, el euro ha funcionado como un mecanismo de tipo de cambio fijo entre las economías de la Unión Europea, que a la postre, y luego de haber hiperestimulado sus economías consumiendo bastante más de lo que producían para intercambiar, delataron su insostenibilidad. Pues una vez que tuvieron que ajustarse a la realidad, cayeron en cuenta que devaluar significaba pasar la factura de los ciudadanos del sur hacia los ciudadanos del norte. Sencillo. Pues ese es el motivo fundamental por el que en Europa no es posible devaluar, sino establecer reformas estructurales orientadas a conseguir la mayor cantidad de ahorro internacional posible, para que sea canalizado hacia el mercado que identifique oportunidades de solución de problemas que se convierten en negocios hasta alcanzar el crecimiento sano y sostenido.
Desde luego, desde Syriza o Podemos se pretende ahorrar todo el tiempo y sacrificio que lo anteriormente descrito implica, y atacan y exigen al Banco Central Europeo la devaluación que permita estimular las exportaciones. Pues así como para Europa, el argumento para Bolivia o cualquier otro país del mundo, si devaluar permite incrementar las exportaciones o el crecimiento ¿por qué hoy Zimbabue o Venezuela no son los mayores exportadores o los países que más crecen en el planeta?
Y pues en Bolivia ha sucedido lo mismo que en la Unión Europea: se vivió muy por encima de sus posibilidades reales. El populismo (o el socialismo, da igual), ahora que la economía no deja de desacelerarse desde mediados de 2013, busca postergar los efectos inevitables de la explosión de la burbuja, de una ilusión monetaria y crediticia, o de un crecimiento artificial previo, que crearon mediante el estímulo del gasto, el consumo y el endeudamiento, devaluando la moneda nacional.
Más aún, algo curioso que ahora mismo está sucediendo es que la moneda boliviana está siendo utilizada para el comercio en Corumbá, pero no porque de alguna forma ilustre la fortaleza de la economía boliviana, sino porque los corumbaenses ven que el boliviano no ha sido deliberadamente envilecido como el real; utilizan el boliviano por su propia fortaleza frente a la pérdida de confianza en el real; el mercado está aplicando la utilidad marginal decreciente a la producción de dinero del Banco Central de Bolivia frente a la del Banco Central de Brasil; frente al real, el boliviano les permite mantener valor relativo incluso en el corto plazo en sus transacciones comerciales.
Lo sano es tener una moneda fuerte, y para eso hay que —habrá que insistir machaconamente— competir flexibilizando el aparato laboral y productivo que ha encarecido la inversión en el país de manera insostenible durante los últimos diez años, y para complementar, lo que queda es dar vía libre al comercio entre países y la libre elección de moneda para que cualquiera sea elegida en virtud de su mayor capacidad de acumulación de valor.
Veamos: Bolivia es uno de los países que más crece en toda la región, pero curiosamente uno de los que más estimula su economía con tasas de interés crediticios muy por debajo del nivel en el se se encontrarían en condiciones de libre mercado, o si se prefiere, se está poniendo una cantidad de recursos a disposición de los inversionistas muy por encima de la cantidad real de recursos que realmente existe o de los que verdaderamente se puede disponer. Esto es pues demasiado sospechoso.
Entonces, el problema está en las tasas de interés artificialmente bajas, sobre todo para el sector productivo y el de consumo de largo plazo, como el de la construcción y bienes raíces en general, antes que en la política cambiaria, aunque implementada por motivos y objetivos equivocados.
Pero el argumento que más peso tendría que tener contra la devaluación, pero ya tomando en cuenta circunstancias reales e inmediatas que nadie está advirtiendo, es que una devaluación cambiaria no solo afectará de manera inmediata las expectativas y, por tanto, su comportamiento de consumo, sino que afectará el sistema financiero que se supone que es uno de los eslabones más fuertes de la economía en estos últimos diez años, un sector que mientras las Operaciones de Mercados Abierto permitieron a través de la banca estimular la economía como nunca jamás se ha visto antes en este país, terminarán asumiendo la necesidad de liquidar toda una serie de proyectos que quedarán inconclusos, que no responden a una demanda real efectiva de mercado, sino de capricho político, y que figuran en sus balances.
Estamos hablando de activos tóxicos que reflejan la verdadera calidad del balance de la banca y las aseguradoras que una vez que el mercado termine detectando como proyectos sin rentabilidad, terminarán explotando. Los autos cero kilómetros, casas, condominios, departamentos, edificios de crédito fácil deberán ser vendidos a precios de liquidación para tratar de cubrir la mínima parte de un pasivo que sigue siendo el mismo que durante la etapa del auge previo. Este es una enorme y auténtica bomba de tiempo, y solamente cuando la advertí como argumento urgente en el debate para no tocar el tipo de cambio, todos terminamos cayendo en cuenta —finalmente— sobre la gravedad del asunto. Las cosas se han llevado demasiado lejos, la cuerda se ha estirado demasiado, se han acorralado solos y seducidos por el cortoplacismo.
Si se toca el tipo de cambio, no habrá incremento de tasas crediticias que impida al menos gradualmente ir advirtiendo la necesidad de una limpieza del balance de la banca y las aseguradoras; garantizo que el valor de estos activos se desploma de inmediato como consecuencia de la devaluación cambiaria, sobre todo para aquellos créditos que hayan sido concedidos hacia el sector en moneda nacional.
Con todo esto, y sin haber tomado en cuenta siquiera el muy adverso entorno internacional actual, que libra una auténtica guerra de devaluaciones permanentes entre los más grandes y poderosos bancos centrales alrededor del globo, ¿realmente se quiere devaluar? Peor aún, ¿terminaremos estableciendo tasas de interés negativas como en Japón y la Unión Europea en su resistencia de establecer reformas estructurales para lo laboral y productivo?
Lo mismo que ha sucedido con el sector bancario, ha sucedido con el sector público incapaz, por definición, de generar valor en la economía. Han hipertrofiado el aparato público burocrático a través del gasto a manos llenas de los recursos del gas, han destruido capital, y ahora debe ajustarse reduciendo el aparato público, despidiendo a toda la gente que si bien permite mostrar cifras de empleo políticamente aceptables, ya debe buscar empleo en el sector privado. El ajuste debe empezar necesariamente por pinchar la burbuja del Estado, la burbuja financiera, y otras como la inmobiliaria.
Claro que no será fácil porque han agotado la posibilidad de cualquier otro camino. En este sentido, el mejor escenario posible para Bolivia si acaso se se trata de evitar el ajuste, será justamente ese, crecer demasiado poco durante demasiado tiempo; el peor sería permanecer en una recesión demasiado prolongada que juega con la relativa estabilidad política y social en el país. Y un otro escenario de la política de shock. Es cierto que es muy difícil empezar con reformas laborales y productivas orientadas gradualmente al ahorro agresivo luego de políticas ilusorias durante más de diez años, pero mientras más se tarde en implementarlas mayor podría terminar siendo el problema; con seguridad que huir hacia adelante no es parte de la solución.
Es decir, así como en la Unión Europea donde el régimen del euro ha impedido que el sobreconsumo y sobrendeudamiento del sur lo termine pagando el norte, por qué quienes en Bolivia se sobreendeudaron y consumieron más de lo realmente podían, deben ser privilegiados haciendo que quienes se mantuvieron relativamente conservadores en su comportamiento de vida sean quienes terminen pagando. A unos se les dio demasiado como para que ahora no quieran y exijan lo mismo o incluso más, y a otros se les hace pagar por algo que no hicieron mediante la devaluación. ¡Devaluar significa pues socializar pérdidas! De ese tamaño es el problema.
Lo que falta en la economía de Bolivia no es más bolivianos que permitan gastar más, sino dólar que permitan ahorrar agresivamente, y estos dólares no se los consigue mediante vergonzosos y mediocres road shows de mendigos en Nueva York, sino mediante un plan coherente y lógicamente articulado de capitalización de la economía, atrayendo y no forzando la inversión privada extranjera directa que permita entregar retornos no con fantasiosas cifras de crecimiento, sino con empresas que generen valor en la economía solucionando todos los problemas que se han cometido e inducido a cometer durante la etapa del auge artificial.
En fin.
Conclusiones
Desde luego que en el debate también se habló a detalle del mejor camino a seguir o de las medidas más adecuadas a implementar en materia de política económica, cambiaria y monetaria, además de las financieras para el sector bancario, pero la gratuidad de las recomendaciones termina justamente aquí.
La mala nota, por otro lado, además de que entre bromas no tan alegres, es que todos terminamos coincidiendo (lamentablemente no puedo mencionar a todos quienes intervinimos) en que las cosas están bastante mal, mucho peor de lo que otros pretenden convencer comprando espacios en medios de prensa internacional escrita que no necesariamente se vende, pero que sí yerra al no tratar de entender el escenario en su más amplio espectro. Qué se les va a pedir a estos medios internacionales, si ninguno fue capaz de advertir o conceder siquiera, el beneficio de la duda a quienes advertían una de las recesiones globales más importantes que se ha registrado desde los años 30 en 2007 y 2008, pero esa ya es tinta para otra oportunidad.
Finalmente, valga destacar que el debate ha sido realmente enriquecedor, y por la duración, pertinencia y apasionamiento que hubo, no dudo que ha terminado alcanzando las expectativas de todos los asistentes. Y en lo personal, ha sido una satisfacción: en otros tiempos esta reunión hubiera sido tan importante, hubiera tenido tanto revuelo y hubiera servido tanto como para tomar las decisiones más importantes en el país, que me atrevo a decir que hubiera quedado en el recuerdo de la historia política de este país por un buen tiempo. Sí, así como el decreto 21060 y la historia que alguien como Juan L. Cariaga cuenta sobre cómo fue elaborado e implementado, tal vez. Quién sabe, pero realmente lo creo.
¡Que el debate continúe!
Este artículo fue publicado originalmente en el blog riosmauricio.com (Bolivia) el 6 de junio de 2016.